Ataque
sorpresa: la habilidad de atacar la posición del enemigo cuando no está
preparado para hacerle frente o cuando no ha notado su presencia. Ya hace mucho
tiempo que esta estrategia resulta efectiva en la guerra—fue lo que llevó a los
Estados Unidos a entrar en la Segunda Guerra Mundial—y, para bien o para mal,
se considera siempre una ventaja en la lucha.
El desarrollo
de la tecnología del siglo, que cuesta billones de dólares y años de trabajo a
los gobiernos, es la demanda más reciente en esta pugna por mantener el secreto
y la sorpresa en el afán por obtener la superioridad militar. Sin embargo, a
pesar de todo lo que se conoce y observa acerca de esta empresa en el ámbito
político y material, cuán pocos son los que advierten que en medio de la vida
cotidiana hay una constante cortina de fuego con armas invisibles que se
esgrimen en un mundo invisible. Estas armas no entran en las discusiones de la
mesa de negociaciones de la diplomacia internacional, pero están produciendo
una verdadera catástrofe en medio de un público que está ciego a la naturaleza
de esta guerra.
Muchos creen
que esta guerra es tan silenciosa como son invisibles sus armas, pero en
realidad hay explosiones diarias que sacuden a nuestro mundo: ¡El SIDA! ¡El
cáncer! ¡Los divorcios! ¡La violencia! Y así las bombas hacen blanco,
destruyendo personas, familias y sociedades en un holocausto interminable.
Lo cierto es
que soportamos el ataque de un enemigo que procura esclavizar y matar a la
población total, lo cual es mucho peor que cualquier ataque de ciencia ficción
por extraterrestres empeñados en la destrucción de esta tierra. No se trata de
La guerra de los mundos de H.G. Wells, sino de una verdadera guerra, aunque
invisible, que se lleva a cabo para dominar este planeta.
Esto puede
empezar a parecer demasiado trágico, pero recuerde que tenemos esta esperanza:
¡Disponemos de armas capaces de repeler esta invasión! La artillería espiritual
que poseemos puede liberar más poder que cualquier arma jamás concebida por el
hombre. Y sin embargo, aun cuando Dios nos ha equipado con grandes recursos
para la batalla, debemos tener presente que no triunfaremos si constituimos un
ejército dividido. Debemos unificar la resistencia con el fin de ganar la
batalla.
Esta lección
está preparada para ayudarle a responder preguntas acerca del enemigo, y para
entender mejor nuestro campo de batalla, es decir, el mundo espiritual. En
términos militares: esta es una «misión del servicio de inteligencia». En la
guerra, siempre es una ventaja estratégica conocer al enemigo—tanto sus puntos
fuertes como los débiles—y estar familiarizado con el terreno donde se llevarán
a cabo las batallas.
Las siguientes
preguntas le ayudarán a establecer conceptos bíblicos en relación con el mundo
espiritual, tal como se aplican a cada uno de los pasajes de la lista que
aparece abajo.
¿De qué manera
verifican las declaraciones de Jesús y de otros en la Biblia la realidad de
este ámbito? ¿Cómo podemos adquirir conciencia de las acciones que ocurren en
la esfera espiritual? ¿Qué alcance tiene el impacto que produce? ¿ De qué
manera puede usted influir en lo que ocurre en el mundo invisible?
2 Reyes 6.15–17
Daniel 10.1–21
Lucas 11.14–26
Juan 1.1–5, 14–18
Efesios 6.12; 1 Juan 4.1–16
1 Juan 4.1–16
En tiempos del
NT la palabra demonio significaba «espíritu maligno». La Biblia enseña que un
diablo personal [Satanás], posee la ayuda de espíritus malignos en oposición a
la obra de Dios y contrario al bienestar de la gente (Mc 3.22–26; Ap 12.9). Algunos
ejemplos bíblicos de
ataques demoníacos son los
siguientes: afligir a las personas con intenciones malignas (1 Ti 4.1–2); trastornos
mentales (Mt 8.28–29); y
enfermedades físicas (Mc 9.17–27). Es
importante aclarar que no todas esas enfermedades y perturbaciones son el
resultado de influencias demoníacas.
La atmósfera
del mundo físico y la del espiritual pueden impactarse entre sí. De no ser así,
Dios no se ocuparía de los actos físicos de los humanos como lo hace; y los
demonios no podrían causar males físicos, como lo muestran las Escrituras (Mc 9.17–27). Pero, aunque
el efecto del pecado presente en nuestra raza le ha introducido las dolencias y
enfermedades corporales, mentales y espirituales, no podemos vincularlas
directamente a un pecado o cautiverio (Ro 5.12).
Algunos asumen
erróneamente que las enfermedades mentales, o que determinadas condiciones
mentales, deben atribuirse siempre a ataques demoníacos. Sin embargo, no
deberíamos nunca dar por sentado que una situación física o mental es el
resultado directo de un pecado de esa persona o de un acto de opresión
espiritual que la misma sufre. Nuestro deber, cuando procuramos ministrar bien
la vida de Jesús a los que sufren, es la de prestar atención con sensibilidad a
la orientación del Espíritu Santo.
Los malos
espíritus sólo tienen acceso a la personalidad humana (es decir, el control
demoníaco) mediante un elemento de consentimiento pecaminoso, si no de elección
deliberada o de una sucesión de elecciones, por individuos que darán cuentas de
sus acciones. La idea de que esos espíritus pueden controlar u oprimir a la
gente a su antojo no es compatible con las Escrituras, pues significa
desconocer la responsabilidad por sus pecados. La esclavitud demoníaca occurre
cuando la gente deciden someterse activamente a la voluntad del demonio que los
tienta o lleva a pecar. No es, por lo general, el resultado de un hecho aislado
de fracaso en el andar del cristiano, sino el fruto inmundo del andar en el
pecado -yendo tras él en la carne—durante un tiempo.
Muchas veces,
la realidad de la esclavitud demoníaca se ha entendido mal, hasta el punto de
provocar temor en algunas personas. Hay quienes malinterpretan el relato acerca
de los siete hijos de Esceva (Hch 19.1–16) y temen no tener la suficiente madurez espiritual
para guerrear contra las fuerzas demoníacas. Pero los hijos de Esceva
cometieron un doble error: 1) pensaron que podían exorcizar a los demonios con
una fórmula fija; y 2) intentaron ejercer poder en el nombre de Jesús, cosa
para la cual no tenían ninguna autoridad por cuanto no eran creyentes. Usted y
yo, al contrario, podemos aprender a actuar de manera diferente a la que
produjo su fracaso. Operar con el poder del nombre de Jesús requiere la
sumisión personal a su señorío. Más aún, nunca deberíamos confiar en fórmulas
fijas para realizar la obra de Dios, ya que siempre será su poder, su presencia
y su intervención oportuna lo que llevará a cabo sus propósitos. Jesús dijo de
manera categórica que los que creyeran en Él expulsarían demonios en su nombre
(Mc 16.17). Incluso, Efesios 6.10–18 nos recuerda que la guerra espiritual por medio de la
oración es
responsabilidad de todos los creyentes. Es nuestro deber encontrar el lugar que
nos corresponde en este ministerio.
Es lamentable,
pero hay muchos en nuestro mundo que están oprimidos por la esclavitud
demoníaca. Jesús nos envía a ministrarles su amor y poder. Debemos confiar al
emprender esta misión, porque no hay poder maléfico que supere al poder de
Dios. Cristo tiene plena autoridad sobre los propósitos malvados de Satanás,
sobre las enfermedades físicas provocadas por fuerzas demoníacas y sobre las
mentes trastornadas por el infierno. Cristo quiere usarnos para ofrecer auxilio
a quienes se encuentran en esas situaciones extremas.
En Lucas 11.24 Jesús explica que
un espíritu que ha
sido exorcizado busca lugares «secos» donde descansar. A la luz de estas palabras, Él suministra
agua que hace que manen ríos de agua viva «para vida eterna» (Jn 4.13–14). Esos «lugares secos» los podemos definir como «zonas que no han sido alcanzadas por el agua de vida».
Usando una
concordancia o una Biblia temática, busque otras referencias en el Nuevo
Testamento que hablan acerca de la vida en el reino espiritual. Más adelante
hay una lista de palabras o temas que podría incluir en este estudio. Al ir
leyendo lo que dice cada uno de los pasajes bíblicos, anote sus observaciones.
Esto le servirá como bosquejo en el cual podrá intercalar todo lo que vaya
aprendiendo acerca de lo invisible en base a estudios y experiencias
adicionales. (Esto es para animarlo a realizar una investigación más amplia.
Use hojas separadas—podría ser una para cada palabra o frase—, y anote en ellas
sus observaciones sobre textos claves que vaya descubriendo.)
ángel
espíritu
inmundo
lugares
celestiales
la sangre de
Jesús
el diablo,
Satanás
reino de los
cielos, reino de Dios
huestes
celestiales
principados y
potestades
demonio(s)
adversario
enemigo
espíritu(s)
Esta lista
podría dar lugar a descubrimientos que lo lleven a agregar más palabras.
Inclúyase al avanzar en su estudio.
Aunque las
Escrituras enseñan con claridad que estamos totalmente rodeados por un mundo
invisible de acción espiritual, hay quienes se dejan convencer por la noción de
que las alusiones bíblicas al mundo espiritual son sólo de la imaginación.
No obstante,
esta perspectiva exige la creencia de que Jesús permitiría que la gente
siguiera creyendo en cosas que no eran reales, o que simplemente permitió que
siguieran sosteniendo supersticiones falsas, lo cual no es consecuente con su
carácter ni con sus enseñanzas.
¿Por qué cree
que algunas personas optarían por negar el mundo espiritual a pesar de que las
Escrituras son tan claras al respecto?
A veces nos
sentimos intimidados por personas que no creen en el mundo espiritual y no nos
atrevemos a expresar con sinceridad nuestro punto de vista por temor a que nos
ridiculicen por «creer en cuentos de hadas». ¿Cómo podemos responder a sus
cuestionamientos con sensibilidad y sinceridad a la vez?
La naturaleza
de los poderes espirituales
En 1969 el
mundo entero observó cómo por primera vez el hombre puso sus pies en la luna.
Este «gigantesco salto de la humanidad» nos permitió ver cómo podría ser otro
mundo.
En aquella
ocasión observamos a los astronautas que rebotaban libres de la atracción de la
fuerza de gravedad que experimentamos en la tierra, la que restringe y limita
los movimientos. Contemplamos los trajes que usaban para suministrarles oxígeno
y un ambiente estable y adecuado en el cual desenvolverse. El panorama era el
de un mundo inerte, drásticamente diferente al de la vida que abunda aquí en la
tierra.
Se dedicaron
años a la investigación y a los preparativos antes de que el hombre alcanzara
la luna. Resulta obvio, por los trajes que usaron, que la investigación se
había encaminado a conocer con anterioridad cómo sería la luna como entorno
para la vida humana. Se debían tomar las precauciones necesarias a fin de que
los astronautas pudieran sobrevivir.
Cuando se
enfrenta la realidad de vérselas con otro «mundo» o reino, hay interrogantes
que se deben plantear: ¿Qué rasgos de este otro mundo son semejantes al
nuestro? ¿Cuáles son diferentes? ¿Cuáles son las leyes esenciales que gobiernan
ese otro mundo?
Es necesario
plantearse las mismas preguntas cuando uno está preparándose para operar en el
mundo espiritual. En los versículos que siguen hay mucho que aprender acerca
del mundo invisible. Algunas características son iguales a las de nuestro mundo
físico, otras son muy diferentes.
¿Cuáles son los
cuatro niveles de autoridad demoníaca que se enumeran en Efesios 6.12?
Compare esto
con Apocalipsis 12.7, donde se nos dice que Miguel tiene ángeles a su cargo. ¿Qué nos dice esto acerca de una jerarquía en el mundo
espiritual?
Lea Mateo 12.25–30. ¿Por qué es tan
importante que los creyentes se mantengan unidos para la guerra?
¿Por qué actúan
aliadas las fuerzas demoníacas?
¿Qué dice Jesús
acerca de los que no están con Él?
Lea Lucas 10.1–10. ¿Qué muestran estas
parábolas acerca
del potencial dinámico del Reino de Dios? Bosqueje la tarea que Jesús asignó a los
setenta. ¿Qué alusión encontramos allí respecto a los demonios?
Lea Lucas 10.17–24. ¿Qué descubrieron
los discípulos, después de llevar a
cabo la misión asignada?
¿Cómo se
sintieron al respecto?
¿Qué respondió
Jesús?
Considere Lucas 10.21. Observe cómo
Jesús aprueba y a la vez advierte respecto a esta esfera de ministerio
sobrenatural. ¿Qué podríamos aprender a fin de equilibrar tanto una acción
firme y al mismo tiempo humilde, sensible y sabia?
Quizás no sea
fácil intentar relacionarse con algo invisible. A muchas personas les resulta
difícil entender u ocuparse de la realidad del mundo invisible.
¿Qué
dificultades ha encontrado para relacionarse con el mundo espiritual en el
pasado?
¿Cuál ha sido
el aspecto más difícil con el cual relacionarse?
¿Le ha ayudado
el estudio de esta sección a reconocer la jerarquía que existe en el mundo
espiritual? Una vez que haya aceptado su posición en esta guerra espiritual,
escriba una declaración de su confianza en Cristo. Tal vez pueda empezar por leer
los siguientes versículos: Romanos 8.37–39; 2 Corintios 10.3–5; Colosenses 2.14; 1 Juan 4.4; Apocalipsis 12.10.
¿Qué espera que
suceda en su vida de oración a medida que comprenda mejor el reino espiritual?
La incesante
lucha
Quizás nos
sorprenda saber que durante la Primera Guerra Mundial se hizo una pausa en la
lucha para la celebración de la Navidad. Se ha registrado que en algunos
lugares hubo tropas de fuerzas opositoras que disfrutaron juntos la gozosa
ocasión, pero trágicamente retornaron a sus posiciones de combate al día
siguiente para disparar contra las mismas personas con las que habían reído y
cantado la noche anterior.
Podríamos
pensar que también hay pausas en el conflicto espiritual, pero lo cierto es que
el adversario es implacable. ¿Qué dice al respecto 1 Pedro 5.6–9?
La guerra que
se lleva a cabo en el mundo espiritual no conoce momentos de descanso o de
suspensión temporal. Lea los versículos que se enumeran aquí y anote lo que
dicen acerca de esta incesante lucha y cómo deberíamos reaccionar ante ella.
Las preguntas le ayudarán a concentrarse en el tema: ¿Cómo debe tomar su
posición en la contienda? ¿Cuál debe ser su actitud hacia la lucha? ¿Cuál es el
objetivo que debe perseguir en su vida de soldado? ¿Cuáles serían las motivaciones
incorrectas para participar en esta guerra? ¿En qué encuentra poder? (Tome en
cuenta las consideraciones posteriores sobre los términos que aparecen en estos
pasajes.)
Salmo 35.1–3
Filipenses 1.27–30
1 Timoteo 6.6–12
2 Timoteo 2.3–5
Sobrio, nefo.
Estar sobrio, no haber consumido ningún producto embriagante; estar alerta, ser
discreto. Nuestra clave para la guerra espiritual es que no nos permitamos
embriagarnos con las cosas que hemos de ver, sino que más bien concentrar
nuestra atención en lo que Cristo ha hecho por nosotros (Lc 10.17–20).
Firmes,
stereos. Sólido, estable, firme, fuerte, seguro. Esta palabra nos enseña que
nuestra posición consiste no sólo en estar firmes e inmóviles sino en ser
completos, en relación a todas las áreas de nuestra vida.
Velad,
gregoreuo. Hacer guardia, no dormir. Se deriva de la palabra egeiro,
«despertar». En el Nuevo Testamento gregoreuo se usa tanto en sentido físico
como espiritual. Esta es la palabra que usó Jesús cuando dijo: «¿Así que no
habéis podido velar conmigo una hora?» y «Velad y orad, para que no entréis en
tentación» (Mt 26.40–41).
Repase esta
lección. Al ordenar sus pensamientos reflexione en lo que ha aprendido. Haga
una lista de las cosas nuevas o de las que ha podido profundizar.
¿Cree que el
conocimiento de estas cosas podría haber modificado alguna reacción importante
o algún curso de acción que haya adoptado antes? ¿Cómo? ¿De qué manera imagina
que estos descubrimientos van a influir en su vida en el futuro?
¿Qué conductas
espirituales serán necesarias y qué decisiones tendrá que tomar para aplicar
estas nuevas percepciones?
La clave para
el crecimiento cristiano es vivir conforme a lo que el Señor le ha enseñado.
Escriba una oración pidiendo al Señor que le ayude a vivir de acuerdo a las
nuevas verdades que le ha mostrado acerca de la guerra espiritual.
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