domingo, 27 de septiembre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) OSEAS.

Profeta del Antiguo Testamento que profetizó en el reino del norte de Israel durante la última parte del reinado de Jeroboam . Vivió durante un período de decadencia y ruina nacional, lo que fue el resultado de la iniquidad de Israel.

Al igual que otros antes y después de él, Oseas descubrió que ser profeta tenía sus peligros. En algunas ocasiones el Señor exigió a sus profetas que realizaran tareas difíciles e incluso ser objeto de lecciones humillantes para complementar sus mensajes. Al comienzo del ministerio profético de Oseas, el Señor le dijo que se casaría y le anunció que la novia elegida sería infiel a sus votos matrimoniales. Este adulterio ilustraría vívidamente la infidelidad de Israel hacia su pacto con Dios.

Oseas escoge como esposa a Gomer, la hija de Diblaim; tuvieron tres hijos y cada uno recibió un nombre simbólico de parte del Señor. El nombre del hijo primogénito Jezreel era un recordatorio de las atrocidades que habían ocurrido en Jezreel. Dios juzgaría muy pronto a Israel por estos pecados, por medio de una derrota militar en esta misma ciudad. El nombre de su hija Lo-ruhama, que significa «no compadecida», anunciaba que el Señor retiraría de manera temporal su amor a Israel. El nombre del tercer hijo Lo-ammi, que significa «no pueblo mío», anticipaba la drástica ruptura de la relación de pacto del Señor con su pueblo.

A causa de los adulterios de Gomer, el matrimonio se desintegró y ella se convirtió al final en la esclava o concubina de otro hombre. Sin embargo, Dios le da instrucciones a Oseas de tomarla otra vez como esposa. El acto de misericordia de Oseas hacia su esposa fue una imagen impresionante del gran amor del Señor hacia Israel.

Oseas comenzó a profetizar durante un período de gran prosperidad. Jeroboam había extendido las fronteras de Israel por medio de varias operaciones militares (2 R 14:24, 28). En el sur, Uzías había fortalecido las fuerzas armadas de Judá y derrotó a las naciones enemigas (2 Cr 26:1-15). A pesar de los triunfos externos de las dos naciones, se vislumbraban problemas en el horizonte. Como bien lo expone el libro de Oseas, la idolatría —especialmente el culto al dios cananeo Baal— se extendió por el reino del norte. El asesinato de Zacarías, hijo y sucesor de Jeroboam, en el 753 a.C., marcó el fin de la dinastía de Jehú e introdujo una nueva era de confusión política.

Peor todavía, el poderoso imperio asirio, luego de varias décadas de decadencia, una vez más fue derrotado y dirigió su mirada hacia el oeste. Durante la segunda mitad del siglo VIII a.C., Asiria redujo a Israel a un estado tributario (tuvo que pagar un tributo regular a Asiria), luego a un estado marioneta (regido por un rey elegido por Asiria), y finalmente a una provincia (regida por un gobernador asirio). Judá también cayó en decadencia espiritual y se dividió por motivos políticos. El rey Acaz rechazó la oferta de Isaías de protección divina, en cambio se aventuró en una política a favor de Asiria que facilitó la toma de los estados palestinos por parte de los asirios, redujo a Judá a un estado tributario y drenó la riqueza económica de la nación.

El libro de Oseas fluctúa entre el juicio y la salvación. Cada una de las cinco partes del libro comienza con una nota amarga pero concluye con una afirmación positiva del compromiso de Dios con su pueblo y la esperanza de que Él los restituya. Como profeta y poeta, Oseas utiliza un caudal de técnicas retóricas y poéticas para comunicar su mensaje de una manera memorable y persuasiva. Recurre a una gran variedad de metáforas para describir un inmenso surtido de temas, que incluyen: la ira de Dios, el juicio, la devoción y el amor; así como la obstinación y terquedad de Israel. Oseas emplea imágenes que eran familiares para sus contemporáneos y muchas de ellas se relacionaban con la agricultura y la naturaleza. Oseas presenta algunas de las ilustraciones más conmovedoras, aterradoras y estimulantes de toda la Biblia.

El propósito de Oseas era denunciar el pecado, advertir sobre el juicio inminente y asegurarle al fiel que el amor de Dios triunfaría al final. Israel, el reino del norte, es el enfoque principal de la profecía de este libro. Oseas acusa a la nación de ser infiel a sus votos, tal como su esposa adúltera había sido desleal a los suyos. Al participar en los ritos paganos del baalismo el pueblo violó su pacto con el Señor. Dios no tolera esta rebelión y se preparó para dejar caer sobre Israel los juicios advertidos en el pacto (Dt 28:15, 68). El propósito de Dios, sin embargo, no fue sólo punitivo; estos severos juicios tenían la intención de que Israel entrara en razón. Oseas proclamó que finalmente el Señor restauraría el pacto con su pueblo y otra vez derramaría sus bendiciones sobre ellos.

La relación de pacto entre Israel y Dios es el centro del mensaje de Oseas. Dios liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, los estableció como nación y se deleitó en ellos. Él buscaba una respuesta favorable a su amor y obediencia hacia los mandamientos que había dado para regular la adoración del pueblo y sus actividades diarias. No obstante, Israel fue una nación ingrata, se volvió a otros dioses, violó los parámetros sociales y religiosos de su pacto con Dios y formó alianza con las naciones que la rodeaban.

Cuando Dios establece una relación de compromiso, demanda absoluta lealtad. A través de Oseas, Dios anunció que usaría juicios severos para despertar a su pueblo del letargo espiritual y captar su atención. Este juicio tomaría forma de sequía, invasión y exilio. Aunque la severidad del poderoso juicio de Dios pudiera dar la impresión de que Israel fue abandonado para siempre, el Señor tenía la intención de restaurar a su pueblo. Cuando Israel se arrepintió de sus pecados, Él los regresa a su tierra, reúne al norte y al sur bajo un reinado davídico ideal y restaura sus ricas bendiciones.

El libro de Oseas nos ofrece una clara y equilibrada imagen de Dios. Él ama a su pueblo y desea relacionarse en forma íntima e intensa con ellos. Es celoso de su cariño y no tolera rivales. Cuando pecan, los disciplina tan severamente como sea necesario. Aunque los celos de Dios pueden parecer inapropiados y su disciplina cruel, esta respuesta divina hacia el pecado de su pueblo es en realidad un testimonio de su amor y compromiso. Dios no permitirá que nada arruine el pacto que estableció y hará todo lo necesario para preservarlo. Al final, su devoción y misericordia triunfarán y su pueblo recobrará la razón y le dará el amor que Él anhela fervientemente.

Oseas, hijo de Beeri, profetizó durante el siglo VIII a.C. Su ministerio comenzó cuando Uzías (Azarías) era rey de Judá (792-740 a.C.) y Jeroboam II era rey de Israel (792-753 a.C.). La carrera profética de Oseas abarcó los períodos de los reyes judíos Jotam (752-736 a.C.) y Acaz (736-720 a.C.) y finalizó durante el gobierno de Ezequías (729-699 a.C.) Oseas también testificó durante los reinados de los últimos seis reyes de Israel, aunque no los mencionó en sus profecías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario