Hechos
(3.1–6.7)
Después
de que la operación Tormenta del Desierto expulsara al ejército iraquí de
Kuwait en los primeros días de 1991, el general Norman Schwarzkopf se convirtió
en un auténtico héroe americano. Apareció en las portadas de las revistas y en
los programas de televisión. Era un orador muy solicitado, tanto el partido
republicano como el demócrata hubiesen estado encantados de poder presentarlo
como candidato a un cargo público nacional. En California, incluso cierto
oceanólogo le puso su nombre a un león marino de 270 kilos de peso varado en la
playa.
Schwarzkopf
había luchado en Vietnam y experimentado
toda la reacción negativa del público americano en contra de la guerra, el
servicio militar y especialmente la estructura de mandos. También había sido
uno de los principales protagonistas de la invasión de Granada, acción ésta que
no disipó las dudas que había acerca de la preparación del ejército
estadounidense. Schwarzkopf sabía lo que era el rechazo público.
Entonces,
durante aquellos días en el desierto de Arabia barrido por el viento, el
general aplicó con éxito el poder a un problema que nadie pensaba que podría
resolverse tan rápidamente. Arregló aquello que nadie creía que pudiera
arreglarse sin un terrible sufrimiento. Era un héroe que sabía lo frágil que
puede ser la fama.
Tampoco
los apóstoles que daban testimonio de la resurrección de Jesús, la salvación en
su nombre y la investidura de poder por el Espíritu Santo perdieron la cabeza a
causa del éxito. Se regocijaban de la gloriosa obra de Dios, pero también
habían visto a aquellas mismas masas que los vitoreaban exigir la muerte de su
Señor.
El
poder del nombre de Jesús
¿Con cuánta frecuencia
iban al templo los cristianos primitivos? (Hch
2.46)
¿Con qué propósito
declarado asistían al mismo? (Hch 3.1)
El
templo no era como el edificio de una iglesia. No tenía auditorio donde la
gente se reuniera para adorar, ni tampoco aulas en las que se congregasen para
recibir instrucción. Se trataba de un gran complejo arquitectónico en el cual
se llevaban a cabo muchas actividades. Un muro atravesado por varias puertas
rodeaba el pavimento rectangular de 450 metros de largo y 300 de ancho.
Cerca
de la mitad de uno de los prolongados muros se alzaba el templo propiamente
dicho, que constaba del Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Sólo los sacerdotes
entraban en ese edificio. En frente del templo estaba el altar de bronce donde
esos mismos sacerdotes ofrecían los sacrificios diarios y festivos, así como
todas aquellas ofrendas personales traídas por los adoradores y penitentes. Un
muro interior rodeaba dicho templo y el altar, mientras que una barrera como
hasta la cintura de alta cercaba todo el conjunto. Únicamente los judíos podían
traspasar dicha barrera y atravesar el muro que circundaba el templo.
Entre
el muro exterior y la barrera que rodeaba la zona de culto, se realizaban toda
clase de transacciones comerciales, actos políticos, reuniones sociales y
negocios de índole personal. Había un tejado que se proyectaba hacia dentro
desde el muro exterior que estaba soportado por columnas en dirección al atrio
interno. Aquel pórtico sombrío bordeando el área del templo era uno de los
sitios de reunión favoritos de toda clase de grupos. El porche oriental se
llamaba Pórtico de Salomón, y allí se congregaba regularmente para orar la
iglesia primitiva (Hch 3.1,
11;
5.12).
A
los primeros creyentes en Jesús no los llamaban cristianos, ni se consideraban
ellos mismos separados del judaísmo. Lo que hacían era invitar a sus
compatriotas judíos a que completasen su fe reconociendo a Jesús como su
Mesías. Tampoco las autoridades religiosas tuvieron a los apóstoles y creyentes
por una religión distinta hasta que Pablo y otros como él comenzaron a
proclamar con regularidad el evangelio de Jesús a los gentiles. Hasta ese
momento, los desacuerdos, encarcelamientos y martirios quedaban «dentro de la
familia» del judaísmo por lo que a los implicados concernía.
Describa al hombre con
el que se encontraron Pedro y Juan en el templo y la forma de vida que llevaba.
(Hch
3.2;
4.22)
Describa la sanidad de
aquel hombre cojo realizada por Pedro y Juan. (Hch
3.3–10,
16)
¿Cómo utilizó Pedro el
asombro del gentío reunido para presentar su mensaje acerca de Jesús? (Hch.
3.12)
¿Cuál había sido la
reciente relación de aquella multitud con Jesús? (Hch
3.13–15)
¿Qué pruebas presentó
Pedro para instar a la gente a que cambiase de parecer en cuanto al Señor? (Hch
3.15,
16)
¿Cómo suavizó Pedro su
declaración acerca de la culpabilidad de esa multitud sin excusarla? (Hch
3.17,
18)
¿A qué exhortó Pedro a
la multitud? (Hch 3.19)
Según el apóstol, ¿qué
beneficios aguardaban a quienes fueran salvos? (Hch
3.19–21)
¿Cuáles beneficios
especiales les pertenecían a ellos como judíos? (Hch
3.22–26)
¿Qué consecuencias tuvo
el mensaje dado por Pedro a aquella multitud en el templo? (Hch
4.1–4)
Para Pedro y Juan
Para la gente
¿Por qué se molestaron
las autoridades con Pedro y con Juan? (Hch
4.2)
En
este incidente las autoridades eran los guardias del templo y el Sanedrín, el
concilio judío permitido por los gobernadores romanos para resolver toda
cuestión religiosa y social que no interfiriera con la ley de Roma. El jefe de
la guardia del templo (Hch 4.1)
sólo estaba por debajo del sumo sacerdote en cuanto a los asuntos del
santuario; ambos, así como todos los principales sacerdotes y muchos de los
miembros del Sanedrín, eran saduceos.
Los
saduceos, teológicamente hablando, eran conservadores. Sólo aceptaban los cinco
primeros libros del Antiguo Testamento como Escrituras. Sin embargo, eran
política y éticamente pragmáticos. Cooperaban con los romanos y hacían lo que
fuera necesario para conservar el control del Sanedrín. Anás y Caifás, los
sumos sacerdotes que habían condenado ilegalmente a Jesús, representaban la
crueldad misma de la política saducea.
El
Sanedrín dejó a Pedro y a Juan en la cárcel durante la noche mientras sopesaba
cuál sería su suerte antes de llevarlos a la augusta presencia de toda la
familia de los sumos sacerdotes (Hch
4.5,
6).
No se los acusó de nada. Su examen por parte de las autoridades consistió en
una sola pregunta. ¿Qué era todo aquello? (Hch
4.7)
Lea
el pasaje de Hechos 3.1–4.31
y subraye en su Biblia todas las veces que se utiliza la palabra nombre en
relación con el ministerio de los apóstoles. ¿Por qué relacionaron los
dirigentes judíos incrédulos el concepto de poder con el nombre de Jesús? (v. 7)
¿Qué parecido tuvo la
respuesta de Pedro al Sanedrín con el mensaje que había dado a la multitud? (Hch
4.8–12;
cf. 3.12–26)
¿Qué tuvo que admitir
para sí el Sanedrín antes de advertir a Pedro y a Juan que no enseñasen más en
el nombre de Jesús? (Hch 4.13–18)
Pedro
y Juan eran hombres «sin letras y del vulgo» (Hch
4.13)
en el sentido de que no habían recibido enseñanza de los rabinos para llevar a
cabo esas detalladas y a menudo oscuras discusiones por las que se destacaban
los saduceos, los fariseos y los escribas. Los apóstoles habrían sido enseñados
en las Escrituras hebreas durante su infancia, y aprendido de memoria largos
pasajes muchos de los cuales habían utilizado sin duda en rituales cúlticos a
lo largo de los años.
Pero
lo que es más importante, por la forma en que Pedro y Juan empleaban las
Escrituras, el Sanedrín reconoció que habían estado con Jesús. Este era
conocido por hablar con confianza y autoridad personal, a diferencia de los
escribas, que apelaban a la autoridad de otros expertos reconocidos (Mc
1.22).
Los miembros del concilio se sentían a la vez impresionados y molestos por la
semejanza entre la enseñanza apostólica y aquella de Jesús.
¿Cómo lograron Pedro y
Juan permanecer fieles a su misión apostólica concediendo al mismo tiempo al
Sanedrín autoridad espiritual? (Hch
4.19,
20)
¿Cómo respondió la
gente que citamos a continuación al milagro de sanidad y por qué?
El hombre cojo (Hch
3.8,
9,
11;
4.14)
La multitud en el
templo (Hch
3.10,
11;
4.4,
21)
El Sanedrin (Hch
4.1–3,
15–18)
Pedro
y Juan refirieron al resto de los discípulos su encarcelamiento y las
advertencias pronunciadas por el Sanedrín (Hch
4.23).
La respuesta de los creyentes fue orar. ¿Cómo lo hicieron?
En cuanto a Dios (Hch
4.24)
En cuanto a los
dirigentes judíos (Hch 4.25–28)
En cuanto a sí mismos (Hch
4.29,
30)
¿Cuál fue el resultado
de la oración de los discípulos? (Hch
4.31)
Denuedo
(v. 31)
es un concepto importante en relación al testimonio de los apóstoles y los
primeros cristianos (véase Hechos 4.13,
29;
9.27,
29;
14.3;
18.26;
19.8).
