En
el año 626 a.C., Nabopolasar fue rey de Babilonia y alteró el curso de la
historia antigua. Rápidamente echó abajo el dominio de su antiguo rival Asiria
y por la época de su muerte en 605 a.C. había eliminado el Imperio Asirio y lo
había transformado en lo que se conoció como el Imperio Neo-Babilónico o
Imperio Caldeo.
Este curso de los acontecimientos tuvo significativas
implicaciones para Judá, el remanente sobreviviente de la nación de Israel.
Judá había estado bajo el dominio de Asiria desde alrededor del año 670 a.C.,
pero ahora se encontró sirviendo a un nuevo amo. En el mismo año de la muerte
de Nabopolasar, el rey Joacím de Judá se transformó en vasallo de
Nabucodonosor, el hijo de Nabopolasar (2 R 24.1). Nabucodonosor llevó el
imperio de su padre a alturas aún más elevadas, deportando eventualmente a
muchos judíos a Babilonia.
Daniel
vivió en el centro de todos estos trascendentales acontecimientos. El impacto
directo que él tuvo en la comunidad en el exilio no puede ser conocido, pero
fue una influencia beneficiosa respecto a lo que concernía a los Babilonios.
Daniel fue un consejero de confianza de Nabucodonosor durante su reinado
Babilónico (605-562 a.C.). Más tarde, Daniel sirvió con igual distinción a
Ciro, el ilustrado gobernador persa que conquistó Babilonia. Una de las
primeras políticas implementadas por Ciro, después de sojuzgar a Babilonia, fue
permitir a los judíos regresar a su patria y reconstruir su sistema de vida. Es
más que probable que Daniel tuvo cierta influencia en la decisión de Ciro. El
libro de Daniel es un testimonio de cómo Dios ejecuta sus propósitos a través
de sus siervos aun en las cortes de reyes paganos (2.21; 4.18).
Daniel
escribió este libro con dos propósitos en mente. Primero, necesitaba afirmar
que el Dios de Israel era el Soberano, aun sobre las poderosas naciones que
sometían a su pueblo. La nación elegida de Dios había sido conquistada y
dispersada por un poderoso imperio que no tenía conocimiento del Señor. ¿Qué
sucedería ahora? ¿Permanecería el yugo babilonio por siempre sobre los hombros
de Israel? ¿El pueblo de Dios no volvería a ver su patria nunca más? ¿Había
olvidado Dios sus promesas? La respuesta de Daniel fue que Babilonia caería
bajo otro imperio, el cual a su vez caería bajo otro reino superior aun. La
historia continuaría en este esquema hasta el juicio de Dios a todas las
naciones gentiles, estableciendo su Reino eterno. El mensaje de Daniel estaba
obviamente destinado a elevar y confortar los fatigados corazones de los
exiliados judíos.
No
obstante, Daniel también adelantó la visión del día en que Dios restauraría y
protegería a Israel. Israel estaba siendo castigado por su desobediencia, pero
¿cuándo terminaría ese castigo? El mensaje de Daniel fue tan desalentador como
estimulante. Predijo problemas futuros; Israel sufriría bajo el poder de los
gentiles por muchos años. Pero las noticias alentadoras fueron que los tiempos
de arrastrase también se alejarían. El momento en el que Dios reuniría a sus
hijos otra vez junto a Él estaba llegando. Él establecería su reinado
mesiánico, el cual permanecería para siempre. El Dios, que conduce las fuerzas
de la historia, no ha desamparado a su pueblo. Ellos deben perseverar en
confiar en Él. Sus promesas de protección y redención final son seguras.
Daniel
reclama haber escrito el libro que ostenta su nombre (12.4) y usa la primera
persona del singular desde 7.2 hasta el final del libro. El Talmud judío
concuerda con el testimonio de Daniel. El Cristo mismo menciona a Daniel por su
nombre en sus predicciones tocantes a los últimos días (Mt 24.15). No hay razón
para dudar, que Daniel fue un personaje histórico o que él escribió el libro
que lleva su nombre. Judío, bien educado, escogido para un entrenamiento
especial en el palacio en Babilonia, Daniel poseía todo el conocimiento
lingüístico, histórico y cultural necesario para escribir un libro de esta
profundidad y complejidad.
Dado
que Daniel se refiere al reinado de Ciro (6.28), es razonable una información
de alrededor del año 530 a.C. para la composición del libro. La crítica
erudita, sin embargo, niega esta posibilidad, principalmente porque el libro
parece predecir acontecimientos que no van a ocurrir hasta el siglo tercero o
segundo a.C. Estas predicciones son tan precisas y detalladas que algunos creen
que ellas no han sido profetizadas en lo absoluto, sino que son un registro de
eventos después que estos han acontecido. En estos términos, de acuerdo con
algunos, Daniel debe datar del segundo siglo para poder explicar, al menos,
aquellos pasajes que predicen tiempos posteriores.
Si
se concede la habilidad de que Daniel fue inspirado para escribir
proféticamente acerca de hechos de doscientos o trescientos años futuros, no
hay razón para negar la autoría del libro en el siglo sexto a.C. La exactitud
de esta información histórica, la forma y el estilo de sus pasajes en hebreo y
arameo, y el unánime testimonio de la antigua tradición, todo confirma el
testimonio del mismo libro en lo que concierne a su autor y data.
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