LIBRO DE
SALMOS
Arameo., Ketava d΄Mazmore d΄David. Se traduce Libro de los Salmos
de David. Mazmore significa cantos, himnos o salmos. Se le conoce con este
título aunque es evidente que no todos los salmos son atribuibles al rey David,
ya que también existen otros atribuidos a Asaf, Salomón, Moisés, Etán y a los
hijos de Coré. La fecha de su redacción va desde 1440 a.C. hasta el 500 a.C.,
resultando que la mayoría se atribuyen a David, cuya redacción se sitúa en el
1000 a.C.
GRATITUD
EXPLICACIÓN:
Estamos agradecidos a Dios por su interés en nosotros, su ayuda y su
misericordia. No solo nos protege, guía y perdona, sino que su creación nos
proporciona todo cuanto necesitamos.
IMPORTANCIA:
Cuando nos percatamos de cómo nos beneficiamos al conocer a Dios, tenemos que
expresarle plenamente nuestra gratitud. Cuando le damos gracias a menudo, crece
la espontaneidad en nuestra vida de oración.
PERDÓN
EXPLICACIÓN:
Muchos salmos son oraciones intensas donde se pide perdón a Dios. Dios nos
perdona cuando confesamos y abandonamos nuestro pecado.
IMPORTANCIA:
Debido a que Dios nos perdona, podemos orarle sincera y directamente. Cuando
recibimos su perdón, nos trasladamos del aislamiento a la intimidad, de la
culpabilidad al amor.
ALABANZA
EXPLICACIÓN:
Los salmos son canciones de alabanza a Dios nuestro Creador, Sustentador y
Redentor. La alabanza reconoce, agradece y expresa la grandeza de Dios.
IMPORTANCIA:
Centrar nuestros pensamientos en Dios nos lleva a alabarlo. Mientras más lo
conozcamos, más podremos apreciar lo que ha hecho por nosotros.
CONFIANZA
EXPLICACIÓN:
Dios es fiel y justo. Cuando depositamos nuestra confianza en Él, tranquiliza
nuestro corazón. Debido a que ha sido fiel a lo largo de la historia, podemos
confiar en Él en los momentos de pruebas.
IMPORTANCIA:
La gente puede ser injusta y los amigos pueden abandonarnos. Sin embargo,
podemos confiar en Dios. Conocer íntimamente a Dios nos libra de la duda, el
temor y la soledad.
PODER
DE DIOS
EXPLICACIÓN:
Dios es todopoderoso y siempre actúa en el momento debido. Es soberano sobre
cualquier circunstancia. El poder de Dios se manifiesta en las formas en que se
revela en la creación, en la historia y en su Palabra.
IMPORTANCIA:
Cuando nos sentimos impotentes, Dios puede ayudarnos. Su fortaleza puede
superar la desesperación en cualquier dolor o prueba. Siempre podemos orar que
nos libere, proteja y sustente.
SALMOS
I.
TITULO
El
titulo más común de este libro viene del que se halla en la mayoría de los mss
de la LXX (Septuaginta), psalmoi, que es traducción griega del título hebreo de
57 de los Salmos, mizmor (himno,
canto), v.g. 3, 4, 5, 6, 15. Otros mss de la LXX usan el apelativo psalterion
(de donde viene nuestra palabra “salterio”).
En
la sinagoga de los judíos usan el nombre tehillim
(himnos) o tefilot (oraciones). Ambos
nombres sirven como título apropiado, aunque no comprenden, según su carácter,
a todos los poemas coleccionados en el salterio.
II.
NÚMERO
El
salterio consta de 150 Sal., pero debe reconocerse que tal número no refleja
precisamente la realidad. Es evidente que el Sal. 14, con muy pequeñas
variantes, es idéntico al 53; que el 70 es una repetición literaria de
40:13-17, y que el 108 se compone de 57:8-12 y 60: 7-14. La ordenación numérica
en el texto masorético no concuerda con la de la LXX, porque esta contrae los
Sal. 9 y 10 en uno e igualmente 114 y 115. Por otra parte, la LXX también
subdivide 116 y 147, cada uno en dos himnos independientes. Esto explica la
diferente numeración de algunas versiones. La Vul. Y también versiones modernas
de la iglesia católica siguen en este aspecto a la LXX. Hay cosas, sin embargo,
donde ni la tradición del texto masorético ni la de la LXX parecieran ser
correctas; v.g. el hecho de que en ambas los Sal. 42 y 43 aparecen como
independientes cuando originalmente deben haber sido uno solo, como lo
comprueba el refrán de 42: 5 que se repite en 42:11 y 43:5.
III.
DIVISION
Los
Sal. Se dividen actualmente en cinco libros, probablemente por analogía con el
Pentateuco, y cada libro termia con una doxología. El primer libro contiene los
Sal. 1-41, el segundo 42-72, el tercero 73-89, el cuarto 90-106, y el quinto
107-150. Representa la doxología final. Esta agrupación no es cronológica y su
importancia es más bien secundaria. Observamos p.e., que en el centro hay un
grupo, el de los Sal. 42-83, que por el uso constante del nombre divino Elohim puede figurar como el “salterio
elohistico”. En los primeros libros predominan los Sal. de David, pero los hay
dispersos también en los restantes libros, p.e. Sal 110, citado por Jesús como
Sal. de David.
Algunos
Sal. forman pares por la semejanza de su contenido: V.g., 3 y 4; 9 y 10. Los
Sal. 111 y 112 fueron juntados por ser ambos alfabéticos. Por otra parte, se
agruparon los compuestos por un mismo autor, como los Sal. de los hijos de Coré
(42-49), y los de Asaf (73-83). Con Sal. 56 comienza en un grupo de cinco que
se titulan – Mictam, termino técnico
todavía no esclarecido, y como “canciones de subidas” figura el grupo de los
Sal. 120-134, que los peregrinos cantaban al dirigirse a Jerusalén para asistir
a las grandes fiestas culturales. Tanto en el cuarto como en el quinto libro
predomina el nombre de Yahveh; en el primero de éstos aparece cientos de veces
y nunca aparece Elohim. El final del salterio lo forman los cinco Sal. de
“Aleluya”. De todo esto resulta que la agrupación de los Sal. y su distribución
obedece a distintos criterios, pero es indudable que la formación de este
himnario se comenzó en los tiempos de David. Según 2 Cr. 23:18, durante el
reinado de Josías había una colección de los Sal. de David.
El
siguiente paso para comprender mejor el proceso de la agrupación de los Sal.
puede ser este: el primer libro (1-41) se presenta como una colección escrita
por David, con excepción de 1 y 2 que
son anónimos y forman la introducción. El segundo libro se inicia con ocho Sal.
de David, y en el son anónimos el 66, 67 y 71, el 50 se le atribuye a Asaf, y
el 72, según el título, se le atribuye a Salomón. Las palabras finales de este
último: “aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí”, Indica que, según
la opinión del redactor final, lo procedente es el himnario compuesto y
arreglado por David, y los siguientes son suplementos confeccionados por otros
autores y en otras épocas.
El
tercer libro, que es el primero de estos suplementos (73-89), contiene
composiciones de poetas levíticos. Estas son: once Sal. de Asaf, contemporáneo
de David (y bajo su nombre podemos incluir también a sus descendientes), cuatro
de los hijos de Coré, uno de Etán y uno (86) de David.
Si
los primeros dos libros pueden llamarse “el salterio de David”, y el tercero,
es decir el primer suplemento, “el salterio de Asaf” (aunque varios de sus
autores hayan vivido después de Asaf), estos podrían ser los libros a que se
refiere el cronista (2 Cr. 29:30): “Entonces el rey Ezequías y los príncipes
dijeron a los levitas que alabasen a Jehová con
las palabras de David y Asaf vidente”.
Queda
un problema difícil de explicar: por qué David no incluyó en su propio salterio
sus dieciocho Sal. repartidos ahora en los últimos dos suplementos. Pero no es
posible negar la paternidad davídica de estos Sal. sencillamente porque no
figuran en el salterio propio de David. Solo se sabe que redactores posteriores
lo incluyen en estos suplementos finales. El segundo de los tres suplementos
(90-106) consiste (además de Sal. 90) de catorce himnos relativamente cortos,
que son los himnos para la mañana y la tarde de una semana, y tres más largos,
en su mayoría anónimos, que probablemente datan de la época de Jeremías (ca.
600 a.C.).
El
ultimo suplemento, que quizá se redactó después del cautiverio (107-150), se
agrupa alrededor del Sal. alfabético 119, el cual contiene veintidós estrofas,
con ocho versículos cada una, las cuales comienzan con una letra respectiva del
alfabeto hebreo, que a su vez tienen veintidós letras. Este Sal. va precedido
por seis de alabanza (113-118) para fiestas litúrgicas, los cuales todavía son
rezados por los judíos ortodoxos en la tarde de la pascua, y seguido por quince
canciones de las subidas (120-134) destinadas para las peregrinaciones anuales
a Jerusalén. Estos tres grupos están enmarcados por los Sal. alfabéticos (111 y
112) y los levitas (135-137), pero el marco se completa primero por Sal. de
David (108-110; 138-145) y finalmente por el Sal. del regreso (107) y los cinco
de Aleluya (146-150). Los Sal. 126 y 137, que son del cautiverio, demuestran
que este tercer suplemento (el quinto libro del salterio) fue el último en
componerse.
IV.
AUTORES
Según
los epígrafes del texto hebreo, setenta y tres salmos se atribuyen a David, dos
a Salomón (72 y 127), doce a Asaf (ya se mencionó que en este nombre deben
incluirse también sus descendientes), once a los hijos de Coré y uno a cada uno
de los siguientes: Moisés, Etán, Hemán y Jedutún. De los restantes cuarenta y
nueve Sal. anónimos, la LXX atribuye doce más a David y otros a Jeremías, Hageo
y Zacarías. Según 1 Cr. 16, también los
Sal. anónimos 96 y 105 son de David, y lo mismo considera el NT (Hch. 4:25 y
Heb. 4:7) respecto de los Sal. anónimos 2 y 95.
La
mayoría de los críticos tendía hasta hace poco a restar crédito a los títulos
que se han conservado en los Sal. y atribuían la mayoría de los Sal. al tiempo
de los macabeos. Wellhausen dudaba de que hubiera un solo Sal. escrito antes
del cautiverio. Porque el salterio fue el himnario de la congregación israelita
posterior al cautiverio, ya se considera actualmente como insostenible. Se ha
hecho generalmente los individuales, existían ya antes del cautiverio. Por lo
menos, se admiten la posibilidad de que ca. 300 a.C. el salterio ya existía
como libro concluido.
También
el argumento de que los Sal. con términos como “santuario”, “casa de Jehová”,
“templo de Jehová”, no podrían ser de David, porque el templo se construyó
después de David, ha resultado invalido. Se sabe que los términos mencionados
no solamente se refieren solamente al templo sino también al tabernáculo, de
modo que en estos Sal. puede tratarse de tales referencias. Nada obstaculiza,
la aceptación de los títulos que atribuyen estos Sal. a David. Es innegable que
éste era poeta y músico (1 S. 16:18; 2 S.1:17ss; 3:33ss; 6:15; 23:1; Am. 6:5) y
que según la tradición histórica tuvo una destacada actuación en el arreglo
musical del culto (1 Cr. 13:8; 15:16-24; 16:4; 23:5; 25:2; 2 Cr. 23:18;
29:15-30; Esd. 3:10; Neh. 12:24).
Una
prueba más son los epígrafes de muchos de los Sal. Algunos de ellos apuntan a
la circunstancia histórica que motivo la escritura de algunos Sal. y los
detalles al respecto son confirmados por los libros de Samuel. En muchos casos
la descripción corresponde a una circunstancia correcta en la vida de David, la
cual armoniza ampliamente con el contenido de los respectivos Sal.
V.
GÉNEROS
LITERARIOS Y TEOLOGÍA
Partiendo
de los tiempos de Sal. conocidos en otras religiones, los eruditos modernos, empezando
con Hermann Gunkel, han identificado géneros parecidos en el AT. Hoy es común
reconocer los siguientes errores:
A.
Lamentación o suplica
Éste
(y no los himnos de alabanza) es el género que domina el libro de Sal. (A pesar
del título del libro). En este género un individuo o la comunidad expone su
sufrimiento ante Dios, y se refiere a la enfermedad, opresión de enemigos,
guerra, pestes, hambre, sequia, destierro, perdida de la presencia de Dios, y
muerte: todo lo que puede indicar la ira de Dios sobre el pecador. Pero también
a veces hay aplicaciones de inocencia e insistencia en que el sufrimiento no
siempre es por causa del pecado humano y la ira divina (Sal. 44; 69; 73). La
estructura de los Sal. de este género no es invariable, pero sus partes
ordinarias son las quejas, la petición y la conclusión. A veces se empieza o se
termina con una nota de alabanza o acción de gracias. Las suplicas individuales
son: 5; 6; 7; 9; 10; 13; 17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51;
54; 55; 56; 57; 59; 61; 63; 64; 69; 70; 71; 86; 88; 102; 109; 130; 140; 141;
142; 143. Las suplicas colectivas son: Sal. 12; 44; 58; 60; 74; 77; 79; 80; 83;
85; 90; 94; 106; 108; 123; 126.
B.
Himnos
Este
es el género que le dio al libro su nombre, tal vez porque aun en las
lamentaciones y suplicas la gloria y alabanza a Dios representan el fin de la
oración (nótese cuántas suplicas terminan con alabanza o incluyen un voto de
sacrificio y acción de gracias) o por la estructura misma del libro (con 6
himnos al final, 145-150). Los himnos son fáciles de identificar, pues cantan
gozosamente la alabanza a Yahveh. Además, tienen una estructura que usualmente
consiste de introducción (una invitación a la alabanza repetida). El gozo del
salmista en su Dios es tal que tiene que expresarse, animando a otros a
participar con él en la plenitud de vida. La alabanza es, pues, la expresión
más alta de la vida y amor, mientras que la ausencia de alabanza es característica
de la muerte y del Seol (6:5; 30:9; 88:10-12; 115:17).
Los
Sal. acerca a la realeza de Yahveh representan un tipo particular de himno (47;
93; 96; 99), caracterizado por la expresión “Yahveh reina”, que recalca el
reino de Dios sobre el mundo y la historia.
Otro
tipo particular de himno son los “canticos de Sión” (Sal. 46; 48; 76; 84; 122;
137), que hacen hincapié en la elección y la hermosura de Jerusalén.
Los
demás himnos son: Sal. 8; 19; 29; 33; 100; 103; 104; 105; 111; 113; 114; 117;
135; 136;145; 146; 147; 148; 149; 150.
C.
Sal. de confianza
Estas
pueden ser individuales (18; 30; 32; 34; 40; 41; 92; 107; 116; 138) o
colectivas (65; 66; 67; 68; 118; 124), pero siempre celebran las misericordias
recibidas de Yahveh. No siguen una estructura definida, pero incluyen una
narración que cuenta las penas sufridas y la acción salvadora de Dios.
D.
Sal. de confianza
Estos
pueden ser individuales (3; 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121; 131) o colectivos (115;
125; 129) e incluyen algunos de los Sal. más apreciados de todo el libro. Es el
único género que no encuentra paralelo en las religiones de los pueblos vecinos
de Israel. Este hecho seguramente se debe a la revelación singular de Dios
atestada en su pacto. Así que la fe, o confianza, viene (como testifica Pablo)
por la palabra revelada (Ro. 10:17). La
Reforma Protestante empezó cuando Lutero en su estudio de los Sal. (1513-15
d.C.) Aprendió el significado Bíblico de la fe v de la justicia, y comprendió
la enseñanza del NT sobre la justificación por la fe.
E.
Sal. reales
Estos
son: 2; 20; 21; 45; 72; 89; 110; 132; 144. Todos tienen en común el motivo del
rey y representan varias circunstancias en la vida de los reyes que gobernaron
en Judá (o, en el caso del Sal. 45, en Israel). Hablan de su coronación (2;
72), sus guerras (20; 21; 144), sus derrotas (89), su boda (45) y sus funciones
culturales (110; 132). Junto con el Sal. 22, muchos de estos Sal. reales
cultivaron la esperanza mesiánica en Israel, puesto que ningún rey histórico
puede cumplir todas las descripciones y aspiraciones expresados en estos Sal. (Especialmente
2; 45; 72; 110). Es por ello que (con tanta razón) muchos son citados en el NT
y en la interpretación tradicional de la iglesia como Sal. mesiánico (MESÍAS). El
lenguaje de estos Sal. releja muchas veces el estilo hiperbólico de las cortes
en los grandes imperios paganos. El Espíritu Santo guió a los autores humanos a
utilizar este lenguaje en el contexto de la vida israelita, para demostrar que
las afirmaciones sobre la deidad del rey (Sal. 45:6) y el logro de un reino
universal y eterno (Sal. 2; 72) solo podrían cumplirse literalmente en la
venida del Mesías. Por supuesto, después de la promesa de Dios a David (2 S. 7),
los israelitas no sabían cuál hijo de David
seria el rey que cumpliría las promesas mesiánicas.
F. Sal.
didácticos o sapienciales
Éste
género (Sal. 1; 37; 49; 73; 78; 91; 101; 112; 119; 127; 128; 133; 139) se
parece mucho a los libros sapienciales del AT (PROVERBIOS, JOB, ECLESIASTÉS),
tanto en sus temas predilectos (la ley, la fidelidad verdadera, la retribución)
como en su estilo. Representan más instrucción que oración y nos hacen recordar
que la palabra de Dios es la base de la oración eficaz (Jn. 15: 7).
G. Enseñanzas
proféticas
Estas
incluyen Sal. 14 (53; 50; 52; 75; 81; 95) y, como los sapienciales, representan
más enseñanza que oración. Pero en estos casos los énfasis y los estilos son
más parecidos a los oráculos de los profetas.
H. Sal.
litúrgicos
Loa
Sal. 15; 24; 134 tienen un carácter dialogar y se limitan obviamente al culto.
VI.
LAS
IMPRECACIONES EN LOS SAL.
Para
muchos lectores modernos el problema más agudo en los Sal. lo construyen los
textos donde el autor pide que Dios castigue a sus enemigos, pues pareciera que
Cristo supera esta actitud cuando pide perdón para sus enemigos (Lc. 23: 34) y
enseña que sus discípulos hagan lo mismo (Mt. 5:44; Lc. 6:28; cp. Hch. 7:60). Sin
embargo, es importante notar que Cristo y sus apóstoles también insistieron en
el carácter santo, justo y veraz de Dios (Jn. 1:5; cp4:8,16). El hombre que
rechaza el perdón y persiste en el pecado, inevitablemente sufre el juicio de
Dios (Ro. 2:5-11; Gá. 6:7), y aun el cristiano que ora “santificado sea tu
nombre, venga tu reino…” también está pidiendo (en forma general) que Dios
juzgue a los que persisten en el pecado (Mt. 13:40-43, 47-49; Ap. 11:15-19). Solo
a la luz del cumplimiento escatológico del juicio divino sobre los enemigos de
Dios el cristiano no reclama la retribución en esta vida (2 Ti. 4:14).
Es
importante notar también que los Sal.
imprecatorios representan un avance muy marcado sobre la práctica de la
venganza personal e injusta (Gá. 4:23, 24) o aun sobre el castigo legal y justo
(Éx. 21:24). Son oraciones elevadas por verdaderos hombres que, acosados por
enemigos implacables (Sal. 56; 57), resisten la tentación de la venganza
personal por expresaren la presencia del Dios justo la hostilidad personal (Lc.
18: 6-8).
Los
Sal. mismos muestran la excelencia del orar por los enemigos (109: 4,5), y que la imprecación debe dirigirse
particularmente contra el pecado y no contra los hombres (7: 9). Usualmente los
salmistas solamente pedían que Dios cumpliera lo que había prometido en su
pacto (Gn. 12:3; Sal. 89:22,23) y por medio de sus profetas (Sal. 137:7-9; Is.
13:16). La imprecación más ferviente y
asombrosas probablemente sea la maldición que implora el salmista sobre los
enemigos (109:6-20), y en el NT se cita como escritura inspirada que se cumplió
en la muerte de Judas (69:25; 109:8; Hch. 1:15-20).
El cristiano
no puede negar ni la inspiración divina ni la utilidad práctica de los Sal.
deben ser aceptados como la norma más alta de la oración. Los Sal. fueron
inspirados para el uso de todo el pueblo de Dios en todo lugar y en toda época,
y no solamente para algunos pocos santos que siempre pueden superar los
sentimientos de venganza con un amor perfecto (Ro. 12:19-21). Además, aun para
el santo, los Sal. imprecatorios pueden servir como estímulo para una vida más
apegada a la justicia (2 Ti. 3:16) y la evangelización agresiva (las cuales
frecuentemente provocan persecución; Mt. 5:10-12; 2 Ti. 3:10-12).
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