La misma palabra griega se traduce «libremente» en Hechos
2.29
y «abiertamente» en Hechos 28.31.
La idea básica del término es franqueza y candor, pero rápidamente toma la
connotación de valor necesario para ser franco cuando es más fácil callarse.
Los apóstoles y los otros creyentes sabían sin duda que el denuedo era un
resultado de la llenura del Espíritu Santo.
El
nombre de Jesús: La autoridad completa de la fe. En este primer milagro que
Hechos registra y que fue realizado por los discípulos, se nos da la clave para
el ejercicio por parte de todos los creyentes de la autoridad de la fe. Al
ordenar la sanidad en el hombre cojo de nacimiento, Pedro emplea el nombre
completo y el título de nuestro Señor. «Jesucristo [Mesías] de Nazaret». «Jesús»
(«Josué» o «Yeshua») era un nombre común entre los judíos y continúa siéndolo
en muchas culturas. Pero la declaración de su nombre y título completos, una
práctica digna de notarse en Hechos, parece ser una lección buena y objetiva
para nosotros (véase 2.22;
4.10).
Hagamos
así cuando reclamemos autoridad sobre las enfermedades o sobre los demonios. En
nuestra confesión de fe o proclamación de poder, confesemos su deidad y su
señorío como el Cristo (Mesías), usemos su nombre precioso, como Jesús (Salvador).
Clamemos a Él como Señor Jesús, o Jesucristo, o Jesús de Nazaret, sin que en
este punto haya la intención de establecer un principio legal o ritual. Pero es
sabio recordar que, al igual que oramos «en el nombre de Jesús» (Jn
16.24),
también ejercemos toda autoridad en Él, mediante el privilegio de poder que nos
ha dado en su nombre (Mt 28.18;
Mc
16.17;
Jn
14.13,
14).
El
poder del Espíritu Santo
¿Qué cosas
características se ven en los creyentes y los apóstoles después de que hubieron
orado y sido llenos del Espíritu Santo? (Hch
4.32–35)
Poder (dunamis) es una de las cuatro palabras
bíblicas de poder. Las otras son exousia, autoridad delegada; ischuros, fuerza
grande (especialmente física); y kratos, autoridad de dominio. Dunamis
significa energía, poder, capacidad, gran fuerza, habilidad grande, fortaleza.
Se le usa algunas veces para describir los poderes del mundo venidero que
obrarán sobre la tierra, y el poder divino que vence a toda resistencia.
(Compárese «dinámico», «dinamita» y «medidor de dinamo».) El dunamis en Jesús
resultó en transformaciones dramáticas. Esta es la norma de la iglesia llena
del Espíritu y guiada por el Espíritu.
¿Por qué habrán sentido
aquellos primeros creyentes que vender sus posesiones era la mejor forma de
satisfacer las necesidades que había en el grupo? (véanse Hch
1.11;
2.17–21;
3.19–21)
¿Qué semejanzas y
diferencias hubo entre la donación de Bernabé y aquella de Ananías y Safirá? (Hch
4.36–5.2)
¿Cuál fue el pecado de
Ananías y Safira? (Hch 5.3,
4)
¿Cómo mintieron? (Hch
5.8)
¿Cuál fue su castigo? (Hch
5.5,
6,
10)
¿Cuál fue la reacción
popular al castigo de Ananías y Safira? (Hch
5.11)
¿En qué manera fue
diferente esta reacción de aquella otra que hubo después de Pentecostés? (Hch
2.43)
Cuando
Dios establece y empieza a bendecir al pueblo de su pacto, indica de una manera
espectacular cuan esencial es la integridad y lo destructivo que es el engaño.
Lo mismo sucedió cuando el Señor introdujo al pueblo de su antiguo pacto en la
tierra prometida bajo el liderazgo de Josué. Un hombre llamado Acán desobedeció
a los mandamientos divinos referentes a la destrucción de la ciudad de Jericó y
escondió su pecado. Lea acerca de este incidente en Josué
6
y 7.
¿Cuáles son las
lecciones que enseñan ambos actos de juicio al pueblo del pacto de Dios?
¿Cómo aumentan la
unidad y el amor el poder del Espíritu Santo en una iglesia como la descrita
antes del incidente de Ananías y Safira?
¿En qué manera se ve
impedido el poder del Espíritu por el egoísmo y la falta de honradez dentro de
una iglesia?
El
poder de la Iglesia
El
juicio de Dios sobre Ananías y Safira intensificó la reacción pública ya
existente hacia los creyentes (Hch 2.43;
5.11).
¿Cuál había llegado a ser el comportamiento corriente de la gente que
mencionamos a continuación? (Hch 5.12–16)
Los apóstoles
Los creyentes
Los residentes en
Jerusalén
El pueblo alrededor de
Jerusalén
Anteriormente,
el Sanedrín había advertido a Pedro y a Juan que no siguieran enseñando en el
nombre de Jesús (Hch 4.16–18).
¿Qué sucedió cuando el concilio decidió actuar contra todos los apóstoles por
violar aquella advertencia? (Hch 5.17–21)
¿Qué pasos tuvieron que
dar la guardia del templo y el Sanedrín antes de poder interrogar a los
apóstoles? (Hch 5.22–28)
¿Cuál fue la respuesta
de Pedro a la acusación del sumo sacerdote? (Hch
5.29–32)
¿Qué comparación hay
entre esa contestación y la que Pedro había dado al concilio anteriormente? (Hch
4.8–12,
19,
20)
¿Qué aconsejó hacer el
respetado rabino Gamaliel al Sanedrín en respuesta a los molestos y poco
cooperativos apóstoles? (Hch 5.34–39)
Gamaliel
era un famoso miembro del Sanedrín y un maestro en gran manera respetado de la
Ley. Fariseo, a diferencia de los sacerdotes saduceos, fue quien enseñó a Saulo
de Tarso, más conocido como el apóstol Pablo (Hch
22.3).
¿Qué quería hacer con
los apóstoles el concilio, y qué fue lo que terminaron haciendo debido a la
intervención de Gamaliel? (Hch 5.33,
40)
¿Qué piensa usted que
esperaba el Sanedrín de los apóstoles después de haberlos castigado? ¿Y cuál
fue el resultado real? (Hch 5.41,
42)
Los
hebreos y los helenistas eran todos judíos, pero sus culturas familiares
diferían considerablemente. Los hebreos procedían de familias que preservaban
con esmero su herencia y evitaban los valores y las prácticas de la cultura
griega o helenista que los rodeaba.
Los
helenistas, por su parte, eran judíos que habían aceptado la cultura general y
perdido mucho, si no la mayor parte, de su forma de vida característicamente
judía. Muchos de los helenistas tal vez hubieran nacido fuera de Palestina y se
habían trasladado luego a Jerusalén (véase Hch
6.9).
Todos aquellos que se mencionan en Hechos tienen nombres griegos. Los judíos
hebreos consideraban a los helenistas en cierto modo como comprometidos y
contaminados, una triste evidencia de lo proclive que es la naturaleza humana a
sucumbir al prejuicio, el separatismo y/o a la mezquindad.
La
gloriosa actividad del Espíritu de Dios por medio de los apóstoles y del resto
de los discípulos no excluía la presencia de problemas ordinarios dentro del
grupo. Cuando los judíos helenistas se quejaron de que las viudas de su
subgrupo dentro de la iglesia no estaban recibiendo la misma atención que
aquellas del subgrupo autóctono, ¿de qué otra manera hubieran podido
-reaccionar los apóstoles a como lo hicieron? (Hch
6.2–4)
¿Cuáles son algunos de
los aspectos positivos del enfoque que dieron los apóstoles al problema? (Hch
6.2–4)
¿Qué papeles
desempeñaron en la selección de los primeros diáconos el Espíritu Santo, la
gente afectada por el problema inmediato y el liderazgo de la iglesia? (Hch
6.3–6)
Esteban,
Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, son considerados
generalmente como los primeros diáconos de la iglesia. Jamás se los llamó así,
pero su tarea de servidores que liberaban a otros líderes para una dedicación a
labores más inmediatamente espirituales parece indicar que el cargo de diácono
tomó como modelo su ministerio.
Estos
siete hombres tenían todos nombres griegos, lo que sugiere que pertenecían sin
excepción al grupo helenista de judíos creyentes cuyas viudas necesitaban
atención. Fue un paso sabio el elegir líderes cuya tendencia natural sería la
de atajar el problema con sensibilidad.
¿Qué resultados
espirituales hubo cuando la iglesia resolvió aquel problema divisivo en lugar
de pasarlo por alto? (Hch 6.7)
¿Por qué podrían
haberse sentido los sacerdotes especialmente tocados por la importancia
espiritual de aquella forma de solucionar la tensión entre hebreos y
helenistas? (v. 7)
¿Por qué cree usted que
la oposición y la persecución une y fortalece a las iglesias?
Cuando
Satanás no pudo derrotar a la iglesia primitiva desde fuera, trató de dividirla
desde dentro. Pero volvió a fracasar y la iglesia se fortaleció todavía más.
¿Piensa usted que el diablo tiene más éxito hoy en día contra las iglesias
desde fuera o desde dentro? Dé un ejemplo si puede.
¿Qué podrían hacer los
dirigentes de su iglesia para promover el poder espiritual de ésta?
¿Y los miembros que se
sientan en los bancos?
Continuará…
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