Tarea
difícil es la de fechar los acontecimientos narrados en el Nuevo Testamento
debido a la escasez de datos y a la complejidad del calendario del siglo I. Los
historiadores seculares prestaron poca atención al movimiento cristiano, y
puesto que los escritores cristianos tuvieron otros fines además de los
historiográficos, solo podemos inferir una cronología aproximada, lo cual trae
como resultado toda una gama de opiniones. En la tabla adjunta se sobreentiende
para casi todos los casos una fecha aproximada. (Para la cronología de la vida
de Jesús Jesucristo; Herodes; Cirenio; Cena del Señor.)
Para
la época apostólica, los pocos datos cronológicos provenientes de las epístolas
ubican ciertos hechos únicamente en relación con otros también difíciles de
fechar. Para una cronología absoluta hay que recurrir a Hechos. De los
acontecimientos allí mencionados, solo a cinco se les puede asignar fechas más
o menos fijas, gracias a las fuentes judías o romanas (indicados en la tabla con
un *): la muerte de Herodes Agripa I, el hambre en Judea durante la
procuraduría de Tiberio Alejandro y el gobierno de Claudio (Hch 11.28), el
edicto de Claudio que ordenaba salir de Roma a los judíos, el proconsulado de
Galión y la procuraduría de Festo.
Las
demás fechas tenemos que inferirlas de estas. Para el período 30–50, los puntos
de referencia de la cronología son las visitas de Pablo a Jerusalén, de las
cuales Hechos menciona cinco (9.26–30; 11.30 con 12.25; cap. 15 Concilio de Jerusalén;
18.22; 21.17ss) y Gálatas menciona dos (1.18–24; 2.1–10). De la correlación que
se haga de estas dos listas dependerá nuestra teoría. La tabla adjunta
identifica la visita de Hch 11.30 y 12.25 con la de Gl 2.1–10. Para el período
50–70, nos servimos de las fechas de Galión y Festo, y acomodamos los datos de
Hechos convencionalmente. Es curioso, pero así sabemos el mes exacto cuando
ocurrieron ciertos acontecimientos sin poder precisar el año (Pablo).
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