Quinto libro del Antiguo Testamento, contiene los tres últimos discursos de Moisés, los que pronunció en las llanuras de Moab poco antes de su traslación.
Con
la nación de Israel ubicada a la entrada de Canaán, Moisés aprovechó una última
oportunidad para preparar al pueblo para su nueva vida en la tierra que
heredaban. Puesto que Moisés no habría de entrar a la tierra con la gente,
quería estar seguro de que el pueblo no olvidaría su alianza con Dios. El
cuidadoso resumen que hace Moisés de las leyes de Dios se registra en el libro
de Deuteronomio. Las palabras de este libro se comparan con el trasfondo
histórico de todos los hechos de la historia de Israel hasta el momento en que
fueron expresadas, lo que incluye el éxodo desde Egipto, la revelación de Dios
en el Monte Sinaí, las rebeldes respuestas de Israel ante la bondad del Señor,
y la constante protección de Dios para con ellos. Aún más hay algunos hechos
fundamentales que el libro trata en particular.
La
idolatría en Baal-peor fue uno de esos momentos significativos (Nm 25). Fue
allí donde Israel primero experimentó la atracción del culto a Baal, el cual
plagaría su existencia durante siglos. El pueblo al cual Moisés se dirigía en
Deuteronomio era el que sobrevivió la plaga que el Señor les envió en castigo por
los pecados del pueblo (Dt 4:3). A la luz de esta experiencia, Moisés le
suplicó a esta nueva generación que fuera fiel a las leyes de Dios. Frecuentemente
usaba la palabra hoy para enfatizar que esta nueva generación podría empezar de
nuevo (1:10, 39; 4:4, 40; 5:1, 3; 6:6; 7:11), no tenían que centrarse en su
rebelde pasado.
Moisés
concluyó sus exhortaciones con una descripción de la ceremonia de renovación
del pacto que tendría lugar entre el Monte Ebal y el Monte Gerizim. Ordenó a
los Levitas que en la estéril cima del Ebal recitaran las maldiciones para
quienes rechazaron la Ley de Dios. Las generosas bendiciones para quienes
obedecieron la Ley de Dios se recitarían en las exuberantes laderas del
Gerizim. Con estas instrucciones, Moisés anticipó la renovación del pacto en el
otro lado del río Jordán. Allí, el pueblo se reuniría para el gran momento
cuando renovarían una vez más el pacto, pero esta vez como habitantes de la Tierra
Prometida (11:29, 30; 27:1-8, 12, 13; Jos 8:30-35). Después de describir esta
futura renovación del pacto, el propio Moisés desafió al pueblo a renovar su
entrega a Dios (30:11-20).
Finalmente,
la expectativa de la inminente muerte de Moisés explica por qué él entregó el
libro como un testimonio de la Ley de Dios. El Señor le ordenó dejar las
palabras de la Ley como un testimonio a Israel. Como respuesta, Moisés escribió
las palabras, las entregó a los sacerdotes para que las guardaran y les ordenó
que leyeran la Palabra de Dios cada siete años. De este modo, Moisés no sólo
preparó a la nueva generación para la venida de la conquista de la tierra, sino
también se aseguró de que cada generación después de aquella escuchara las
leyes de Dios (31:9-13).
El
énfasis de Moisés en el pacto a lo largo de todo Deuteronomio es notable. Dio
testimonio de su importancia al llamar repetidamente a la nueva generación de
israelitas a seguir sus disposiciones (30:11-20).
En
efecto, Deuteronomio como un todo refleja el modelo de un antiguo tratado del
Medio Oriente entre el señor y un siervo. El modelo típico de dicho tratado con
sus correspondientes secciones en Deuteronomio, es el siguiente:
1.
Un preámbulo o introducción (1:1-5)
2.
Un resumen de la anterior relación entre las partes (1:6-4:49)
3.
Estipulaciones básicas que garantizaban la fidelidad al tratado (5:1-26:19)
4.
Sanciones en la forma de bendiciones y maldiciones (27:1-30:20)
5.
Testigos del tratado (32:1)
6.
Una disposición para la conservación y lectura del tratado (31:1-34:12)
Aunque
existen estas similitudes, el libro de Deuteronomio no sigue ciegamente la
típica estructura de un tratado, pero podemos llegar a la conclusión que fue
escrito teniendo presente la estructura básica de un tratado. Moisés imprimió
en sus lectores la importancia de la alianza, no sólo con sus repetidas
exhortaciones, sino también con la estructura misma del libro. Con las
advertencias de Moisés y su renovada entrega, el pueblo estuvo finalmente listo
para entrar a la Tierra Prometida.
El
título del quinto libro del Pentateuco se deriva de la Septuaginta, la antigua
traducción griega del AT que interpreta las palabras en 17:18, «una copia de
esta ley», como «la segunda ley». El nombre «Deuteronomio» significa «la segunda ley». El nombre es en cierto
modo poco apropiado, porque el Deuteronomio no contiene una segunda Ley,
explica la Ley de Dios revelada en el Monte Sinaí a una segunda generación de
israelitas.
A
través de los siglos, judíos y cristianos creyeron que Moisés escribió el
Deuteronomio. Pero durante los últimos 200 años, algunos cuestionan esta
posición. Argumentan que la teología del libro es demasiado avanzada para los
primeros israelitas en esta temprana etapa de su historia. Pero otros sostienen
que Moisés compiló el Deuteronomio y escribió la mayor parte de él. Argumentan
que la autoría Mosaica está apoyada por la consistente teología de la alianza,
que reclama la autoría Mosaica, y por los testimonios de los escritores del
Nuevo Testamento.
El Deuteronomio es básicamente la última voluntad de Moisés. En este testamento, desafió a Israel a permanecer fiel al pacto, les recordó su historia pasada, y les señaló sus futuras bendiciones o maldiciones en la tierra de Canaán, en dependencia de su fe y comportamiento. Las palabras de Moisés y el tributo a su legado (31:24), la recitación del Cántico de Moisés (31:30-32:34) y las bendiciones a las tribus (33:1-29) constituyen en gran medida el libro de Deuteronomio. Otro autor, llevado por el Espíritu de Dios, agregó el relato de la muerte de Moisés y el tributo a su legado (34:1-12). Algunos argumentan que el propio Moisés podría haber escrito el relato de su muerte y sucesión, habiéndolos previsto por inspiración divina. Por cierto que esto es posible, pero no es una conclusión necesaria para aquellos que mantienen la autoría Mosaica del Pentateuco como un todo.
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