Profeta que escribió el libro de Ezequiel, del Antiguo Testamento. Fue sacerdote de la familia de Sadoc y uno de los cautivos judíos a quienes prendió Nabucodonosor. Se estableció en Babilonia junto con los exiliados judíos y profetizó durante un período de 22 años, desde 592 hasta 570 a.C.
El
profeta Ezequiel tuvo el grato trabajo de proclamar los mensajes de Dios por
las multitudinarias y hostiles calles de Babilonia. Al mismo tiempo que
Jeremías advertía a los ciudadanos de Jerusalén sobre la venidera destrucción
de la ciudad santa, Ezequiel predicaba el mismo mensaje a los cautivos en
Babilonia. Aunque estos deportados estaban a cientos de kilómetros lejos de la
tierra prometida y del Templo, Dios no los abandonaría en medio de las
tinieblas. En cambio, envió a Ezequiel a advertir, exhortar y consolar a los
abatidos cautivos.
A
diferencia de la mayoría de los libros proféticos, Ezequiel presta atención
considerable a la cronología y las fechas exactas por todo su libro. Ningún
otro profeta proporciona tantas fechas (trece). Es posible encontrar en
Ezequiel fechas precisas sobre muchos sucesos gracias a las fechas
arqueológicas y las investigaciones más recientes en los sistemas de calendarios
del antiguo Oriente Medio.
La
clave para fechar el comienzo de la información cronológica y otras fechas
específicas de Ezequiel es la referencia en Ez 1:2 al «quinto año de la deportación del rey Joaquín». En 2 R 24:12, esta
deportación va paralela con «el octavo
año» del reinado de Nabucodonosor o 597 a.C. Ezequiel comenzó a profetizar
en 593 a.C. llamando la atención al cautiverio babilónico de Judá y terminó en
571 a.C. con un mensaje sobre el juicio venidero de Dios sobre Egipto por mano
del mismo monarca babilónico.
Ezequiel
profetizó durante cuatro períodos diferentes: 593-588 a.C. (1:1; 25:17);
587-585 a.C. (26:1; 29:16; 30:20; 39:29); 573 a.C. (40:1-48:35); y 571 a.C.
(29:17; 30:19). En total, Ezequiel profetizó de 593 a 571 a.C., un período de
veintidós años rodeando la culminante caída de Jerusalén en 586 a.C.
Durante
la vida y el ministerio de Ezequiel, Israel (el reino del norte) estuvo
corrompido en sentido político y espiritual. Su idolatría lo llevó al
cautiverio asirio en 722 a.C. En ese tiempo, la gobernación de Judá (el reino
del sur) fue justa; pero al final también cayó en la idolatría de las naciones
vecinas, aunque experimentó breves restablecimientos. El pueblo rehusó escuchar
los recordatorios de los profetas sobre las maldiciones y bendiciones
prometidas por Dios en el pacto con Moisés. Ezequiel profetizó que vendrían
catástrofes y cautiverio para Judá y Jerusalén. Aunque también llevaba un
mensaje de Dios relativo a la consiguiente restauración y renovación, basado en
la fidelidad de Dios a las promesas de todos los pactos hechos con su pueblo
desde el pacto abrahámico.
Al
hablar a sus compatriotas cautivos en Babilonia, Ezequiel experimentó y utilizó
visiones (caps. 1-3; 8-11; 37; 40-48). Estas visiones son similares en
estructura a las «visiones en sueños»
conocidas de la literatura mesopotámica de los siglos séptimo y sexto a.C.
Estos textos tienen dos secciones importantes: (1) Una introducción a la escena
y la situación general, incluyendo el tiempo, lugar, circunstancias y las
personas involucradas; y (2) una descripción de la visión. En los capítulos 37
y 40-48, Ezequiel utiliza tal formato para introducir visiones apocalípticas,
revelaciones que describen simbólicamente el fin de los tiempos. Viviendo en
Babilonia, Ezequiel y sus oyentes estaban familiarizados con este tipo de
literatura.
En
otras partes, Ezequiel emplea temas e ilustraciones de la literatura y vida
religiosa de las sociedades cuyos juicios él predijo. Típicamente, las naciones
bajo el juicio de Dios eran las que habían maltratado a Israel o que lo
llevaron a la adoración de ídolos. Los cautivos y aquellos israelitas que aún
vivían en Judá conocían el comportamiento religioso y las creencias de sus
vecinos y no se confundirían con el lenguaje del profeta. Además de las
visiones y los temas religiosos, Ezequiel usa varias técnicas literarias para
comunicar los mensajes de Dios a los cautivos: prosa y poesía, parábolas y
proverbios, lamentaciones y endechas, alegorías y juegos de palabras.
