El evangelio de Marcos es el relato de la vida, el ministerio, los milagros, y las palabras de Jesucristo. El contraste con Mateo, el cual primeramente presentó a Jesús como el “Mesías”, Marcos enfatiza la servidumbre del Señor.
El
evangelio de Marcos es único. No es una biografía de Jesús, como Mateo o Lucas,
puesto que no recrea su historia familiar o su carrera. En lugar de esto, este
libro es un registro de hechos y hazañas de Jesús. Presenta a Jesús como Rey
salvador, que vence a los demonios, la enfermedad y la muerte. El énfasis en
las poderosas y milagrosas obras de Jesús hace que este Evangelio esté lleno
acción, sea fresco y vívido.
Marcos
usa siempre el tiempo presente para crear la impresión del relato de un testigo
ocular, del tipo presentado por un reportero desde el lugar de los hechos. Y,
como un reportero, habla directamente al lector.
Usa
preguntas retóricas que los lectores, probablemente, habrían hecho por sí
mismos, tales como: «¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?»
(4:41). A veces se dirige a su público con palabras de Jesús. «Y lo que a ustedes
digo, a todos lo digo: «¡Estén alertas!» (13:37).
Marcos
quiere transformar a los creyentes con su reportaje, no informarlos
simplemente. Además, sus relatos de primera mano dan detalles importantes: las
respuestas emocionales de Jesús y otros, el tamaño de las multitudes y sus
reacciones y el aspecto de los hombres y las mujeres. El relato del endemoniado
gadareno es un ejemplo de la atención que Marcos presta al detalle. Usa veinte
versículos para contar la historia, mientras Lucas usa catorce y Mateo
solamente siete. Sin embargo, el Evangelio de Marcos es el más conciso de
todos, porque omite los discursos más largos de Jesús. En general, Marcos
presenta al Jesús que obra milagros, no al Jesús que enseña.
Marcos
escribe para los cristianos gentiles, especialmente para los romanos. Esta
conclusión se basa en diversos hechos: (1) Marcos supone algún conocimiento
previo de la fe cristiana por parte de sus lectores. Juan el Bautista, el bautismo
y el Espíritu Santo (1:4, 5, 8) se mencionan sin comentario. (2) No supone el
conocimiento de las Escrituras judías. Cita directamente un pasaje del Antiguo
Testamento solamente (1:2-3). (3) Además, regularmente explica las costumbres
judías y la geografía (7:2-4; 13:3; 14:12). (4) Finalmente, Marcos omite, a
propósito, la prohibición de Jesús de predicar a los samaritanos y gentiles
(6:7-11; cf. con Mt 10:5, 6).
Los
lectores gentiles de Marcos enfrentaban persecuciones y martirio. Les escribió
su Evangelio para fortalecer y guiar a los creyentes romanos a lo largo de las
terribles persecuciones de Nerón. En primer lugar, sus lectores necesitaban
saber que Jesús también había sufrido. Pero también necesitaban saber que
Jesús, después de sufrir, había triunfado sobre el sufrimiento y la muerte. El
Jesús sufriente era además el Hijo de Dios (1:1, 11; 14:61; 15:39), el Hijo del
Hombre (2:10; 8:31; 13:26), el Cristo (Mesías) (8:29) y el Señor (1:3; 7:28).
Después de la muerte de Pedro y de otros testigos oculares de la vida de Jesús,
era necesario escribir el mensaje del evangelio. Marcos escribió la historia
para verificar estas verdades y proveer un instrumento para transmitirlas a las
nuevas generaciones de creyentes.
Marcos
presenta a Jesús, el personaje principal de su relato lleno de acción, en trece
vívidos versículos. En la introducción, entreteje la expectación («Preparen el
camino del Señor», 1:3) con el conflicto (Satanás tienta a Jesús en el v. 13).
En la extensa sección que sigue (1:14-8:30) el conflicto crece, como en las
tragedias griegas. Jesús tiene éxito, pero también hay una creciente
hostilidad. El triunfo y el conflicto aparecen lado a lado. Esta larga sección
culmina cuando Pedro y los demás discípulos reconocen a Jesús como el Mesías
(8:29).
En
la sección siguiente (8:31-15:47), Marcos describe el resultado final para el
Mesías: la pasión y muerte de Jesús. Primero, Jesús anuncia su muerte venidera
a sus discípulos (8:31; 9:31; 10:33) y los prepara para cuando ocurra. Luego,
viaja a Jerusalén donde se le juzga y le dan muerte. Pero en el epílogo (16:1-20)
queda en claro el propósito de su muerte. El drama llega a una entusiástica
conclusión cuando el Cristo resucita de entre los muertos y anima a sus
seguidores. Este es el Evangelio de Marcos, las buenas nuevas de Jesucristo.
El
principal informante de Marcos fue Pedro. En efecto, el bosquejo de los
acontecimientos en el Evangelio de Marcos sigue en forma precisa el bosquejo
del sermón de Pedro ante Cornelio en Cesarea (Hch 10:34-43; cf. con Hch 13:23-33).
La predicación oral en esa época, como el sermón de Pedro, usaba estilos y
técnicas retóricas establecidas para ayudar en la instrucción y la memoria; el
Evangelio de Marcos refleja estos estilos orales. Además, Justino Mártir, que
escribe hacia el año 150 d.C. en Roma, confirma que Marcos escribió el recuerdo
que Pedro tenía de los acontecimientos. Él citó Marcos 3:17 como parte de las
«memorias de Pedro». Además de narrar las memorias de Pedro, puede que Marcos
haya agregado sus propias memorias y haber consultado otros documentos.
La
mayoría concuerda que Marcos escribió su Evangelio en Roma bajo la supervisión
de Pedro. Un documento del siglo II, llamado El prólogo de Marcos, afirma que
el Evangelio se redactó en Italia. Además, Ireneo, que escribe hacia el año 180
d.C., afirma específicamente que fue en Roma. Dado que Marcos estuvo en Roma
con Pablo, alrededor de los años 60-62 d.C., y puede que haya regresado a
petición de Pablo en el año 65 (2 Ti4:11), hay pocas razones para dudar de esta
evidencia.
Diversas
fuentes antiguas de importancia, incluyendo el Prólogo Antimarcionita e Ireneo,
afirman que Marcos escribió su Evangelio después de la muerte de Pedro. En
efecto, Ireneo lo fecha después de la muerte de Pedro y de Pablo, hacia el año
67 d.C.
Sin
embargo, Clemente de Alejandría y Orígenes, que escriben pocos años después de
Ireneo, insisten en que Pedro vivía aun mientras Marcos escribía su libro.
Además, una tradición posterior registrada por Eusebio hacia el año 340 d.C.,
afirma que fue escrito más temprano, durante el reinado de Claudio (41-54
d.C.). Finalmente, una inscripción en manuscritos posteriores fecha la
redacción de Marcos en una fecha aún anterior, alrededor de 39-42 d.C. Sin
embargo, estas fechas más antiguas parecen dudosas porque (1) Marcos
probablemente no había escrito el Evangelio antes de su fallido primer viaje
misionero; (2) Pedro probablemente no haya estado en Roma hasta después del año
60 d.C. y (3) La Epístola de Pablo a los Romanos (alrededor de 56-57 d.C.)
saluda a muchos creyentes, pero no menciona ni a Marcos ni a Pedro.
El
estimado más racional ubicaría la obra de Marcos en algún tiempo después de la
muerte de Pedro en el 64 ó 65 d.C., pero antes de la destrucción de Jerusalén
en el 70 d.C. En todo caso, el Evangelio de Marcos fue escrito a sólo unas tres
o cuatro décadas después de los hechos que narra.
El
Evangelio de Marcos no identifica a su autor. Sin embargo, numerosos documentos
de la iglesia primitiva señalan unánimemente a Marcos como su autor. Papías,
obispo de Hierápolis (140 d.C.), afirma que Marcos, como intérprete de Pedro,
escribió un Evangelio muy fidedigno. El Prólogo romano para Marcos, de 160-180
d.C., también nombra a Marcos como su autor, e Ireneo, en Francia alrededor del
año 180 d.C., afirma que Marcos escribió la predicación de Pedro. Esto lo
repiten Tertuliano y Clemente de Alejandría, ambos del norte de África hacia el
año 200 d.C.
Marcos
se menciona diez veces en el Nuevo Testamento. Su nombre judío era Juan (Hch
13:5, 13), pero su nombre romano era Marcos (Hch 12:12, 25; 15:37). Vivía en
Jerusalén y era sobrino de Bernabé (Col 4:10). Podría ser el joven que se
cubría con una sábana en el arresto de Jesús (14:51, 52), porque solamente su
Evangelio menciona este incidente, que ocurrió después que todos los discípulos
habían huido. El hecho de que Pedro anunciara su escapada milagrosa de la
cárcel en casa de María, la madre viuda de Marcos (Hch 12:12), indica que
Marcos tenía un contacto significativo con Pedro y con los demás líderes de la
iglesia de Jerusalén.
En
el año 46 d.C., Marcos pasó algún tiempo con Bernabé y Saulo en la iglesia de
Antioquía antes de acompañarlos como ayudante en el primer viaje misionero. Sin
embargo, el inesperado abandono de la expedición, hizo que Pablo perdiera la
confianza en él (Hch 15:37-39). Pero más tarde, Marcos continuó su actividad
misionera en Chipre junto a Bernabé.
Hacia
los años 60-62 d.C., Pablo nuevamente puso su confianza en Marcos y lo saluda
como colaborador (Col 4:10, 11; Flm 24). Además de ayudar a Pablo y a Bernabé,
Marcos ayudó a Pedro en «Babilonia» (1 P 5:13). Finalmente, Pablo, mientras
estaba preso, le pidió a Marcos que fuera a Roma para ayudarle (2Ti 4:11).
Estas breves referencias positivas a Marcos en el Nuevo Testamento indican que
él sirvió fielmente a Dios como misionero y asistente apostólico a lo largo del
período.
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