sábado, 19 de abril de 2014

Conozcamos la Biblia Salmos

LIBRO DE SALMOS

Arameo., Ketava d΄Mazmore d΄David. Se traduce Libro de los Salmos de David. Mazmore significa cantos, himnos o salmos. Se le conoce con este título aunque es evidente que no todos los salmos son atribuibles al rey David, ya que también existen otros atribuidos a Asaf, Salomón, Moisés, Etán y a los hijos de Coré. La fecha de su redacción va desde 1440 a.C. hasta el 500 a.C., resultando que la mayoría se atribuyen a David, cuya redacción se sitúa en el 1000 a.C.    
       

GRATITUD

EXPLICACIÓN: Estamos agradecidos a Dios por su interés en nosotros, su ayuda y su misericordia. No solo nos protege, guía y perdona, sino que su creación nos proporciona todo cuanto necesitamos.
IMPORTANCIA: Cuando nos percatamos de cómo nos beneficiamos al conocer a Dios, tenemos que expresarle plenamente nuestra gratitud. Cuando le damos gracias a menudo, crece la espontaneidad en nuestra vida de oración.

PERDÓN

EXPLICACIÓN: Muchos salmos son oraciones intensas donde se pide perdón a Dios. Dios nos perdona cuando confesamos y abandonamos nuestro pecado.
IMPORTANCIA: Debido a que Dios nos perdona, podemos orarle sincera y directamente. Cuando recibimos su perdón, nos trasladamos del aislamiento a la intimidad, de la culpabilidad al amor.

ALABANZA

EXPLICACIÓN: Los salmos son canciones de alabanza a Dios nuestro Creador, Sustentador y Redentor. La alabanza reconoce, agradece y expresa la grandeza de Dios.
IMPORTANCIA: Centrar nuestros pensamientos en Dios nos lleva a alabarlo. Mientras más lo conozcamos, más podremos apreciar lo que ha hecho por nosotros.

CONFIANZA

EXPLICACIÓN: Dios es fiel y justo. Cuando depositamos nuestra confianza en Él, tranquiliza nuestro corazón. Debido a que ha sido fiel a lo largo de la historia, podemos confiar en Él en los momentos de pruebas.
IMPORTANCIA: La gente puede ser injusta y los amigos pueden abandonarnos. Sin embargo, podemos confiar en Dios. Conocer íntimamente a Dios nos libra de la duda, el temor y la soledad.

PODER DE DIOS

EXPLICACIÓN: Dios es todopoderoso y siempre actúa en el momento debido. Es soberano sobre cualquier circunstancia. El poder de Dios se manifiesta en las formas en que se revela en la creación, en la historia y en su Palabra.
IMPORTANCIA: Cuando nos sentimos impotentes, Dios puede ayudarnos. Su fortaleza puede superar la desesperación en cualquier dolor o prueba. Siempre podemos orar que nos libere, proteja y sustente.

SALMOS

I.             TITULO

El titulo más común de este libro viene del que se halla en la mayoría de los mss de la LXX (Septuaginta), psalmoi, que es traducción griega del título hebreo de 57 de los Salmos, mizmor (himno, canto), v.g. 3, 4, 5, 6, 15. Otros mss de la LXX usan el apelativo psalterion (de donde viene nuestra palabra “salterio”).

En la sinagoga de los judíos usan el nombre tehillim (himnos) o tefilot (oraciones). Ambos nombres sirven como título apropiado, aunque no comprenden, según su carácter, a todos los poemas coleccionados en el salterio.

II.           NÚMERO

El salterio consta de 150 Sal., pero debe reconocerse que tal número no refleja precisamente la realidad. Es evidente que el Sal. 14, con muy pequeñas variantes, es idéntico al 53; que el 70 es una repetición literaria de 40:13-17, y que el 108 se compone de 57:8-12 y 60: 7-14. La ordenación numérica en el texto masorético no concuerda con la de la LXX, porque esta contrae los Sal. 9 y 10 en uno e igualmente 114 y 115. Por otra parte, la LXX también subdivide 116 y 147, cada uno en dos himnos independientes. Esto explica la diferente numeración de algunas versiones. La Vul. Y también versiones modernas de la iglesia católica siguen en este aspecto a la LXX. Hay cosas, sin embargo, donde ni la tradición del texto masorético ni la de la LXX parecieran ser correctas; v.g. el hecho de que en ambas los Sal. 42 y 43 aparecen como independientes cuando originalmente deben haber sido uno solo, como lo comprueba el refrán de 42: 5 que se repite en 42:11 y 43:5.

