El título de este libro procede de la versión griega del A.T. Libros-esda Septuaginta. Allí se denomina Zrénoi (cantos fúnebres, lamentaciones, endechas). Sin embargo, una tradición hebrea lo había titulado anteriormente con el término Qinot, que, al igual que el griego, significa llantos, lamentaciones, cantos de duelo por un muerto.
El
libro de Lamentaciones revela el corazón quebrantado del profeta Jeremías. En
una potente poesía, Jeremías expresa su aflicción por la tragedia nacional que
se ha desarrollado ante sus ojos: Jerusalén, la Ciudad de Dios, ha caído ante
los babilonios. Sin embargo, el llanto y las lágrimas de Jeremías no fueron por
su pérdida personal sino por la depravación de los israelitas. El pueblo de
Israel ha elegido rechazar a Dios. Aún en este período de sufrimiento había
esperanza. El Señor no sometería a disciplina a su pueblo para siempre. Él
eventualmente restauraría a aquellos que esperaron en Él.
Los
cinco capítulos de Lamentaciones son cinco poemas con el capítulo 3 como punto
central o como el clímax. Efectivamente, los primeros dos capítulos configuran
un «ascenso» o un crescendo hacia el clímax, la gran confesión de 3:23, 24. «Grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová».
Los últimos dos capítulos son un «descenso» o un decrescendo, desde la cumbre
del capítulo 3.
Los
capítulos 1 y 5 proporcionan un resumen del cerco y la caída de Jerusalén,
mientras que los capítulos 2 y 4 ofrecen descripciones más detalladas y
explícitas del desastre. El capítulo 3 se mueve desde una mezcla de lamento y
esperanza en los vv. 1-24 a una alabanza de brillante colorido al compasivo y
fiel Señor en los vv. 25-39. Esta es seguida por la confesión de los vv. 40-54
y la oración concomitante de los vv. 55-66. Luego, el capítulo 4 relaja la
intensidad emocional de los capítulos anteriores, describiendo en forma
desapasionada cómo el sufrimiento afectó a todas las clases de la población de
Jerusalén. El capítulo final es una oración que comienza con «Acuérdate, oh Jehová» (5:1) y termina
con «Vuélvenos, oh Jehová, a ti»
(5.21). De esta forma, el lamento de Jeremías se traslada desde el desconsuelo
a la alabanza y luego desde la alabanza a una oración por una renovación.
La
poética del libro realza su contenido y estructura. Los capítulos 1 al 4 están
compuestos como un acróstico de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Cada
verso o grupo de versos comienza con una palabra cuya letra inicial mantiene la
secuencia de las letras en el alfabeto hebreo. Esto sería similar a un poema en
español en el cual la primera línea comienza con A; la segunda con B, y así
sucesivamente. Uno de los propósitos de esta estructura probablemente fue
facilitar la memorización del pasaje. El acróstico también sugiere que el
escritor ha pensado el contenido hasta el final y está entregando una relación
completa del tema.
Al
igual que el Libro de Job, el Libro de Lamentaciones está dedicado al
sufrimiento humano. A diferencia de Job, Lamentaciones se enfoca en el
sufrimiento de la nación, específicamente, el sufrimiento de Judá. A medida que
se avanza, el libro emprende uno de los temas más penosos enfrentados por el
pueblo de Dios: ¿Cómo puede, el amor y la justicia de Dios reconciliarse con
nuestro dolor? Si Dios tiene el control de la historia, ¿cómo puede sufrir
tanto una nación, poco después que ha sido guiada por un líder tan piadoso como
el rey Josías y aquellos que participaron en aquel avivamiento? ¿Dónde estaba
Dios durante las amargas horas de su pueblo?
El
Libro de Lamentaciones ofrece algunas reflexiones prácticas sobre el propósito
y el resultado del sufrimiento. Más que dar una explicación del dolor, el libro
nos ayuda a enfrentarlo. Evitando modelos alegres, el Libro de Lamentaciones
proporciona un acompañamiento hacia aquellos que están sufriendo y siembra las
semillas de esperanza para reconstruir después que el sufrimiento ha terminado.
En
el fondo, la ira de Dios es una señal que Él maneja. La ira de Dios nunca es
caprichosa o irracional. Su disciplina es un signo de que Él no nos ha abandonado.
Incluso en la manifestación de su ira, Dios está aún lleno de su misericordia y
de su gracia. El faro, en el centro del desastre, se encuentra en 3:22-24.
Suceda lo que suceda, Dios permanece fiel. Su fidelidad es el más grande
consuelo para aquellos que sufren. Su compasión es nueva cada mañana.
Aunque
no se nombra ningún autor en el libro, el profeta Jeremías ha sido
tradicionalmente identificado como el escritor de Lamentaciones. En realidad,
algunas copias de la traducción de la antigua Septuaginta griega comienzan con
estas palabras: «Y sucedió, después que
Israel había sido llevado cautivo, y Jerusalén quedó desolada, que Jeremías se
sentó llorando y derramó estas lamentaciones sobre Jerusalén». El crédito
de Jeremías sobre Lamentaciones, se basa en las siguientes consideraciones: (1)
Jeremías fue conocido como un compositor de lamentos (2 Cr 36:25). (2) Jeremías
fue el profeta que lamentaba: «¡Oh, si mi
cabeza se hiciese aguas y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y
noche los muertos de la hija de mi pueblo!» (Jer 9:1). (3) En 3:1, el autor
parece identificarse con Jeremías cuando dice: «Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo».
Y (4) Existen varias similitudes lingüísticas entre Lamentaciones y Jeremías.
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