Ezequiel
ministró en Babilonia, Tel-Aviv cerca del río Quebar. Está en la parte sur
oriental del moderno Irak, al noroeste del golfo Pérsico. Los babilonios
establecieron a los judíos cautivos en esta región para colonizarlos. El
ministerio de Ezequiel se dirigió principalmente a los judíos deportados de
Judá por los babilonios y a cualquier otro israelita que siguiera cautivo
debido a las deportaciones previas por los asirios. Aún sus mensajes tenían
gran importancia práctica e instructiva para los hebreos que quedaban en Israel
y para las naciones paganas de los alrededores cuyo futuro Ezequiel previó.
Aunque fue transportado a Jerusalén por una visión (caps. 8 y 11), aquellas
revelaciones siempre fueron para su beneficio y para aquellos a quien él les
habló en el cautiverio.
Los
oráculos de Ezequiel relativos a la calamidad nacional, incluían advertencias
de enfermedades, muerte, destrucción, y deportaciones. Aunque, debido a las
promesas incondicionales de Dios y mediante el arrepentimiento del pueblo, las
bendiciones materiales y espirituales de Dios volverían al pueblo. El propósito
de Ezequiel era recordar al pueblo de Dios su infidelidad espiritual (cap. 16)
y la fidelidad de Dios a sus propias promesas. Ezequiel mostró al pueblo cómo
el juicio era el resultado natural de la ira de un Dios santo contra el pecado.
También era el medio de un Dios amoroso para disciplinar a su pueblo: corregir
sus creencias, redirigir su conducta, y restablecer el compañerismo íntimo
entre él y el pueblo. Así Ezequiel predicó a los cautivos el juicio inminente
de Dios y la necesidad de arrepentirse en sentido nacional e individual.
El
libro de Ezequiel recalca el último objetivo de la compasión y el castigo de
Dios: «conocerán que yo soy Jehová». Esta frase enfatiza que el propósito de
las acciones de Dios siempre será causar la renovación espiritual de todo el
pueblo. Ezequiel enseña la responsabilidad del pecado individual y en conjunto
ante Dios (caps. 18 y 23). Aunque los temas sobre idolatría, injusticia social,
inmoralidad pública y privada, el juicio inminente y las bendiciones futuras de
restauración y redención no son privativas de Ezequiel, sus profecías
relacionan estos temas con la centralidad del Templo y la influencia del
sistema de sacrificios en la vida de Israel. Las desobediencias pasadas y las
corrupciones de los sacerdotes y el pueblo habían llevado a la dispersión de
este y lo llevaría a más juicios (caps. 4-32). La conducta del pueblo estaba
conectada intrínsecamente con su forma de acercarse a Dios en adoración. El
culto poco sincero lo llevó a una conducta inmoral y a juicio; la adoración
apropiada del Dios vivo lo dirigió a un comportamiento moral y bendiciones.
Aunque al final, Ezequiel concluye con las consoladoras noticias que llegará el
día en que el gobierno de Dios y su justicia práctica volverán con un nuevo
templo y ciudad y una nación y tierra renovadas (caps. 33-48).
Ezequiel
recibió e informó las revelaciones del Dios vivo mientras estuvo cautivo en
Babilonia durante 593-571 a.C. Todo lo que se conoce de este solitario profeta
viene de su profecía escrita, y no existe más información convincente para
aceptar otro autor que no sea el que se nombra en el libro: Ezequiel hijo de
Buzi (un sacerdote) que fue llevado cautivo con Joaquín y otros judíos en 597
a.C.
Como
venía de una familia sacerdotal, Ezequiel era sacerdote y también profeta. Por
lo tanto, estaba muy bien familiarizado con las leyes y rituales levíticos así
como con el Templo y sus regulaciones, lo que se hace evidente cuando escribe
sobre su visión apocalíptica del futuro templo mesiánico. Además, poseía un
conocimiento detallado del pacto de Moisés, incluyendo las exigencias éticas,
morales y espirituales de la revelación de Dios y los resultados inevitables de
obedecer o desobedecer la ley de Dios. Aunque su auditorio de cautivos estaba
alejado del Templo, el sacerdocio, y sus fiestas y ceremonias relacionadas, el
profeta Ezequiel no les informó sólo esos detalles, sino también la importancia
de obedecer la ley de Dios y de buscarlo a Él.
El
libro de Ezequiel muestra que era casado (Ez 24:15-18) y tenía una casa (Ez
3:24; 8:1). En resumen, disfrutó de una gran cantidad de libertad en el
cautiverio. Los babilonios no habían capturado a los judíos para hacerlos
esclavos en su país; al contrario, querían desplazar a la población de Israel,
especialmente su gobernación y nobleza, y establecer sus propios ciudadanos y
otros extranjeros en la tierra. Por su personalidad y habilidades, parece que
Ezequiel era bastante elocuente, inteligente y persuasivo. Era una persona que
podía aguantar gran oposición por obedecer los mandatos de Dios en su vida.
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