III.          DIVISION

Los Sal. Se dividen actualmente en cinco libros, probablemente por analogía con el Pentateuco, y cada libro termia con una doxología. El primer libro contiene los Sal. 1-41, el segundo 42-72, el tercero 73-89, el cuarto 90-106, y el quinto 107-150. Representa la doxología final. Esta agrupación no es cronológica y su importancia es más bien secundaria. Observamos p.e., que en el centro hay un grupo, el de los Sal. 42-83, que por el uso constante del nombre divino Elohim puede figurar como el “salterio elohistico”. En los primeros libros predominan los Sal. de David, pero los hay dispersos también en los restantes libros, p.e. Sal 110, citado por Jesús como Sal. de David.

Algunos Sal. forman pares por la semejanza de su contenido: V.g., 3 y 4; 9 y 10. Los Sal. 111 y 112 fueron juntados por ser ambos alfabéticos. Por otra parte, se agruparon los compuestos por un mismo autor, como los Sal. de los hijos de Coré (42-49), y los de Asaf (73-83). Con Sal. 56 comienza en un grupo de cinco que se titulan – Mictam, termino técnico todavía no esclarecido, y como “canciones de subidas” figura el grupo de los Sal. 120-134, que los peregrinos cantaban al dirigirse a Jerusalén para asistir a las grandes fiestas culturales. Tanto en el cuarto como en el quinto libro predomina el nombre de Yahveh; en el primero de éstos aparece cientos de veces y nunca aparece Elohim. El final del salterio lo forman los cinco Sal. de “Aleluya”. De todo esto resulta que la agrupación de los Sal. y su distribución obedece a distintos criterios, pero es indudable que la formación de este himnario se comenzó en los tiempos de David. Según 2 Cr. 23:18, durante el reinado de Josías había una colección de los Sal. de David.

El siguiente paso para comprender mejor el proceso de la agrupación de los Sal. puede ser este: el primer libro (1-41) se presenta como una colección escrita por David, con excepción  de 1 y 2 que son anónimos y forman la introducción. El segundo libro se inicia con ocho Sal. de David, y en el son anónimos el 66, 67 y 71, el 50 se le atribuye a Asaf, y el 72, según el título, se le atribuye a Salomón. Las palabras finales de este último: “aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí”, Indica que, según la opinión del redactor final, lo procedente es el himnario compuesto y arreglado por David, y los siguientes son suplementos confeccionados por otros autores y en otras épocas.

El tercer libro, que es el primero de estos suplementos (73-89), contiene composiciones de poetas levíticos. Estas son: once Sal. de Asaf, contemporáneo de David (y bajo su nombre podemos incluir también a sus descendientes), cuatro de los hijos de Coré, uno de Etán y uno (86) de David.

Si los primeros dos libros pueden llamarse “el salterio de David”, y el tercero, es decir el primer suplemento, “el salterio de Asaf” (aunque varios de sus autores hayan vivido después de Asaf), estos podrían ser los libros a que se refiere el cronista (2 Cr. 29:30): “Entonces el rey Ezequías y los príncipes dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con  las palabras de David y Asaf vidente”.

Queda un problema difícil de explicar: por qué David no incluyó en su propio salterio sus dieciocho Sal. repartidos ahora en los últimos dos suplementos. Pero no es posible negar la paternidad davídica de estos Sal. sencillamente porque no figuran en el salterio propio de David. Solo se sabe que redactores posteriores lo incluyen en estos suplementos finales. El segundo de los tres suplementos (90-106) consiste (además de Sal. 90) de catorce himnos relativamente cortos, que son los himnos para la mañana y la tarde de una semana, y tres más largos, en su mayoría anónimos, que probablemente datan de la época de Jeremías (ca. 600 a.C.).

El ultimo suplemento, que quizá se redactó después del cautiverio (107-150), se agrupa alrededor del Sal. alfabético 119, el cual contiene veintidós estrofas, con ocho versículos cada una, las cuales comienzan con una letra respectiva del alfabeto hebreo, que a su vez tienen veintidós letras. Este Sal. va precedido por seis de alabanza (113-118) para fiestas litúrgicas, los cuales todavía son rezados por los judíos ortodoxos en la tarde de la pascua, y seguido por quince canciones de las subidas (120-134) destinadas para las peregrinaciones anuales a Jerusalén. Estos tres grupos están enmarcados por los Sal. alfabéticos (111 y 112) y los levitas (135-137), pero el marco se completa primero por Sal. de David (108-110; 138-145) y finalmente por el Sal. del regreso (107) y los cinco de Aleluya (146-150). Los Sal. 126 y 137, que son del cautiverio, demuestran que este tercer suplemento (el quinto libro del salterio) fue el último en componerse.

IV.         AUTORES

Según los epígrafes del texto hebreo, setenta y tres salmos se atribuyen a David, dos a Salomón (72 y 127), doce a Asaf (ya se mencionó que en este nombre deben incluirse también sus descendientes), once a los hijos de Coré y uno a cada uno de los siguientes: Moisés, Etán, Hemán y Jedutún. De los restantes cuarenta y nueve Sal. anónimos, la LXX atribuye doce más a David y otros a Jeremías, Hageo y  Zacarías. Según 1 Cr. 16, también los Sal. anónimos 96 y 105 son de David, y lo mismo considera el NT (Hch. 4:25 y Heb. 4:7) respecto de los Sal. anónimos 2 y 95.

La mayoría de los críticos tendía hasta hace poco a restar crédito a los títulos que se han conservado en los Sal. y atribuían la mayoría de los Sal. al tiempo de los macabeos. Wellhausen dudaba de que hubiera un solo Sal. escrito antes del cautiverio. Porque el salterio fue el himnario de la congregación israelita posterior al cautiverio, ya se considera actualmente como insostenible. Se ha hecho generalmente los individuales, existían ya antes del cautiverio. Por lo menos, se admiten la posibilidad de que ca. 300 a.C. el salterio ya existía como libro concluido.

También el argumento de que los Sal. con términos como “santuario”, “casa de Jehová”, “templo de Jehová”, no podrían ser de David, porque el templo se construyó después de David, ha resultado invalido. Se sabe que los términos mencionados no solamente se refieren solamente al templo sino también al tabernáculo, de modo que en estos Sal. puede tratarse de tales referencias. Nada obstaculiza, la aceptación de los títulos que atribuyen estos Sal. a David. Es innegable que éste era poeta y músico (1 S. 16:18; 2 S.1:17ss; 3:33ss; 6:15; 23:1; Am. 6:5) y que según la tradición histórica tuvo una destacada actuación en el arreglo musical del culto (1 Cr. 13:8; 15:16-24; 16:4; 23:5; 25:2; 2 Cr. 23:18; 29:15-30; Esd. 3:10; Neh. 12:24).

Una prueba más son los epígrafes de muchos de los Sal. Algunos de ellos apuntan a la circunstancia histórica que motivo la escritura de algunos Sal. y los detalles al respecto son confirmados por los libros de Samuel. En muchos casos la descripción corresponde a una circunstancia correcta en la vida de David, la cual armoniza ampliamente con el contenido de los respectivos Sal.

V.           GÉNEROS LITERARIOS Y TEOLOGÍA

Partiendo de los tiempos de Sal. conocidos en otras religiones, los eruditos modernos, empezando con Hermann Gunkel, han identificado géneros parecidos en el AT. Hoy es común reconocer los siguientes errores:

A.   Lamentación o suplica
Éste (y no los himnos de alabanza) es el género que domina el libro de Sal. (A pesar del título del libro). En este género un individuo o la comunidad expone su sufrimiento ante Dios, y se refiere a la enfermedad, opresión de enemigos, guerra, pestes, hambre, sequia, destierro, perdida de la presencia de Dios, y muerte: todo lo que puede indicar la ira de Dios sobre el pecador. Pero también a veces hay aplicaciones de inocencia e insistencia en que el sufrimiento no siempre es por causa del pecado humano y la ira divina (Sal. 44; 69; 73). La estructura de los Sal. de este género no es invariable, pero sus partes ordinarias son las quejas, la petición y la conclusión. A veces se empieza o se termina con una nota de alabanza o acción de gracias. Las suplicas individuales son: 5; 6; 7; 9; 10; 13; 17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51; 54; 55; 56; 57; 59; 61; 63; 64; 69; 70; 71; 86; 88; 102; 109; 130; 140; 141; 142; 143. Las suplicas colectivas son: Sal. 12; 44; 58; 60; 74; 77; 79; 80; 83; 85; 90; 94; 106; 108; 123; 126.

B.   Himnos

Este es el género que le dio al libro su nombre, tal vez porque aun en las lamentaciones y suplicas la gloria y alabanza a Dios representan el fin de la oración (nótese cuántas suplicas terminan con alabanza o incluyen un voto de sacrificio y acción de gracias) o por la estructura misma del libro (con 6 himnos al final, 145-150). Los himnos son fáciles de identificar, pues cantan gozosamente la alabanza a Yahveh. Además, tienen una estructura que usualmente consiste de introducción (una invitación a la alabanza repetida). El gozo del salmista en su Dios es tal que tiene que expresarse, animando a otros a participar con él en la plenitud de vida. La alabanza es, pues, la expresión más alta de la vida y amor, mientras que la ausencia de alabanza es característica de la muerte y del Seol (6:5; 30:9; 88:10-12; 115:17).

Los Sal. acerca a la realeza de Yahveh representan un tipo particular de himno (47; 93; 96; 99), caracterizado por la expresión “Yahveh reina”, que recalca el reino de Dios sobre el mundo y la historia.

Otro tipo particular de himno son los “canticos de Sión” (Sal. 46; 48; 76; 84; 122; 137), que hacen hincapié en la elección y la hermosura de Jerusalén.

Los demás himnos son: Sal. 8; 19; 29; 33; 100; 103; 104; 105; 111; 113; 114; 117; 135; 136;145; 146; 147; 148; 149; 150.


C.   Sal. de confianza

Estas pueden ser individuales (18; 30; 32; 34; 40; 41; 92; 107; 116; 138) o colectivas (65; 66; 67; 68; 118; 124), pero siempre celebran las misericordias recibidas de Yahveh. No siguen una estructura definida, pero incluyen una narración que cuenta las penas sufridas y la acción salvadora de Dios.

D.   Sal. de confianza

Estos pueden ser individuales (3; 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131) o colectivos (115; 125; 129) e incluyen algunos de los Sal. más apreciados de todo el libro. Es el único género que no encuentra paralelo en las religiones de los pueblos vecinos de Israel. Este hecho seguramente se debe a la revelación singular de Dios atestada en su pacto. Así que la fe, o confianza, viene (como testifica Pablo) por la palabra revelada  (Ro. 10:17). La Reforma Protestante empezó cuando Lutero en su estudio de los Sal. (1513-15 d.C.) Aprendió el significado Bíblico de la fe v de la justicia, y comprendió la enseñanza del NT sobre la justificación por la fe.

E.   Sal. reales

Estos son: 2; 20; 21; 45; 72; 89; 110; 132; 144. Todos tienen en común el motivo del rey y representan varias circunstancias en la vida de los reyes que gobernaron en Judá (o, en el caso del Sal. 45, en Israel). Hablan de su coronación (2; 72), sus guerras (20; 21; 144), sus derrotas (89), su boda (45) y sus funciones culturales (110; 132). Junto con el Sal. 22, muchos de estos Sal. reales cultivaron la esperanza mesiánica en Israel, puesto que ningún rey histórico puede cumplir todas las descripciones y aspiraciones expresados en estos Sal. (Especialmente 2; 45; 72; 110). Es por ello que (con tanta razón) muchos son citados en el NT y en la interpretación tradicional de la iglesia como Sal. mesiánico (MESÍAS). El lenguaje de estos Sal. releja muchas veces el estilo hiperbólico de las cortes en los grandes imperios paganos. El Espíritu Santo guió a los autores humanos a utilizar este lenguaje en el contexto de la vida israelita, para demostrar que las afirmaciones sobre la deidad del rey (Sal. 45:6) y el logro de un reino universal y eterno (Sal. 2; 72) solo podrían cumplirse literalmente en la venida del Mesías. Por supuesto, después de la promesa de Dios a David (2 S. 7), los israelitas no sabían cuál hijo de David  seria el rey que cumpliría las promesas mesiánicas.

F.   Sal. didácticos o sapienciales

Éste género (Sal. 1; 37; 49; 73; 78; 91; 101; 112; 119; 127; 128; 133; 139) se parece mucho a los libros sapienciales del AT (PROVERBIOS, JOB, ECLESIASTÉS), tanto en sus temas predilectos (la ley, la fidelidad verdadera, la retribución) como en su estilo. Representan más instrucción que oración y nos hacen recordar que la palabra de Dios es la base de la oración eficaz (Jn. 15: 7).

G.   Enseñanzas proféticas

Estas incluyen Sal. 14 (53; 50; 52; 75; 81; 95) y, como los sapienciales, representan más enseñanza que oración. Pero en estos casos los énfasis y los estilos son más parecidos a los oráculos de los profetas.

H.   Sal. litúrgicos

Loa Sal. 15; 24; 134 tienen un carácter dialogar y se limitan obviamente al culto.


VI.         LAS IMPRECACIONES EN LOS SAL.

Para muchos lectores modernos el problema más agudo en los Sal. lo construyen los textos donde el autor pide que Dios castigue a sus enemigos, pues pareciera que Cristo supera esta actitud cuando pide perdón para sus enemigos (Lc. 23: 34) y enseña que sus discípulos hagan lo mismo (Mt. 5:44; Lc. 6:28; cp. Hch. 7:60). Sin embargo, es importante notar que Cristo y sus apóstoles también insistieron en el carácter santo, justo y veraz de Dios (Jn. 1:5; cp4:8,16). El hombre que rechaza el perdón y persiste en el pecado, inevitablemente sufre el juicio de Dios (Ro. 2:5-11; Gá. 6:7), y aun el cristiano que ora “santificado sea tu nombre, venga tu reino…” también está pidiendo (en forma general) que Dios juzgue a los que persisten en el pecado (Mt. 13:40-43, 47-49; Ap. 11:15-19). Solo a la luz del cumplimiento escatológico del juicio divino sobre los enemigos de Dios el cristiano no reclama la retribución en esta vida (2 Ti. 4:14).

Es importante notar también que los  Sal. imprecatorios representan un avance muy marcado sobre la práctica de la venganza personal e injusta (Gá. 4:23, 24) o aun sobre el castigo legal y justo (Éx. 21:24). Son oraciones elevadas por verdaderos hombres que, acosados por enemigos implacables (Sal. 56; 57), resisten la tentación de la venganza personal por expresaren la presencia del Dios justo la hostilidad personal (Lc. 18: 6-8).

Los Sal. mismos muestran la excelencia del orar por los enemigos (109: 4,5),  y que la imprecación debe dirigirse particularmente contra el pecado y no contra los hombres (7: 9). Usualmente los salmistas solamente pedían que Dios cumpliera lo que había prometido en su pacto (Gn. 12:3; Sal. 89:22,23) y por medio de sus profetas (Sal. 137:7-9; Is. 13:16). La imprecación más ferviente  y asombrosas probablemente sea la maldición que implora el salmista sobre los enemigos (109:6-20), y en el NT se cita como escritura inspirada que se cumplió en la muerte de Judas (69:25; 109:8; Hch. 1:15-20).


El cristiano no puede negar ni la inspiración divina ni la utilidad práctica de los Sal. deben ser aceptados como la norma más alta de la oración. Los Sal. fueron inspirados para el uso de todo el pueblo de Dios en todo lugar y en toda época, y no solamente para algunos pocos santos que siempre pueden superar los sentimientos de venganza con un amor perfecto (Ro. 12:19-21). Además, aun para el santo, los Sal. imprecatorios pueden servir como estímulo para una vida más apegada a la justicia (2 Ti. 3:16) y la evangelización agresiva (las cuales frecuentemente provocan persecución; Mt. 5:10-12; 2 Ti. 3:10-12).      

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