Libro bíblico del Antiguo Testamento. Este libro pertenece al grupo de los denominados genéricamente “poéticos y sapienciales”. Consta de una serie de colecciones que, en forma de máximas, refranes, dichos y poemas, transmiten la antigua herencia de la sabiduría de Israel.
Todos
conocemos el valor del buen consejo. Escuchar a quienes son más sabios que
nosotros nos da el beneficio de aprender de la experiencia que han ganado
duramente. Además, nuestro crecimiento, el vivir una buena relación con los demás
y el cumplimiento de nuestro trabajo, sería imposible sin la orientación de
amigos que estuvieron allí antes que nosotros. Y justamente, es el libro de los
Proverbios el que nos brinda ese tipo de ayuda.
Proverbios
es mucho más que un libro de ayuda y de artimañas. Nos transmite un importante
conocimiento y experiencia que Dios dice que debemos tener para vivir
exitosamente. Estos proverbios no son solo dichos antiguos que se aplican a
gente de tierras lejanas. En realidad son principios universales que se aplican
en todos los tiempos y a todas las personas.
Se
tratan tanto los problemas modernos como los antiguos, ya que todos ellos son
parte de la misma naturaleza humana y también de los caminos del Señor. La
naturaleza humana no ha cambiado desde los tiempos de Salomón, ni mucho menos
ha cambiado Dios. Lo único que ha sufrido cambios es el entorno en el que
vivimos.
Proverbios
está escrito en poesía hebrea, con un rico modelo de retórica que mezcla con la
poesía de muchas culturas un uso especial de las palabras para producir
efectos, sonidos y sensaciones, intensas imágenes y lenguaje conciso.
En
contraste con otros tipos de poesía, los poetas hebreos, desde los salmistas
hasta los autores de los Proverbios, utilizaron el paralelismo, la repetición
de pensamientos relacionados.
Una
forma común de paralelismo es el paralelismo sinónimo, en que una segunda línea
reafirma lo escrito en la primera, pero utilizando términos diferentes:
De
más estima es el buen nombre que las muchas riquezas,
Y
la buena fama más que la plata y el oro (Pr. 22:1).
Ambas
líneas tienen el mismo significado, pero la reafirmación hace que el punto
llegue a su destino. El modelo es: «A es
así, B así también es».
También
el paralelismo antitético es bastante común en Proverbios, aquí la segunda
línea expresa la idea en forma negativa, reforzando la positiva:
El avisado ve el mal y se esconde;
Más los simples pasan y reciben el daño (22:3)
Este
proverbio hace un paralelo entre la persona prudente y la simple. La antítesis
va hacia ambas partes. Cada línea amplifica y explica a la otra.
En
otro tipo de paralelismo, llamado paralelismo climático, la segunda línea
completa la idea de la primera. Un ejemplo sería:
El
rico y el pobre se encuentran;
A
ambos los hizo Jehová.
(22:2)
Ambas
líneas están incompletas una sin la otra.
Finalmente,
muchos de los proverbios se basan en comparaciones entre dos líneas paralelas.
Estos se caracterizan por utilizar «mejor…
que»:
Mejor
es lo poco con justicia, que la muchedumbre de frutos sin derecho. (16:8)
Cada
uno de estos ejemplos nos ilustra el corazón de la poesía hebrea: el
paralelismo. Cada versículo agudiza y realza la idea mediante el uso de las
reafirmaciones, las comparaciones y la construcción de un clímax.
Estos
delicados mecanismos nos guían y nos hacen ver y comprender el objetivo de cada
uno de los proverbios de una forma más clara.
Los
375 proverbios de Salomón (10:1-22:16) solo parecen ser una extensa colección
sin ninguna organización en particular. En algunos lugares, aparecen juntas
algunas oraciones acerca de un mismo tema, pero también otras oraciones sobre
el mismo tema aparecen totalmente dispersas. Podríamos esperar que en una
sección estuvieran los proverbios sobre la pobreza, y todos los que tratan
sobre los niños estuvieran en otra, pero estos y muchos otros temas se
encuentran entremezclados a través de la colección. Algunas veces, palabras o
sonidos repetidos, son el vínculo entre las oraciones separadas. O también,
puede ser que las frases se repitan para sugerir una ilación de ideas.
Además
de los proverbios que aparecen solos, al comienzo y al final de las secciones
del libro existen extensas instrucciones (caps. 1-9; 30; 31) Estos capítulos
contienen algunos de los mismos proverbios del resto del libro, pero como
unidades ellos difieren grandemente de la sección principal de los proverbios
de Salomón (10:1-22:16). A diferencia del disperso orden de la sección
principal, estos capítulos desarrollan temas.
El
prólogo declara el propósito y al tema central del libro (1:1-7): instruirnos en
la sabiduría, preparación y en los caminos de la vida en el mundo de Dios.
Muchos temas, tales como la riqueza, el éxito y las relaciones sociales,
aparecen en otras colecciones de literatura que han sobrevivido desde los
tiempos del antiguo Medio Oriente, pero aquí, estas materias se tratan de una
forma diferente. La gran contribución israelita a la literatura fue situar toda
la sabiduría en el contexto de la fe en el Señor y las palabras: «El principio de la sabiduría es el temor de
Jehová» (1:7), lo documentan claramente. Además, estas palabras son la
fundación de todos los demás dichos sabios. Es la idea central del libro de
Proverbios: El temor a Dios nos motiva a obedecer sus mandamientos, y
obedecerlos constituye la verdadera sabiduría.
El
rey Salomón escribió muchos proverbios, muchos más de los que han sobrevivido
hasta hoy. El título del libro de Proverbios (1:1), y dos colecciones de
máximas dentro de él (10:1; 25:1) lo identifican como su autor. Por otro lado,
1 Reyes confirma esto al atribuirle a Salomón tres mil proverbios y más de mil
cantares (1 R 4:32). Incluso, el escritor de Reyes presume de la sabiduría de
Salomón, diciendo que esta excedía a la de todos los hombres del oriente y a
todos los de Egipto (1 R 4:30).
Los
intereses e investigaciones de Salomón cubrieron casi todos los aspectos del
conocimiento, desde zoología y botánica, hasta gramática y teología.
Pensar
en la sabiduría de Israel era pensar en Salomón, al que se le concedió
sabiduría como don de la gracia de Dios (1 R 3:12).
Aunque
Salomón fue el principal escritor del libro de Proverbios (10:1-22:16), algunos
fueron escritos por otras personas, y otros que sí le pertenecían, fueron
sumados al libro solo después de su muerte.
Agur
escribió el capítulo 30 y Lemuel el 31:1-9. Más aún, ni siquiera es seguro que
Salomón haya escrito los primeros nueve capítulos; probablemente fue la
contribución de alguna otra persona como una introducción para el libro.
Proverbios 25:1 nos dice que un grupo de asistentes del rey Ezequías (quien
reinó cerca del 729-699 a.C.) compiló y añadió los proverbios de Salomón de los
capítulos 25 al 29. El libro de Proverbios, tal como lo conocemos, pudo muy
bien completarse durante el tiempo de Ezequías, pero no podemos estar seguros,
ya que no tenemos más información sobre Agur (cap. 30) o Lemuel (cap. 31:1-9)
además de sus nombres.
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