miércoles, 30 de septiembre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) MATEO.

Este evangelio fue escrito teniendo en mente a una audiencia judía, por lo cual contiene muchas referencias a las profecías del Antiguo Testamento que Jesús cumplió. Contiene al menos 129 citas o alusiones al  Antiguo Testamento. El objetivo de Mateo era demostrarles a los judíos que Jesús era efectivamente el Mesías que tanto habían esperado.

La sucesión a un trono es con frecuencia un tiempo de conflicto e incertidumbre. Absalón, el hijo de David, trató de usurpar el trono (2 S 15:1-18:18). La elección del sucesor de Salomón significó la pérdida de más de la mitad del reino en manos de un traidor (1 R 12:20). Manahem asesinó a su antecesor en Israel (2 R 15:14). La realeza es un asunto peligroso.

Esto no es menos cierto cuando el heredero es el Rey de reyes. Si alguna vez hubo una sucesión de alto riesgo, fue esta. Un Hombre afirma ser el Mesías de Israel; por supuesto todo Israel se sorprende y toma nota. Como es natural, Él debe probar sus credenciales porque, ¿quién quiere un impostor? El libro de Mateo presenta las credenciales de Jesús. Presenta a Jesús como el Rey, pero Rey de un reino completamente diferente: el Reino de los cielos.

El Evangelio de Mateo tiene muchos matices judíos. Por ejemplo, la expresión reino de los cielos aparece treinta y tres veces y el término Reino de Dios cinco veces. Ningún otro Evangelio pone tal énfasis en el Reino; la restauración de las glorias del reinado de David era la esperanza ardiente de muchos judíos de la época. Mateo identifica claramente a Jesús con esa esperanza al usar el título real: «Hijo de David» nueve veces en su Evangelio. Además, llama a Jerusalén: «Ciudad Santa» (4:5; 27:53) y «Ciudad del gran Rey» (5:35), formas exclusivamente judías de referirse a ella. Los judíos del primer siglo enfatizaban la justicia y Mateo usa las palabras justo y justicia con más frecuencia que los Evangelios de Marcos, Lucas y Juan combinados.

Además, Mateo discute temas como la Ley, la purificación ceremonial, el reposo, el Templo, David, el Mesías, el cumplimiento de las profecías del AT y Moisés desde un punto de vista judío. Contiene cincuenta y tres citas del AT y más de setenta alusiones a las Escrituras hebreas. En trece ocasiones el libro resalta que las acciones de Jesús eran un cumplimiento directo de profecías del AT. La genealogía del primer capítulo es reconociblemente judía, y remonta el linaje de Jesús a través de David hasta Abraham, el padre del pueblo judío. Además, el Evangelio menciona a los reyes judíos (2:1, 22; 14:1) y costumbres tales como el lavamiento ceremonial (15:2) sin ninguna explicación, lo que indica que Mateo esperaba que su audiencia predominantemente judía estuviera familiarizada con tales prácticas.

El Evangelio de Mateo cumple varios objetivos más allá de la presentación de una biografía de Jesús. Uno de los propósitos es probar a los lectores judíos que Jesús es su Mesías y Rey prometido. La genealogía del capítulo 1 señala al Cristo como el heredero de las promesas divinas hechas a David de una dinastía eterna. El uso de un conocido salmo mesiánico en Mateo 22:41-44 por parte de Jesús daba a entender claramente a cualquier judío que Él era el heredero del trono de David. Aun cuando muchos judíos del tiempo de Jesús estaban ciegos respecto a la identidad de Jesús, los gentiles (como los magos) lo identificaron como el rey prometido de Israel cuando era un bebé. Finalmente, el título que colgaron en la cruz sobre la cabeza de Jesús destaca con claridad su realeza: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS (27:37). Pero lo más importante, el libro de Mateo prueba la autoridad legítima de Jesús al destacar sus sabias enseñanzas y su vida justa (7:28, 29).

Otro propósito del libro es bosquejar las características del Reino de Dios, tanto para Israel como para la Iglesia. Los judíos ortodoxos normalmente se burlarían ante cualquier afirmación de que Jesús era su Mesías. Su respuesta sería: «Si Jesús es el Rey, ¿dónde está la restauración prometida del reino de Israel?» Muchos judíos del tiempo de Jesús lo rechazaron como Mesías, aun cuando Él y Juan el Bautista predicaron sin cesar que «el reino de los cielos se ha acercado» (3:2; 4:17; 10:7). Este rechazo a Jesús por parte de los judíos es un tema predominante en Mateo (11:12-24; 12:28-45; 21:33-22:14). Debido a este rechazo, Dios pospuso el cumplimiento de sus promesas a Israel y extendió sus bendiciones tanto a los judíos como a los gentiles en la iglesia.

Mateo es el único evangelista que habla directamente de la iglesia (16:18; 18:17). Señala la composición gentil de esta iglesia al incluir varias historias de la fe de los gentiles en Jesús: los magos, el centurión y la mujer cananea. Mateo registra la predicción de Jesús de que este evangelio será predicado a todas las naciones (24:14) y la comisión a sus seguidores de «hacer discípulos en todas las naciones» (28:19). Las enseñanzas de Jesús apuntaban a las bendiciones del Reino extendidas a los gentiles. Pero un día, Israel será restaurado a su lugar de bendición (Ro 11:25-27; 15:8, 9).

Un último propósito de Mateo es instruir a la Iglesia. Un indicio obvio de esto se encuentra en la Gran Comisión: «enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado» (28:20). El proceso de hacer discípulos incluye aprender de las palabras del Cristo, y el Evangelio de Mateo gira en torno a cinco discursos de Jesús (5:1-7:28; 10:5-11:1; 13:3-53; 18:2-19:1; 24:4-26:1). En lugar de enfatizar una narración de la vida de Jesús como hace Marcos, Mateo usa el elemento narrativo en su Evangelio como escenario para los sermones de Jesús.

Este Evangelio no nombra a su autor pero sí contiene algunas claves. El autor conocía la geografía de Palestina (2:1; 8:5; 20:29; 26:6). Estaba familiarizado con la historia judía, las costumbres, ideas y clases de personas. (1:18, 19; 2:1; 14:1; 26:3; 27:2). Conocía bien el AT (1:2-16, 22, 23; 2:6; 4:14-16; 12:17-21; 13:35; 21:4; 27:9). Y la terminología del libro sugiere que el autor era un judío de Palestina (2:20; 4:5; 5:35; 10:6; 15:24; 17:24-27; 18:17; 27:53).

Otros detalles apuntan específicamente a Mateo, el discípulo de Jesús, como el autor del Evangelio. Como publicano, Mateo sabía leer y escribir y estaba familiarizado con el método de llevar los registros de dinero. En conformidad con esto, este Evangelio contiene más referencias a dinero que cualquiera de los otros. Además, la ciudad de Mateo era Capernaum, una aldea a la que se presta especial atención en este Evangelio. Es común que las veces que se menciona a Capernaum se agregue alguna descripción especial (4:13; 11:23).

Mateo escribió su Evangelio antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Describe a Jerusalén como la «Ciudad Santa» por lo tanto, todavía estaba en pie (4:5; 27:53), y habla de las costumbres de los judíos como que siguen «hasta el día de hoy» (27:8; 28:15). Además, cuando Mateo escribe las palabras de Jesús que anuncian la destrucción de Jerusalén (narradas en 24:2) no incluye ningún indicio que ya hubiera ocurrido. A la luz de todo esto, es razonable concluir que el libro fue escrito en algún momento entre los años 50 y 60 d.C.

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