Dato importante.
Corinto, capital de la provincia romana de Acaya en
el territorio de Grecia.se encontraba en el oriental del Istmo que separa el
mar Jónico de Egeo. Tenía dos puertas, Lejaión a 2.5 kilómetros al oeste y Cencrea
a 14 kilómetros al este, muy traficado debido al temor que tenían los marineros
de las fuertes tempestades que continuamente azotaban la costa del Peloponeso
al sur. El procónsul romano residía en Corinto, ya que esta era la ciudad más opulenta
e impresionante de Grecia.
Antiguamente esta localidad se llamaba Epira. Pero
cuando los romanos conquistaron a Grecia en 146 a.C. destruyeron por completo
la antigua ciudad, mataron a los hombres, y vendieron a las mujeres y a los
niños como esclavos. Después de un siglo de abandono, Julio Cesar la
reconstruyó como colonia (44 a.C.) y le dio el nombre de Corinto. Cuando Pablo
llevó el evangelio allá en el año 51 d.C. encontró una ciudad relativamente joven
y sin muchas de las arraigadas tradiciones socioculturales que poseían otras
ciudades. Por tanto los corintios estaban más dispuestos a recibir nuevas
ideas.
Siendo ciudad porteña, visitada continuamente por
innumerables marineros que se encontraban lejos de sus hogares, Corinto llegó a
ser un centro de inmoralidad a tal grado que la palabra “corintizar” era sinónimo
de “fornicar”. La inmoralidad predominaba hasta en la religión; en el templo de
Afrodita, la diosa del amor, se mantenía a mil sacerdotisas que practicaban la
prostitución “sagrada”.
Los colones originales que llegaron a Corinto
vinieron del sur de Italia, pero pronto muchos griegos y orientales, incluso
judíos, se mezclaron con ellos. La comunidad judía construyó una sinagoga que
más tarde habría de ser el puente que Dios usaría para la entrada del evangelio
(Hch 18:4), el monoteísmo y la moral de los judíos constantemente tanto con la disolución
corintia, que muchos no judíos fueron atraídos a la sinagoga.
Lucas llamaba “temerosos de Dios” a estos gentiles (Hch
18:7). Algunos llegaron a aceptar la circuncisión y los otros conceptos de la
ley judaica, y alcanzaron la categoría de “prosélitos” (compare Hch 2:10; 13:43).
Esta sinagoga, compuesta de judíos, prosélitos y temerosos de Dios (simpatizantes)
constituía un campo blanco, preparado para la cosecha. Pablo predicó el
evangelio allí (Hch 18:4) y el resultado fue una de las principales iglesias
del primer siglo. 1 y 2 de Corintios atestiguan las relaciones posteriores de
Pablo con esta congregación.
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