Libro del Antiguo Testamento. Muchas de las profecías de Amós amonestan a Israel y a las naciones circunvecinas a volver a la rectitud.
El
libro de Amós es tal vez el más conocido de los profetas menores, no en
detalle, pero sí por su tema de la justicia y por algunas de sus sorprendentes
metáforas. La figura de Amós, un pastor de ovejas de Judea con un mensaje
fuerte para Israel entregado a la sombra del templo pagano de Jeroboam en
Bet-el, nos atrae y exige nuestro respeto. En este libro podemos leer, igual
que lo hicieron los antiguos israelitas, una magistral creación literaria
entregada por Dios a través de un hombre del pueblo. Pero más importante,
leemos y escuchamos la Palabra de Dios resonando aún a través de los siglos con
claridad y fuerza.
La
apasionada preocupación de Dios por la justicia es el tema principal del libro
de Amós. Para Dios la justicia no es un asunto abstracto. Por el contrario, la
justicia es relacional: promueve buenas relaciones entre las personas y entre
grupos de personas. La injusticia quebranta las buenas relaciones y engendra
ira, hostilidad y violencia. Dios creó a la raza humana para disfrutar de una
buena relación con Él y con los demás, por lo tanto, la injusticia que engendra
enajenación en todas sus variantes le rompe el corazón a Dios.
La
renovada prosperidad de Israel producto de los éxitos de Jeroboam II atrajo
nuevas riquezas a las clases sociales más altas. Ellos empleaban dichas
riquezas para aumentar sus posesiones y para construirse grandes mansiones.
Violaban los derechos de los pobres y de los campesinos al quitarle a muchos
las tierras de sus antepasados. Mediante la provisión de Dios en el pacto con
Moisés, la clase campesina era la base de la sociedad israelita. Pero bajo el
gobierno de Jeroboam, esta clase social desapareció virtualmente. A medida que
los ricos se hacían más ricos, los pobres se hacían más pobres y más numerosos;
a muchos los vendieron como esclavos. La estructura social de Israel se volvió
completamente inestable.
El
propósito inmediato del ministerio profético de Amós fue llamar a los líderes
del Israel antiguo a arrepentirse y reformarse. Amós les advirtió que, si ellos
no hacían caso de su llamado, la injusticia hacia los pobres y los débiles
destruiría la nación. Dios no les permitiría continuar con su camino incorrecto
e injusto. Arrepentimiento o castigo justo eran las únicas alternativas. No es
casualidad que lo que siempre recordamos de Amós es su conmovedor llamado: «Pero corra el juicio como las aguas, y la
justicia como impetuoso arroyo» (5:24).
El
libro de Amós lleva el nombre del profeta que pronunció sus oráculos. Amós era
de Tecoa, un pueblo al borde del desierto de Judea, a unas cinco millas al
sudeste de Belén. Por lo escaso e incierto de las lluvias anuales, esta área
era más adecuada para criar ovejas y cabras que para cultivar granos. Amós
específicamente se llama a sí mismo un pastor de ovejas (1:1; 7:14, 15). El
término hebreo que se utiliza indica que Amós no era un pastor a contrata sino
más bien el dueño de uno o más rebaños de ovejas.
Amós
se describe a sí mismo como alguien que «[recoge]
higos silvestres» (7:14). La higuera silvestre produce miles de higos, muy
parecidos al higo común, pero más pequeños y no tan buenos. Antes de que la
fruta madurara debidamente, había que hacer una pequeña perforación en su piel
por la parte de abajo. Esta perforación se hacía a mano y era una tarea tediosa
y lenta. ¿Por qué tenía Amós que ocuparse de los higos silvestres? Judá
oriental, el oasis de Jericó, y la baja Galilea eran las regiones en las que
abundaban más las higueras silvestres. Los pastores debían traer sus rebaños a
una de estas regiones al final del verano, tras secarse los pastos del
desierto. Como era el tiempo de perforar los higos, los terratenientes podían
intercambiar derechos de pastoreo por mano de obra. Un pastor podía vigilar su
rebaño sentado en las amplias ramas de la higuera mientras perforaba las
frutas. Por lo tanto, Amós no era un hombre rico. Los criadores de ovejas
adinerados contrataban pastores para atender sus rebaños. Amós mismo iba detrás
de su rebaño (7:15) y cuando eso significaba perforar higos silvestres, él
perforaba higos silvestres.
Amós
profetizó durante el reinado de Uzías, rey de Judá, y de Jeroboam, rey de
Israel. Uzías fue rey de Judá del 792 al 740 a.C., aunque alrededor del 752 se
enfermó de lepra y compartía el poder con su hijo Jotam. Jeroboam II fue rey de
Israel desde el 792 al 753 a.C. Uzías y Jeroboam formaron una alianza durante
gran parte de sus reinados y juntos gobernaron por un breve período un área
casi tan extensa como el imperio de David y Salomón.
Cuando
se escribió, la profecía de Amós se fechó «dos años antes del terremoto» (1:1).
Es imposible precisar a cuál terremoto se refiere, ya que no hay otras
referencias históricas al respecto. Sin embargo, esta fecha junto con el
diálogo de Amós y Amasías, sacerdote del templo de Jeroboam en Bet-el (7:10-17),
indican que el período de actividad profética de Amós fue breve, a diferencia
de muchos de los otros profetas. Amós fue de Tecoa a Bet-el, pronunció sus
oráculos proféticos y regresó a casa. Posiblemente se quedó en Bet-el unos
pocos días solamente. Los oráculos pronunciados por Amós se deberían fechar
alrededor del 755-754 a.C. Jeroboam II murió dos o tres años después de la
aparición del profeta en Bet-el y comenzó la rápida caída de Israel. Unos
treinta años después, los asirios conquistaron Israel.
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