Sencilla fiesta ritual
ordenada en la Iglesia por Cristo («haced esto en memoria de mí», Lc 22:19), y
denominada hoy a veces eucaristía (en griego, acción de gracias) o Santa Comunión.
Conmemora la muerte expiatoria de Jesucristo y a la vez simboliza la unidad de
los cristianos y su reiterada fe en la pronta venida de su Señor.
La última cena que
Jesús comió con sus discípulos, durante la Fiesta de la Pascua en la víspera de
su crucifixión, sirve de base para la actual Cena del Señor. Evidentemente fue
para Él un momento de extraordinaria importancia (Lc 22:15). Dio instrucciones
precisas en cuanto a los preparativos (Mt 26:17ss), y tomó precauciones para
que Judas, y por ende los líderes judíos, no supieran de antemano dónde
comerían (Aposento alto).
El Lavamiento de los
pies que Jesús hizo a sus discípulos (Jn 13:4–17) dio inicio a la celebración
de la cena pascual muy cargada en sí de simbolismo religioso. Luego Jesús tomó
el pan, y lo partió y distribuyó entre sus discípulos diciendo: «Esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí» (1 Co 11:24).
Después los invitó a tomar de la copa de vino, y dijo: «Esta copa es el nuevo Pacto
en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiéreis, en memoria de mí»
(v. 25). Esta versión paulina de las palabras de institución, parecida a la de
Lucas (22:15–20), ha de compararse con la de Marcos (14:22ss), la cual Mateo ha
seguido de cerca (26:26–30).
Frente a la dificultad
de fijar la fecha precisa de la institución de la Cena del Señor (Jesucristo),
algunos eruditos han tratado de separar por completo esta fiesta cristiana de
la tradición pascual. Afirman que Jesús murió precisamente a la hora en que
solía sacrificarse el Cordero pascual (Jn 19:14-31) y que, por tanto, no pudo
haber celebrado la comida de la Pascua la noche anterior. Datos descubiertos
recientemente en Qumrán, sin embargo, parecen indicar que hubo discrepancias en
los calendarios judíos de aquel entonces que quizá permitieran armonizar los
relatos sinópticos con el juanino.
Sea la fecha el 14 ó 15
de Nisán, indudablemente los pensamientos de Jesucristo, al sentarse a la mesa,
giraban alrededor de la Pascua. Por sus palabras, y mediante un simbolismo
profético, el Señor comunica a los suyos que el significado original de la
Pascua adquiere una nueva dimensión y cumple la • Tipología del Antiguo
Testamento.
Hace del pan y del vino
nuevas parábolas de su sacrificio inminente y emblemas de su muerte que se
verificaría por la Expiación del pecado humano y la Propiciación de la justicia
de Dios. Por analogía, el Cristo hace así que los suyos se identifiquen con una
nueva liberación del «Egipto» del pecado en cada celebración de la Cena del
Señor.
Algunos cristianos, y
en particular los catolicorromanos, han interpretado literalmente las palabras
de la institución: «este pan es mi cuerpo... esta copa es mi sangre». Otros
aseveran que el verbo «ser» tiene aquí el valor exegético de «significa», como
en Gn 41:26; Dn 7:17; Lc 8:11; Gl 4.24; y Ap 1:20, además de que en el arameo
hablado por Jesús el «es» faltaría del todo. De ahí se cree que el Señor
hablaba metafóricamente.
En la iglesia
primitiva, se acostumbraba antes de la Cena del Señor una comida común que
conmemoraba las ocasiones alegres en que Jesucristo partía el pan con sus discípulos
(por ejemplo, Lc 24:30; Jn 21.9ss; cf. Jn 6:11 y el «partimiento del pan» de
Hch 2:42, 46; 20:7; etc.). Parece que en Corinto estas fiestas o Ágapes se
convirtieron en ocasiones egoístas para embriaguez y glotonería que merecieron
una severa reprensión de Pablo (1 Co 11:20ss). El apóstol advirtió del juicio
que espera a los que participan de los elementos «indignamente... sin discernir
el cuerpo» (vv. 27–34).
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