domingo, 27 de septiembre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) LAMENTACIONES.

El título de este libro procede de la versión griega del A.T. Libros-esda Septuaginta. Allí se denomina Zrénoi (cantos fúnebres, lamentaciones, endechas). Sin embargo, una tradición hebrea lo había titulado anteriormente con el término Qinot, que, al igual que el griego, significa llantos, lamentaciones, cantos de duelo por un muerto.

El libro de Lamentaciones revela el corazón quebrantado del profeta Jeremías. En una potente poesía, Jeremías expresa su aflicción por la tragedia nacional que se ha desarrollado ante sus ojos: Jerusalén, la Ciudad de Dios, ha caído ante los babilonios. Sin embargo, el llanto y las lágrimas de Jeremías no fueron por su pérdida personal sino por la depravación de los israelitas. El pueblo de Israel ha elegido rechazar a Dios. Aún en este período de sufrimiento había esperanza. El Señor no sometería a disciplina a su pueblo para siempre. Él eventualmente restauraría a aquellos que esperaron en Él.

Los cinco capítulos de Lamentaciones son cinco poemas con el capítulo 3 como punto central o como el clímax. Efectivamente, los primeros dos capítulos configuran un «ascenso» o un crescendo hacia el clímax, la gran confesión de 3:23, 24. «Grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová». Los últimos dos capítulos son un «descenso» o un decrescendo, desde la cumbre del capítulo 3.

Los capítulos 1 y 5 proporcionan un resumen del cerco y la caída de Jerusalén, mientras que los capítulos 2 y 4 ofrecen descripciones más detalladas y explícitas del desastre. El capítulo 3 se mueve desde una mezcla de lamento y esperanza en los vv. 1-24 a una alabanza de brillante colorido al compasivo y fiel Señor en los vv. 25-39. Esta es seguida por la confesión de los vv. 40-54 y la oración concomitante de los vv. 55-66. Luego, el capítulo 4 relaja la intensidad emocional de los capítulos anteriores, describiendo en forma desapasionada cómo el sufrimiento afectó a todas las clases de la población de Jerusalén. El capítulo final es una oración que comienza con «Acuérdate, oh Jehová» (5:1) y termina con «Vuélvenos, oh Jehová, a ti» (5.21). De esta forma, el lamento de Jeremías se traslada desde el desconsuelo a la alabanza y luego desde la alabanza a una oración por una renovación.

La poética del libro realza su contenido y estructura. Los capítulos 1 al 4 están compuestos como un acróstico de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Cada verso o grupo de versos comienza con una palabra cuya letra inicial mantiene la secuencia de las letras en el alfabeto hebreo. Esto sería similar a un poema en español en el cual la primera línea comienza con A; la segunda con B, y así sucesivamente. Uno de los propósitos de esta estructura probablemente fue facilitar la memorización del pasaje. El acróstico también sugiere que el escritor ha pensado el contenido hasta el final y está entregando una relación completa del tema.

Al igual que el Libro de Job, el Libro de Lamentaciones está dedicado al sufrimiento humano. A diferencia de Job, Lamentaciones se enfoca en el sufrimiento de la nación, específicamente, el sufrimiento de Judá. A medida que se avanza, el libro emprende uno de los temas más penosos enfrentados por el pueblo de Dios: ¿Cómo puede, el amor y la justicia de Dios reconciliarse con nuestro dolor? Si Dios tiene el control de la historia, ¿cómo puede sufrir tanto una nación, poco después que ha sido guiada por un líder tan piadoso como el rey Josías y aquellos que participaron en aquel avivamiento? ¿Dónde estaba Dios durante las amargas horas de su pueblo?

El Libro de Lamentaciones ofrece algunas reflexiones prácticas sobre el propósito y el resultado del sufrimiento. Más que dar una explicación del dolor, el libro nos ayuda a enfrentarlo. Evitando modelos alegres, el Libro de Lamentaciones proporciona un acompañamiento hacia aquellos que están sufriendo y siembra las semillas de esperanza para reconstruir después que el sufrimiento ha terminado.

En el fondo, la ira de Dios es una señal que Él maneja. La ira de Dios nunca es caprichosa o irracional. Su disciplina es un signo de que Él no nos ha abandonado. Incluso en la manifestación de su ira, Dios está aún lleno de su misericordia y de su gracia. El faro, en el centro del desastre, se encuentra en 3:22-24. Suceda lo que suceda, Dios permanece fiel. Su fidelidad es el más grande consuelo para aquellos que sufren. Su compasión es nueva cada mañana.

Aunque no se nombra ningún autor en el libro, el profeta Jeremías ha sido tradicionalmente identificado como el escritor de Lamentaciones. En realidad, algunas copias de la traducción de la antigua Septuaginta griega comienzan con estas palabras: «Y sucedió, después que Israel había sido llevado cautivo, y Jerusalén quedó desolada, que Jeremías se sentó llorando y derramó estas lamentaciones sobre Jerusalén». El crédito de Jeremías sobre Lamentaciones, se basa en las siguientes consideraciones: (1) Jeremías fue conocido como un compositor de lamentos (2 Cr 36:25). (2) Jeremías fue el profeta que lamentaba: «¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!» (Jer 9:1). (3) En 3:1, el autor parece identificarse con Jeremías cuando dice: «Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo». Y (4) Existen varias similitudes lingüísticas entre Lamentaciones y Jeremías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario