miércoles, 28 de octubre de 2020

SACERDOTES.

Éxodo 19:5-6.

“5Ahora, si escuchan atentamente mi voz y observan mi pacto, serán mis amados sobre todos los pueblos de la Tierra, porque mía es la Tierra. 6Y ustedes serán para mí un reino, sacerdotes y un pueblo santo. Estas son la palabras  que tú dirás a los de la casa de Israel”.

Las responsabilidades sacerdotales en todas las sociedades son básicamente dos: la ejecución de los ritos religiosos y la comunicación con la deidad. El sacerdote cuida del santuario y comunica las decisiones divinas. Representa al pueblo delante de Dios y a Dios delante del pueblo.

Los estudiosos del Antiguo Testamento reconocen ahora que el sistema ritual de la religión de Israel comparte con los pueblos vecinos varias prácticas que antes se consideraban exclusivamente hebreas. Hay semejanzas notables con otros pueblos en la forma exterior de los ritos, pero esto no solamente no destruye el aspecto singular de la fe hebrea, sino que tampoco disminuye la importancia de esta fe como vehículo de la revelación divina. El sacerdocio en sus inicios respondió a las necesidades más profundas del corazón del hombre y, posteriormente, en la misión de la iglesia, proveyó un punto de contacto con las religiones no bíblicas.

EL DESARROLLO DEL SACERDOCIO EN ISRAEL

En el período patriarcal

Aunque el sacerdocio es el más antiguo de los oficios sagrados de Israel, el conocimiento de su historia es limitado. En cuanto al aspecto ritual, el jefe del clan era el llamado a construir un altar, levantar un pilar o plantar un árbol para señalar el lugar de una manifestación sagrada, como también a efectuar el oficio del Sacrificio (Génesis 8:20; 1 Reyes 18:31-33). Sin embargo, aun en tiempos patriarcales no se desconocía la necesidad de utilizar a una persona especialmente dotada para consultar a Dios.

El cuadro bíblico de la vida religiosa de Israel durante este período no revela un sistema muy desarrollado. Los altares, numerosos pero sencillos, reflejaban las exigencias de la vida nómada.

En el período pos patriarcal

Desde Moisés el sacerdocio experimentó gran desarrollo. Ya no era solo el jefe patriarcal quien desempeñaba el papel sacerdotal, sino ciertas personas encargadas expresamente de un oficio hereditario, como la familia levita de Aarón (Éxodo 28), y en vez de ofrecer sacrificios sobre varios altares se disponía de un Santuario ambulante que por su santidad exigía un cuidado especial.

La jerarquía levítica abarcaba al Sumo sacerdote (Aarón, Eleazar, etc.), distinguido por un ungimiento especial y vestimenta singular, a los sacerdotes encargados del culto y a los Levitas encargados de los deberes del culto comunes. Aunque al principio el sacerdocio no se limitaba a la tribu de Leví, el relato de Micaía (Jueces 17) sugiere que el sacerdocio levítico era preferido. Es posible que otras personas no levíticas se incorporaran al sacerdocio levítico (Deuteronomio 33:8- 9).

Las relaciones entre Dios y su pueblo dependían en gran parte del oficio sacerdotal. Era el sacerdote quien comunicaba la palabra de Dios y aseguraba la precisión ritual en los actos de adoración. Solo el sacerdote podía manipular el Urim y Tumin (Deuteronomio 33:8; 1 Samuel 28:6), y dar dirección en momentos de crisis, sobre todo con relación a la guerra santa.

Como guardador de las revelaciones pasadas y las experiencias del pueblo, el sacerdote era capaz de enseñar al pueblo la ley, distinguir entre lo limpio y lo inmundo, pronunciar con precisión las fórmulas de bendición y maldición, y hacer las decisiones finales con respecto a ciertas enfermedades y problemas físicos (Levítico 11–15).

Las responsabilidades sacerdotales aumentaron cuando menguó la participación del laico en las ceremonias (Levítico 1–6). El sacerdote esparcía la sangre, quemaba el sacrificio y participaba en la comida sagrada.

El mantenimiento de los sacerdotes dependía de las ofrendas del pueblo, como la de las primicias del campo y los rebaños (Éxodo 13:12-13; Número 18:12–19), de cierta parte de los sacrificios, del pan de la proposición, y de una porción de los diezmos (Número 18:26–28).

A pesar de la importancia del sacerdocio en Israel, durante el culto el sacerdote tenía ciertos límites desconocidos por otros pueblos. La prohibición de las imágenes no permitía la manipulación humana de la deidad, pues, según el concepto arcaico, una representación compartía la esencia de la realidad cósmica o terrenal que representara. Moisés, en oposición a los cultos de la fertilidad, tampoco permitió la construcción de altares hechos de piedras labradas (Éxodo 20:24-25).

En el período monárquico

Al terminar el período de los jueces, en Israel había dos familias sacerdotales de origen levita: la de Dan (Jueces 18:1–4; 1 Crónicas 23:14- 15) y la de Silo, más tarde de Nob (1 Samuel 1–4; 21:1–9). Saúl, en un momento de locura, mandó matar a todos los sacerdotes de Nob. Abiatar escapó y se refugió con los proscritos de David en el desierto. Al establecerse en Jerusalén la capital del reino, Abiatar compartió con Sadoc el sumo sacerdocio de Israel.

Con la división del reino, Jeroboam, «hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví» (1 Reyes 12:31). Había, sin embargo, muchos levitas en el reino del norte y la mayoría de los sacerdotes debían haber sido de ellos. Desde la conquista, los levitas habían habitado ciertas ciudades esparcidas por todo el territorio de las tribus hebreas (Josué 21).

Algunos de los reyes ejercían (o por lo menos auspiciaban) funciones sacerdotales, aunque Saúl fue rechazado por haberlo hecho (1 Samuel 13:8–13; cf. 2 Samuel 6:12–19; 1 Reyes 8:22ss). Acaz ofreció sacrificios sobre el altar pagano que mandó construir en Jerusalén como gesto de sumisión al rey de Asiria (2 Reyes 16:12). El rey Uzías, no obstante, se volvió leproso por haber tratado de ejecutar funciones sacerdotales (2 Crónicas 26:16–20).

Bajo el rey Josías el sacerdocio rural de la familia de Abiatar, desterrada en el tiempo de Salomón (1 Reyes 2:26), sufrió una crisis debida a la reforma (Deuteronomio). Ya no les era permitido sacrificar fuera de Jerusalén y, por la limitación impuesta por los sacerdotes de la familia de Sadoc, perdieron su fuente de ingresos (2 Reyes 23:4ss; cf. 1 Reyes 2:26). La clausura de los santuarios locales (los lugares altos), en un esfuerzo por erradicar el sincretismo religioso, probablemente provocó e impulsó el desarrollo de la Sinagoga.

Durante el cautiverio

A pesar de la destrucción del templo en 586 a.C. y el destierro de las personas más hábiles, el culto sacerdotal continuó en el sitio del santuario destruido, aunque no sin el peligro del sincretismo (Jeremías 41:4ss). Con el surgimiento de la sinagoga, y sin rechazar el sacerdocio, el judaísmo desarrolló una expresión religiosa capaz de sobrevivir el destierro y la destrucción del templo.

En la restauración

Una vez que Ciro les permitió volver a Palestina, los judíos que regresaron a Jerusalén establecieron el culto tradicional. Como no había rey en Jerusalén, los sacerdotes asumieron funciones políticas, especialmente después del fracaso relacionado con la coronación de Zorobabel (Hageo 2:23; Zacarías 6:9ss).

Los profetas atribuían la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento de Israel a la rebelión contra la Ley de Jehová. En parte por esta interpretación, la Ley llegó a ser céntrica para el judaísmo. Los judíos dispersos, que rara vez llegarían al templo ya reedificado, podían estudiar la ley. Surge una nueva clase de maestros, los Escribas o doctores de la ley, que no eran sacerdotes. El sacerdote se limitaba cada vez más a las tareas ceremoniales y se convertía en un funcionario eclesiástico con poder político.

EL SACERDOCIO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Para comprender la teología neotestamentaria del sacerdocio es necesario entender antes la relación del sacerdote hebreo con el Pacto.

Como pueblo de Dios, Israel era idealmente un reino de sacerdotes (Éxodo 19:5-6). Para guardar el pacto, la conservación de la santidad era fundamental. El sacerdote velaba por la santidad de la nación. Representaba vicariamente a la nación delante de Dios, pues ella por sí misma era incapaz de ser santa. Los levitas, por ejemplo, se aceptaban como substitutos por los primogénitos pertenecientes a Jehová (Números 3:12-13). Los hijos de Aarón representaban a la nación delante del altar y el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus cuando entraba en el santuario para hacer expiación en el Lugar Santísimo (Éxodo 28:29).

En el Nuevo Testamento, el Cristo se presenta como el cumplimiento del sistema sacerdotal del Antiguo Testamento y el mediador del nuevo pacto (Jeremías 31:31; Mateo 26:28). Efectúa un sacrificio eternamente eficaz (Hebreos 9:11–28) que permite al creyente tener acceso directo a Dios (Hebreos 10:19–25).

Los cristianos primitivos se opusieron, como los judíos, al sacerdocio de otras religiones. La oposición al sacerdocio judío provocó la persecución de Jesús y sus discípulos por parte de los saduceos, el partido sacerdotal. Jesús, sin embargo, nunca repudió la institución sacerdotal. Envió a los sanados al sacerdote para el cumplimiento de los ritos de la purificación (Lucas 17:14; etc.). Algunos sacerdotes hebreos se convirtieron y fueron agregados a la iglesia primitiva (Hechos 6:7).

En la teología cristiana, el Cristo es el cumplimiento del sistema sacerdotal por haber dado su vida «en rescate por muchos». Su obra sacerdotal se subraya en todas partes del Nuevo Testamento (Mateo 26:26–28; Juan 1:29; 2 Corintios 3:18; Gálatas 3:20; 1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5; etc.).

EL SACERDOCIO UNIVERSAL DE LOS CREYENTES

La doctrina del sacerdocio de los creyentes comprende la verdadera meta del sacerdocio bíblico, es decir, la responsabilidad de cada uno para con los demás. El creyente se identifica con el Cristo y con el pecador, siendo «un Cristo para el prójimo».

Ya no es una sola persona o una clase los llamados a mantener la santidad representativa delante de Dios por el pueblo pecador no santificado. El Nuevo Testamento exige que cada creyente sea santo y, a la vez, responsable de su hermano creyente o no creyente. La iglesia como el cuerpo del Cristo comparte el sacerdocio de Jesucristo (1 Pedro 2:5-9; Apocalipsis 1:6; 5:10; 20:8) y es responsable delante de Dios por el mundo. Hebreos 13:15-16 y especialmente Romanos 12:1 especifican algunos Sacrificios espirituales del sacerdote del Nuevo Testamento.

Cabe notar que el Nuevo Testamento jamás usa el título de sacerdote para el ministro de la iglesia. Esta costumbre, aunque empezó temprano en la historia de la iglesia, carece de base puesto que todo creyente es sacerdote.

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