domingo, 11 de noviembre de 2018

H9- Introdúzcase en la batalla



A inicios de la Guerra Civil norteamericana la actitud general entre los del norte era cualquier cosa menos realista. Se sabe de muy buena tinta que hubo multitudes de civiles que siguieron a las tropas a la primera gran batalla, llevando cestas para el almuerzo, preparados para una excursión, de la misma manera en que nosotros lo haríamos para ver un partido de fútbol o de béisbol. Esperaban disfrutar de un buen espectáculo antes de recoger sus cestas y regresar a casa.El concepto de una verdadera guerra no entraba en sus mentes, y pocos tenían alguna idea del dolor y el sufrimiento que sobrevendrían en los años siguientes. Aún no había comenzado la cruda realidad de vidas truncadas y soldados inválidos; la noción errónea de la mayoría era que los sureños empacarían sus cosas y se volverían a casa apenas se oyeran los primeros disparos.


Hacía calor el día en que los soldados del norte marcharon hacia el primer enfrentamiento y muchos empezaron a dejar su equipo a un lado porque les resultaba molesto cargarlo con tanto calor. Hubo soldados que llegaron a la línea de batalla sin pertrechos y otras cosas necesarias para la lucha. Muchos caminaban a su ritmo en lugar de mantenerse unidos a sus compañías.

Durante ese primer enfrentamiento, las tropas del norte sufrieron una derrota aplastante porque no se habían preparado para una verdadera batalla. Se le prestó muy poca atención a la verdadera preparación o disciplina militar, y la estrategia se limitó simplemente a «presentarse y ganar la batalla».

Esta descripción es más ilustrativa de lo que queremos reconocer, o sea, la forma en que muchos cristianos piensan en cuanto a la guerra espiritual. Descuidan la preparación adecuada; no están listos con el armamento apropiado; y no entienden, o no quieren aceptar, el concepto de la autoridad espiritual que deben ejercer sus comandantes (es decir, sus pastores y líderes). ¿Cómo se supone que deben prepararse los cristianos para la guerra? El Salmo 5 ofrece una vívida descripción de la preparación para la batalla en oración. Estudie la siguiente sección para saber cómo espera Dios que usted se prepare para las batallas que tendrá que afrontar.

En el Salmo 5.2, 3, ¿cómo empieza el salmista sus días?

Observe en los versículos 46, cuando dirige sus plegarias al Señor, los fundamentos a que alude el salmista para pedir la derrota de los enemigos que debe enfrentar.

Analice los versículos 712. Teniendo en cuenta que esta canción es una plegaria dirigida al Señor en ocasión de tener que enfrentar al enemigo, observe las siguientes formas:

(a) el guerrero ora pidiendo protección y ayuda.

(b) se disciernen el carácter y la táctica del enemigo.

(c) se solicita el modo específico de derrotar al enemigo.

Ahora, practique estas ideas en una situación que conozca en el contexto actual de nuestra sociedad.

Guíame, ˓arak. Disponer, poner en orden (en una gran variedad de aplicaciones). Colocar o ubicar (a uno mismo o a la tropa) en orden de batalla; ordenar, comparar, dirigir, evaluar, estimar, calcular, acompañar (en la guerra), suplir, manejar, reunir (en la lucha), constituir, preparar. La gama de traducciones posibles de esta palabra resulta particularmente significativa en el contexto de esta lección, ya que indica los muchos aspectos que requieren preparación para la guerra espiritual.

La palabra hebrea ˓arak, «dirigir», se usa en los siguientes pasajes en relación con la lucha. En cada caso indicamos el término que se ha usado para traducir de el hebreo ˓arak.Tomando en cuenta el contexto del Antiguo Testamento, donde las batallas se libraban entre el pueblo de Dios y sus enemigos, podemos deducir principios orientadores. Tome nota de las verdades que vaya descubriendo a medida que observe esta palabra en otros contextos. Relacione dichas verdades con lo que sus oraciones tienen que lograr en la esfera espiritual cada día. (La frase después de cada cita es la manera en que se ha traducido en cada caso la palabra ˓arak.)

Levítico 6.12 (y acomodará)

Levítico 27.8 (fijará el precio)

Jueces 20.22 (ordenar la batalla)

1 Samuel 17.8 (puesto en orden de batalla)

2 Samuel 10.910 (se puso en orden de batalla; lo alineó)

1 Crónicas 12.33 (prontos para la guerra)

Jeremías 46.3 (preparad)

Atalaya, tsaphah. Vigilar, mirar a la distancia, espiar, resguardar, reconocer algo, especialmente si se relaciona con algo peligroso para advertir a los que pudieran ser afectados. Este verbo aparece 80 veces. A menudo es traducido como «centinelas», refiriéndose a los guardias reales (1 S 14.16), o a aquellos que vigilan desde una torre en las murallas de una ciudad (2 A 9.17, 18). En otras ocasiones, son los centinelas espirituales, o los profetas, los que vigilan, ven el peligro y lo comunican al pueblo (véanse Is 52.8; Jer 6.17).1 En esta lección se demuestra una actitud expectante hacia la respuesta del Señor a la oración, estar alerta y esperar dicha respuesta, juntamente con el cuadro de un atalaya o explorador que va en busca de información necesaria para la estrategia de la batalla.

La «espera» en oración se puede cumplir mediante una actitud atenta a los acontecimientos que ocurren en la sociedad que nos rodea, y más que una mera «charla» sobre hechos políticos, internacionales o sociales que nos afligen, se trata de orar con fe y poder. La «espera» en oración también se lleva a cabo aguardando en el Señor y permitiendo que el Espíritu Santo hable a nuestro corazón y nos dé la orientación y el discernimiento respecto a individuos o a circunstancias difíciles.

A la luz del análisis que acabamos de hacer de los términos, disponga su corazón para reflexionar sobre los siguientes asuntos con una actitud receptiva.

1. Dedique un momento para identificar los aspectos relacionados con la preparación en su propio estilo de vida. ¿Cómo se prepara espiritualmente para los acontecimientos de cada día?

2. ¿Cómo ora respecto a los hechos que se avecinan en su vida?

3. Dedique un momento a considerar el contenido de sus oraciones. ¿Son comúnmente generales o especificas? ¿Tienden a ser desprovistas de emoción, efectuadas como una obligación ritual o expresan un anhelo apasionado y compasivo? ¿Se descubre con frecuencia a sí mismo preocupado por solicitudes personales, orando según sus preferencias personales, o busca sinceramente discernir la voluntad de Dios en cada asunto por el que ora?

4. ¿Tiene un plan o una estrategia para su tiempo de oración o comienza ese período espontáneamente, sin mayor reflexión previa?

5. ¿Cómo se prepararía para un tiempo determinado de oración intercesora, con un enfoque concreto?

Un honor por el que vale la pena luchar

En la Edad Media los caballeros lidiaban por cuestiones de honor. En tiempos de la colonia los duelos se libraban con espadas o pistolas; más tarde, un tiroteo en alguna polvorienta calle del lejano oeste decidía la cuestión, pero las razones eran siempre las mismas. Para algunos, una simple ojeada era razón suficiente para matar, mientras que otros lo hacían sólo como un acto de defensa o para proteger a sus seres queridos del peligro.

Ya sea en un enfrentamiento tribunalicio, una batahola en el oeste americano o un tiroteo al estilo moderno, tirando desde un vehículo, los seres humanos siguen peleando para defender su honor, no importa lo erradas que sean sus motivaciones. La ofensa del honor puede ser insignificante o grande, según el amor propio de la persona. Sea como fuere, la historia registra muchas peleas, contiendas entre familias, batallas y guerras que giran en torno al orgullo de alguien.

Como creyentes en Jesucristo, debemos renunciar a esos juicios personales. Esto no significa que somos llamados a dejar que el mundo «nos arrolle». Por el contrario, somos llamados a vencerlo, no por la fuerza física, sino mediante la guerra espiritual.

En la batalla espiritual somos soldados que procuramos defender el honor de nuestro Rey, Jesús. El deber de cada creyente es dar la gloria a Dios (Mt 5.16), y es por ese honorel de Dios, no el nuestroque vale la pena luchar.

La Biblia registra muchos relatos acerca de personas que lucharon para defender el honor de Dios, tanto en el terreno físico como en el espiritual. Al leer los siguientes pasajes, sintetice las palabras y las acciones de las personas involucradas, luego sus plegarias y por último los resultados de su lucha. En cada uno de los episodios, anote lo que pueda observar acerca de la actitud del corazón de esa persona hacia Dios y su relación con Él. Al final, escriba lo que ha aprendido en cuanto a las batallas de oración y su propósito, considerando lo que pueda aplicar a su propia vida.

1 Samuel 17.111, 2024, 3252

(a) Palabras / Acciones
(b) Oración
(c) Resultados
(d) El «corazón» para Dios
(e) Lecciones sobre las motivaciones

2 Reyes 19.820

(a) Palabras / Acciones
(b) Oración
(c) Resultados
(d) El «corazón» para Dios
(e) Lecciones sobre las motivaciones

Mediante un diccionario bíblico o una enciclopedia, busque información adicional sobre la forma en que se encaraban casi siempre las batallas en tiempos antiguos (por ejemplo, las tácticas guerreras en las campañas militares de Babilonia, Persia, Grecia o Roma). Averigüe lo que nos pueden enseñar los principios de estrategia militar si los aplicamos a la guerra espiritual. Esta puede ser una investigación muy provechosa que le brindará herramientas útiles para contar estas verdades a otros cristianos.

Disciplina para ganar batallas

Al comienzo de esta lección describimos claramente la situación del ejército que no se prepara para la batalla. No hay mucha esperanza para una partida de soldados que sale a enfrentar la lucha en esas condiciones. Su única esperanza está en que sus enemigos hubieran sido aun menos diligentes que ellos en prepararse. Pero ese no será nunca nuestro caso, porque en la guerra que libramos los cristianos, el enemigo está en constante alerta. ¿Cómo describe 1 Pedro 5.8 su estado? ¿Qué dice Efesios 6.11 acerca de la manera en que hace sus planes (busque el significado de la palabra «asechanzas»)?

Debido a todos estos factores, es imprescindible que estemos en constante estado de preparación. La disciplina es la clave para estar listos para la acción. Como en todas las áreas de la vida, cuando no se mantiene la disciplina—física, mental o espiritualmente—, el resultado es una inevitable incapacidad para actuar de manera efectiva en pro del objetivo deseado.

A continuación indicamos pasajes que se refieren a la disciplina cristiana. Algunos orientan respecto a un vivir piadoso y nos hablan de las bendiciones que trae el caminar en integridad, en tanto otros nos señalan las consecuencias de no hacerlo. Resuma lo que se dice acerca de cómo han de vivir los creyentes, y anote cómo ve la relación entre ese estilo de vida y la victoria en las batallas que le toca librar.

Deuteronomio 6.17, 1719
Hebreos 10.1925
1 Juan 3.1823

¿Ha pensado alguna vez en la oración como una manera de «combatir» para realzar o defender el honor de Dios? ¿Qué piensa y siente al respecto?

¿Anhela ver que Dios recibe la gloria por las cosas que usted hace? Dedique un tiempo para confesar al Señor todo lo que Él traiga ahora mismo a su mente, respecto a ocasiones en las que ha tratado de reservar la gloria para usted en lugar de darle crédito a Él.

Describa lo que puede hacer para crecer o convertirse en una persona cuyo corazón esté consagrado a dar la gloria a Dios en cada situación de la vida. Pida al Espíritu Santo que le muestre formas nuevas de darle gloria al Padre.

Enumere algunas de las maneras concretas en que siente que el Señor lo está llamando a ser más disciplinado.

Ore pidiendo al Espíritu Santo que afiance esas áreas disciplinadas en su vida. El resultado debiera ser un estilo de vida más gozoso, liberador y victorioso.

Al hacer estos análisis y autoevaluaciones, recuerde que no estamos intentando colocarnos en una posición de superioridad espiritual sino la de aceptar las disciplinas que caracterizan a un soldado. A veces resulta difícil avanzar en las de la vida cristiana sin volvernos rígidos y legalistas. Si descubre que es «atrapado» por un conjunto de reglas, es probable que esté procurando hacer más de lo que Dios realmente lo ha llamado a hacer en este momento, y que, por consiguiente, esté intentando lograr esas metas con sus propias fuerzas en lugar de contar con el poder de Dios. Si esto es lo que le está sucediendo, pídale a alguien en el que reconoce sabiduría divina que le ayude a decidir a qué disciplinas dar prioridad en una primera etapa, y permita que el Señor le ayude a crecer en esas áreas antes de abordar las demás. No se sienta descorazonado ni caiga en la trampa de compararse con otros. Recuerde que el guerrero cristiano bien disciplinado no surge de la nada. Vamos a seguir creciendo durante toda la vida en estas áreas de disciplina.

Vencedores en su nombre

Jesús lo ha llamado para que actúe en su nombre. Esto significa que el poder y la autoridad de Jesucristo están a su disposición. No hay nada que pueda derrotarlo cuando usted se desenvuelve en el poder de Jesús. Esta gran bendición y asombrosa responsabilidad que Cristo nos ha conferido se fundamenta en el hecho de que ser enviados «en su nombre» significa haber sido delegados:(a) como sus representantes plenamente autorizados, (b) plenamente investidos de autoridad y poder para actuar. Esta es una bendición poderosa. Tenemos todo el poder que pudiéramos llegar a necesitar para vivir una vida cristiana victoriosa y para salir triunfantes en la lucha. No hay nada que pueda detenernos definitivamente, no hay poder que pueda derrotarnos cuando usamos el nombre de Jesús con autoridad. Esto no significa que algunas batallas no van a ser largas, arduas y sacrificadas. ¡Pero vamos a triunfar! Entonces, se preguntará: ¿por qué hay creyentes que sus vidas no manifiestan este poder? ¿Y qué falta cuando la gente invoca el nombre de Jesús y no recibe ninguna respuesta?

Es en este contexto que debemos entender qué significa ser responsables en Su nombre. Si va a ejercer autoridad en el nombre de Jesús, debe antes someterse a El. Cuando un embajador habla en nombre de su país, expresa la voluntad de su nación, no la de él. Cuando usted habla en nombre de Jesús, debe expresar Su voluntad. Si trata de actuar según su voluntad, no tiene derecho a usar su nombre.

Recuerde las palabras de Jesús cuando dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7.21). La cuestión está en quiénes realmente reconocen el señorío de Jesús en su vida. Estos son los que viven en sumisión a El y pueden aplicar su nombre con autoridad y poder.

¿Cuáles son las formas en que la voluntad propia puede obstaculizar el poder en la oración?

Incluimos aquí algunas referencias bíblicas que le ayudarán a entender el poder del nombre de Jesús. En su nombre nos es conferida toda la autoridad que le ha sido dada a El. A partir de estos pasajes, a medida que vaya descubriendo lo que expresa Jesús respecto a la autoridad, o lo que han dicho otros escritores bíblicos, haga una síntesis del fundamento sobre el cual se apoya la autoridad que se le ha delegado.

Mateo 28.18
Lucas 9.1
1 Corintios 15.2728
1 Pedro 3.22

¿Qué significa para usted, en lo personal, que Jesús le haya dado derecho a usar su nombre? Escriba aquí una carta con su respuesta a Jesús. Exprese sus sentimientos por el hecho de habérsele confiado este privilegio.

¿Se siente más cerca de Cristo porque se le ha otorgado autoridad en Su nombre? ¿Qué otro descubrimiento en esta lección le ha acercado más a Jesús?

¿Cuál es, en su opinión, el aspecto más importante al enfrentar una guerra espiritual? ¿Qué lo hace tan vital?

¿Qué ha aprendido en esta lección que puede ayudarle en las situaciones en las que ya está involucrado? ¿Cómo cree que lo va a ayudar? ¿Cómo va a poner en práctica estas cosas?

¿En qué aspectos de la disciplina preparatoria para la guerra espiritual necesita que el Señor lo ayude a crecer? Escríbalas como un recordatorio de oración y expóngalas cada día ante el Señor como preparación para la batalla.

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