Éxodo
19:5-6.
“5Ahora, si escuchan atentamente mi voz y observan mi pacto, serán mis amados sobre todos los pueblos de la Tierra, porque mía es la Tierra. 6Y ustedes serán para mí un reino, sacerdotes y un pueblo santo. Estas son la palabras que tú dirás a los de la casa de Israel”.
Las
responsabilidades sacerdotales en todas las sociedades son básicamente dos: la
ejecución de los ritos religiosos y la comunicación con la deidad. El sacerdote
cuida del santuario y comunica las decisiones divinas. Representa al pueblo
delante de Dios y a Dios delante del pueblo.
Los
estudiosos del Antiguo Testamento reconocen ahora que el sistema ritual de la
religión de Israel comparte con los pueblos vecinos varias prácticas que antes
se consideraban exclusivamente hebreas. Hay semejanzas notables con otros
pueblos en la forma exterior de los ritos, pero esto no solamente no destruye
el aspecto singular de la fe hebrea, sino que tampoco disminuye la importancia
de esta fe como vehículo de la revelación divina. El sacerdocio en sus inicios
respondió a las necesidades más profundas del corazón del hombre y,
posteriormente, en la misión de la iglesia, proveyó un punto de contacto con
las religiones no bíblicas.
EL
DESARROLLO DEL SACERDOCIO EN ISRAEL
En
el período patriarcal
Aunque
el sacerdocio es el más antiguo de los oficios sagrados de Israel, el
conocimiento de su historia es limitado. En cuanto al aspecto ritual, el jefe
del clan era el llamado a construir un altar, levantar un pilar o plantar un
árbol para señalar el lugar de una manifestación sagrada, como también a
efectuar el oficio del Sacrificio (Génesis 8:20; 1 Reyes 18:31-33). Sin
embargo, aun en tiempos patriarcales no se desconocía la necesidad de utilizar
a una persona especialmente dotada para consultar a Dios.
El
cuadro bíblico de la vida religiosa de Israel durante este período no revela un
sistema muy desarrollado. Los altares, numerosos pero sencillos, reflejaban las
exigencias de la vida nómada.
En
el período pos patriarcal
Desde
Moisés el sacerdocio experimentó gran desarrollo. Ya no era solo el jefe
patriarcal quien desempeñaba el papel sacerdotal, sino ciertas personas
encargadas expresamente de un oficio hereditario, como la familia levita de
Aarón (Éxodo 28), y en vez de ofrecer sacrificios sobre varios altares se
disponía de un Santuario ambulante que por su santidad exigía un cuidado
especial.
La
jerarquía levítica abarcaba al Sumo sacerdote (Aarón, Eleazar, etc.),
distinguido por un ungimiento especial y vestimenta singular, a los sacerdotes
encargados del culto y a los Levitas encargados de los deberes del culto
comunes. Aunque al principio el sacerdocio no se limitaba a la tribu de Leví,
el relato de Micaía (Jueces 17) sugiere que el sacerdocio levítico era
preferido. Es posible que otras personas no levíticas se incorporaran al
sacerdocio levítico (Deuteronomio 33:8- 9).
Las
relaciones entre Dios y su pueblo dependían en gran parte del oficio
sacerdotal. Era el sacerdote quien comunicaba la palabra de Dios y aseguraba la
precisión ritual en los actos de adoración. Solo el sacerdote podía manipular
el Urim y Tumin (Deuteronomio 33:8; 1 Samuel 28:6), y dar dirección en momentos
de crisis, sobre todo con relación a la guerra santa.
Como
guardador de las revelaciones pasadas y las experiencias del pueblo, el
sacerdote era capaz de enseñar al pueblo la ley, distinguir entre lo limpio y
lo inmundo, pronunciar con precisión las fórmulas de bendición y maldición, y
hacer las decisiones finales con respecto a ciertas enfermedades y problemas
físicos (Levítico 11–15).
Las
responsabilidades sacerdotales aumentaron cuando menguó la participación del
laico en las ceremonias (Levítico 1–6). El sacerdote esparcía la sangre,
quemaba el sacrificio y participaba en la comida sagrada.
El
mantenimiento de los sacerdotes dependía de las ofrendas del pueblo, como la de
las primicias del campo y los rebaños (Éxodo 13:12-13; Número 18:12–19), de cierta
parte de los sacrificios, del pan de la proposición, y de una porción de los
diezmos (Número 18:26–28).
A
pesar de la importancia del sacerdocio en Israel, durante el culto el sacerdote
tenía ciertos límites desconocidos por otros pueblos. La prohibición de las
imágenes no permitía la manipulación humana de la deidad, pues, según el
concepto arcaico, una representación compartía la esencia de la realidad
cósmica o terrenal que representara. Moisés, en oposición a los cultos de la
fertilidad, tampoco permitió la construcción de altares hechos de piedras
labradas (Éxodo 20:24-25).
En
el período monárquico
Al
terminar el período de los jueces, en Israel había dos familias sacerdotales de
origen levita: la de Dan (Jueces 18:1–4; 1 Crónicas 23:14- 15) y la de Silo,
más tarde de Nob (1 Samuel 1–4; 21:1–9). Saúl, en un momento de locura, mandó
matar a todos los sacerdotes de Nob. Abiatar escapó y se refugió con los
proscritos de David en el desierto. Al establecerse en Jerusalén la capital del
reino, Abiatar compartió con Sadoc el sumo sacerdocio de Israel.
Con
la división del reino, Jeroboam, «hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los
hijos de Leví» (1 Reyes 12:31). Había, sin embargo, muchos levitas
en el reino del norte y la mayoría de los sacerdotes debían haber sido de
ellos. Desde la conquista, los levitas habían habitado ciertas ciudades
esparcidas por todo el territorio de las tribus hebreas (Josué 21).
Algunos
de los reyes ejercían (o por lo menos auspiciaban) funciones sacerdotales,
aunque Saúl fue rechazado por haberlo hecho (1 Samuel 13:8–13; cf. 2 Samuel 6:12–19;
1 Reyes 8:22ss). Acaz ofreció sacrificios sobre el altar pagano que mandó
construir en Jerusalén como gesto de sumisión al rey de Asiria (2 Reyes 16:12).
El rey Uzías, no obstante, se volvió leproso por haber tratado de ejecutar
funciones sacerdotales (2 Crónicas 26:16–20).
Bajo
el rey Josías el sacerdocio rural de la familia de Abiatar, desterrada en el
tiempo de Salomón (1 Reyes 2:26), sufrió una crisis debida a la reforma (Deuteronomio).
Ya no les era permitido sacrificar fuera de Jerusalén y, por la limitación
impuesta por los sacerdotes de la familia de Sadoc, perdieron su fuente de
ingresos (2 Reyes 23:4ss; cf. 1 Reyes 2:26). La clausura de los santuarios
locales (los lugares altos), en un esfuerzo por erradicar el sincretismo
religioso, probablemente provocó e impulsó el desarrollo de la Sinagoga.
Durante
el cautiverio
A
pesar de la destrucción del templo en 586 a.C. y el destierro de las personas
más hábiles, el culto sacerdotal continuó en el sitio del santuario destruido,
aunque no sin el peligro del sincretismo (Jeremías 41:4ss). Con el surgimiento
de la sinagoga, y sin rechazar el sacerdocio, el judaísmo desarrolló una
expresión religiosa capaz de sobrevivir el destierro y la destrucción del
templo.
En
la restauración
Una
vez que Ciro les permitió volver a Palestina, los judíos que regresaron a
Jerusalén establecieron el culto tradicional. Como no había rey en Jerusalén,
los sacerdotes asumieron funciones políticas, especialmente después del fracaso
relacionado con la coronación de Zorobabel (Hageo 2:23; Zacarías 6:9ss).
Los
profetas atribuían la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento de Israel a la
rebelión contra la Ley de Jehová. En parte por esta interpretación, la Ley
llegó a ser céntrica para el judaísmo. Los judíos dispersos, que rara vez
llegarían al templo ya reedificado, podían estudiar la ley. Surge una nueva clase
de maestros, los Escribas o doctores de la ley, que no eran sacerdotes. El
sacerdote se limitaba cada vez más a las tareas ceremoniales y se convertía en
un funcionario eclesiástico con poder político.
EL
SACERDOCIO EN EL NUEVO TESTAMENTO
Para
comprender la teología neotestamentaria del sacerdocio es necesario entender
antes la relación del sacerdote hebreo con el Pacto.
Como
pueblo de Dios, Israel era idealmente un reino de sacerdotes (Éxodo 19:5-6).
Para guardar el pacto, la conservación de la santidad era fundamental. El
sacerdote velaba por la santidad de la nación. Representaba vicariamente a la
nación delante de Dios, pues ella por sí misma era incapaz de ser santa. Los
levitas, por ejemplo, se aceptaban como substitutos por los primogénitos pertenecientes
a Jehová (Números 3:12-13). Los hijos de Aarón representaban a la nación
delante del altar y el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus
cuando entraba en el santuario para hacer expiación en el Lugar Santísimo (Éxodo
28:29).
En
el Nuevo Testamento, el Cristo se presenta como el cumplimiento del sistema
sacerdotal del Antiguo Testamento y el mediador del nuevo pacto (Jeremías
31:31; Mateo 26:28). Efectúa un sacrificio eternamente eficaz (Hebreos 9:11–28)
que permite al creyente tener acceso directo a Dios (Hebreos 10:19–25).
Los
cristianos primitivos se opusieron, como los judíos, al sacerdocio de otras
religiones. La oposición al sacerdocio judío provocó la persecución de Jesús y
sus discípulos por parte de los saduceos, el partido sacerdotal. Jesús, sin
embargo, nunca repudió la institución sacerdotal. Envió a los sanados al sacerdote
para el cumplimiento de los ritos de la purificación (Lucas 17:14; etc.).
Algunos sacerdotes hebreos se convirtieron y fueron agregados a la iglesia
primitiva (Hechos 6:7).
En
la teología cristiana, el Cristo es el cumplimiento del sistema sacerdotal por
haber dado su vida «en rescate por muchos». Su obra sacerdotal se
subraya en todas partes del Nuevo Testamento (Mateo 26:26–28; Juan 1:29; 2 Corintios
3:18; Gálatas 3:20; 1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5; etc.).
EL
SACERDOCIO UNIVERSAL DE LOS CREYENTES
La
doctrina del sacerdocio de los creyentes comprende la verdadera meta del
sacerdocio bíblico, es decir, la responsabilidad de cada uno para con los
demás. El creyente se identifica con el Cristo y con el pecador, siendo «un
Cristo para el prójimo».
Ya
no es una sola persona o una clase los llamados a mantener la santidad
representativa delante de Dios por el pueblo pecador no santificado. El Nuevo
Testamento exige que cada creyente sea santo y, a la vez, responsable de su
hermano creyente o no creyente. La iglesia como el cuerpo del Cristo comparte
el sacerdocio de Jesucristo (1 Pedro 2:5-9; Apocalipsis 1:6; 5:10; 20:8) y es
responsable delante de Dios por el mundo. Hebreos 13:15-16 y especialmente Romanos
12:1 especifican algunos Sacrificios espirituales del sacerdote del Nuevo
Testamento.
Cabe notar que el Nuevo Testamento jamás usa el título de sacerdote para el ministro de la iglesia. Esta costumbre, aunque empezó temprano en la historia de la iglesia, carece de base puesto que todo creyente es sacerdote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario