sábado, 8 de febrero de 2020

1 JUAN Y LA ARROGANCIA DEL HOMBRE



Parte de la arrogancia de la naturaleza humana es pensar que sabemos más que los demás. En esta epístola el apóstol Juan ataca el problema de los falsos maestros que afirmaban tener elevados conocimientos respecto a la deidad y naturaleza de Cristo. Juan contradice sus falsas afirmaciones y recuerda a sus lectores el testimonio ocular relatado por los apóstoles, incluido él mismo. 

Jesús vino en carne humana, llevó una vida humana, murió y luego resucitó de entre los muertos. Era completamente humano y completamente Dios. Cualquier cosa que enseñaran otras personas era falsa. En esta epístola Juan suena la alarma: no se puede tolerar la enseñanza falsa. Las falsedades llevan a la inmoralidad, y la inmoralidad conduce a la muerte eterna. En contraste, la verdad se demuestra en amor, y el amor lleva a la vida eterna. Para Juan, lo que uno cree verdaderamente importa.

Es muy probable que Juan escribiera esta carta con dos objetivos, uno pastoral y uno polémico. El propósito pastoral era promover la comunión (1.3). Pero para que los creyentes tengan verdadera comunión, necesitan entender la verdadera naturaleza de Dios (1.5; 2.29; 4.7, 8). Así, el propósito pastoral naturalmente conduce al propósito polémico (2.26), que era proteger a sus lectores contra las ideas engañosas de los falsos maestros. Si se engañaba a los creyentes con la falsa doctrina, a la larga iban a perder su unidad, la cual sólo es posible en el amor del Cristo. Evidentemente algunos engañadores se introdujeron entre los hermanos (2.18, 19, 26). Si los creyentes lograban discernir la verdad del error, podrían conservar la unidad en la fe y tendrían la oportunidad de demostrar amor a los demás creyentes (3.11). Para Juan, la conducta de una persona era el resultado natural de su creencia.

En conformidad con el propósito de Juan, la comunión domina la primera porción de su carta (1.5-2.27) mientras la seguridad de la salvación domina el resto. Entre los conceptos claves de la epístola están la vida eterna, el conocimiento de Dios y la permanencia en la fe. Además, Juan desarrolla conceptos teológicos en su carta por medio de contrastes específicos, como andar en la luz o en las tinieblas, hijos de Dios o del diablo, vida o muerte, amor o aborrecimiento. Con estos contrastes, Juan intenta trazar una línea clara entre los verdaderos y falsos maestros. Juan les escribe a creyentes que enfrentaban un tipo específico de enseñanza falsa, la contagiosa herejía del gnosticismo antiguo. Escribió la carta para exhortarlos a permanecer en lo que habían oído desde el principio a fin de mantener la comunión con Dios y su amor por los creyentes. En suma, los exhorta a dejar en evidencia delante de todos los hombres su fe en el Cristo, para que se identifique la doctrina correcta por sus vidas de justicia y el amor del corazón de ellos hacia los demás.

El gnosticismo fue un problema que amenazó a la iglesia en Asia Menor durante el segundo siglo d.C. Era una enseñanza que mezclaba el misticismo oriental con el dualismo griego (que afirmaba que el espíritu es completamente bueno, pero la materia es completamente mala). Esta enseñanza estaba presente en forma seminal en la iglesia durante los últimos años del primer siglo. Hacia mediados del segundo siglo se convirtió en un sistema teológico plenamente desarrollado, que incluía evangelios y epístolas gnósticas. Juan reconoce el peligro del gnosticismo y escribe para contrarrestar su influencia antes que se difunda por las iglesias de Asia Menor. Sobre la base del concepto de que la materia es mala y el espíritu es bueno, algunos gnósticos llegaron a la conclusión de que si Dios era verdaderamente bueno no pudo crear el universo material. En consecuencia, un dios menor tuvo que hacerlo. Según ellos, ese dios menor era el Dios del AT, las opiniones dualistas del gnosticismo también se reflejaban en la creencia dominante de que Jesús no tenía cuerpo físico. Esta enseñanza llamada docetismo afirmaba que Jesús sólo tenía la apariencia de un cuerpo humano y nunca realmente tuvo dolor ni murió en la cruz.

Otra herejía contra la que escribe Juan en su carta y que confrontó personalmente en Éfeso es el cerintianismo. (Los cerintianos fueron herejes del primer y segundo siglo de nuestra era. Su jefe fue Cerinto, judío de nación o de religión que después de haber estudiado filosofía en la escuela de Alejandría se presentó en Palestina y esparció su doctrina especialmente por Asia menor.) Enseñaba que Jesús era sólo un hombre sobre quien descendió el «Cristo» en su bautismo, que el Cristo se apartó de Jesús antes de su crucifixión y que así el Cristo espiritual no sufrió realmente ni murió en la cruz por los pecados de la humanidad, sino sólo fue apariencia. Hay diversos indicios de que Juan atacaba estas herejías en su epístola. Nótese el uso de expresiones como «lo que hemos visto con nuestros ojos… y palparon nuestras manos» (1.1); «Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en la carne es de Dios» (4.2) y «que vino por agua y sangre» (5.6). Todas estas frases usan un lenguaje explícito y vívido para describir la encarnación, la verdad de que Jesús es completamente Dios y completamente hombre.

Se entiende que el autor de la carta es Juan, el apóstol amado. Aunque no se identifica en la carta, la similitud en el vocabulario y el estilo de escribir entre este libro y el Evangelio de Juan es un fuerte argumento en favor de que ambos libros fueron escritos por la misma persona. Los escritos de los primeros padres de la iglesia, desde Ignacio a Policarpo, también identifican a Juan como el autor de esta carta. Además, en los primeros versículos de la epístola (1.1-4), el autor se identifica como uno de los testigos oculares de la vida terrenal del Cristo, como uno que literalmente vio y tocó al «Verbo de vida». Obviamente esas descripciones son apropiadas para un apóstol y no para un líder eclesiástico de segunda generación. Finalmente, el autor virtualmente se llama a sí mismo apóstol (el «nosotros» tácito de 1.1-3; y el expreso de 4.14 parecen referirse a los apóstoles).

Aunque algunos sostienen que la epístola se escribió antes de la destrucción de Jerusalén (el año 70 d.C.), una fecha más tardía en el primer siglo permite la aparición de las ideas que más adelante resultaron en el gnosticismo, ideas que Juan probablemente ataca en esta carta. Por otra parte, la carta no pudo escribirse más allá de fines del primer siglo, cuando Juan murió. Además, la evidencia de escritores de principios del segundo siglo que conocían la epístola y la citan, demuestra que se escribió con anterioridad. En consecuencia, 1 Juan probablemente se escribió unos pocos años antes de Apocalipsis.

En la determinación de la fecha del escrito hay que tomar en cuenta diversos factores. Primero, el tono del libro y especialmente la actitud del autor hacia sus lectores sugieren a una persona mayor que se dirige a una generación más joven. Segundo, Ireneo indica que Juan vivió en Éfeso y escribió a las iglesias en Asia. Las epístolas de Juan a las iglesias de Asia en Apocalipsis (Ap 2.3) sustancian el comentario de Ireneo. Es natural concluir que 1 Juan se dirige a los mismos creyentes. Tercero, Pablo visitó Éfeso varias veces entre el 53 y 56 d.C., y usó la ciudad como centro de sus esfuerzos evangelísticos. Timoteo estaba en Éfeso con Pablo hacia el año 63 d.C. y todavía estaba allá cuando le escribió en el año 67. No hay indicios de que Juan y Timoteo estuvieran en Éfeso al mismo tiempo, en consecuencia Juan debió visitar Éfeso después de la partida de Timoteo. Esto daría para la carta una fecha después del año 67 pero anterior al año 98 d.C. Es razonable una fecha alrededor del año 90.

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