Filipenses
2:9–10.
Por
eso Dios «lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los
cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra»
Una de las cuatro epístolas cortas escrita por el apóstol Pablo desde la prisión. Las otras tres son Efesios, Colosenses y Filemón. Pablo fundó la iglesia en Filipos (Hechos 16:12–40). Durante toda su vida, los filipenses ocuparon un lugar especial en el corazón de Pablo. Su carta la escribe con amor, y en toda ella se respira un aire de gozo. Cuando Pablo vino por primera vez a Filipos, lo echaron en la cárcel. Bien avanzada la noche, azotado y encerrado, cantaba a Dios (Hechos 16:25). Diez años después fue de nuevo a prisión y allí sentía el gozo del cristiano en medio del sufrimiento: «Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense!» (Filipenses 4:4).
ESTRUCTURA DE LA EPÍSTOLA
La
epístola se dirige a «todos los santos del
Cristo Jesús» (Filipenses 1:1; 4:21), pero menciona expresamente a los
obispos y diáconos (inspectores y ayudantes), y se compone de tres partes casi
separadas: informaciones, exhortaciones y saludos (Filipenses 1:1–2.30; 4.4–7,
21–23), un grito de alarma con lágrimas (Filipenses 3:1b–21), y un acuse de
recibo de las donaciones (Filipenses 4:10–20).
Pablo
comienza hablando de su intercesión por todos, agradece la participación activa
de los filipenses en la evangelización y pide que el amor siga inspirando los
pensamientos y la acción (Filipenses 1:3–11). Informa sobre su proceso y su
esperanza de ser liberado, como respuesta a la oración de los filipenses. Pero
está dispuesto también a morir por el Cristo en beneficio de la obra misionera
(Filipenses 1:12–26). Exhorta a una conducta digna del evangelio predicado, aun
en medio de sufrimientos (Filipenses 1:27–30), y a la unidad en humildad de
acuerdo con el ejemplo del Cristo, quien fue exaltado por su humillación hasta
la muerte de cruz (Filipenses 2:1–11). Es su anhelo que los filipenses sean «luminares en el mundo» (Filipenses 2:12–18).
Acto
seguido, el apóstol informa sobre sus ayudantes: Epafrodito y Timoteo. Habla de
ambos con ardiente afecto y fina delicadeza (Filipenses 2:19–30).
En
Filipenses 4:2s Pablo pide a varias personas que sean de un mismo sentir en el
Señor. La unidad y la paz entre los filipenses (Filipenses 1:27; 4:7, 9)
peligraban por el deseo que algunos tenían de ser perfectos para «conocer así el poder de la resurrección».
La reacción del apóstol es tan fuerte como en el caso de los gálatas (Filipenses
3:1–11). Advierte del riesgo de poner la confianza en esfuerzos religiosos, a la manera del fariseísmo, y presenta el
ejemplo de su propia conversión, la cual produjo el deseo de «ser hallado en el Cristo». Esto se
logra, no por llevar una vida legalista, sino al ser aceptado por Dios mediante
la fe en el Cristo. Señala el alcance futuro del cristiano (Filipenses 3:12–21)
y concluye pidiendo unidad entre todos los que son maduros en la fe. Advierte
que la fe en la resurrección no debe excluir la cruz, y señala que los
privilegios actuales de los creyentes garantizan el porvenir (Filipenses 4:1–9).
La pretensión de la perfección divide la iglesia en imperfectos y perfectos,
orgullosos y tímidos; Pablo en cambio, piensa siempre en «todos» Filipenses (Filipenses 3:15; 1.1).
Refiriéndose
finalmente a las donaciones de los filipenses, Pablo disimula su extrañeza por
no haber recibido ayuda durante algún tiempo. Alude a su propia disciplina en el
Cristo, agradece la ayuda y es su oración que los filipenses sean recompensados
por Dios (Filipenses 4:10–20).
En Salmos 2.5–11 se halla un pasaje especialmente notable: un cántico al Siervo que es a
la vez el Señor. Este salmo, que exalta al crucificado, quizás lo cantaron los
filipenses.
AUTOR
Y FECHA
Existe
un poco de duda sobre si Pablo escribió la Epístola a los Filipenses. Sin
embargo, toda la epístola lleva el sello de su lenguaje y estilo; el escenario
es la prisión de Pablo; y los destinatarios están en correspondencia con lo que
sabemos de la iglesia en Filipos.
Durante
su segundo viaje misionero, en 49 d.C., Pablo sintió el llamado de Dios a
visitar Macedonia (Hechos 16:6–10). En Filipos fundó la primera congregación
cristiana en tierra europea (Hechos 16:11–40). A partir de ese momento se
desarrollaría una relación de ayuda mutua entre los filipenses y Pablo que
duraría para siempre (Filipenses 1:5; 4:15). Durante su tercer viaje misionero,
Pablo volvió a visitar la iglesia (Hechos 20:1, 6).
Cuando
escribió Filipenses, Pablo estaba en una prisión (Filipenses 1:7, 13s, 30)
mientras esperaba la decisión de su juicio (Filipenses 1:5). La fecha de la
carta depende de identificar la prisión en que se encontraba Pablo en ese
momento. Los lugares más probables son: Roma (61–63) y Éfeso (55–56), pero cada
hipótesis tropieza con dificultades.
Los
filipenses habían demostrado un interés permanente en la obra y persona de
Pablo. Lo sostenían en sus viajes con donaciones y le habían provisto de un
ayudante, • Epafrodito. Pablo, por su parte, deseaba informarles de sus
experiencias. Para ello, aprovechó un viaje de Timoteo y Epafrodito. Este
último había enfermado y la iglesia sentía gran pesar por él (Filipenses 2:25–30).
Para calmar esta inquietud, Pablo lo envió con esta epístola, en la cual
también prometió una próxima visita personal (Filipenses 2:24).
MARCO
HISTÓRICO
El
lugar de la prisión de Pablo se ha debatido durante mucho tiempo. Muchos creen
que fue en Éfeso o Cesarea, pero la mayoría opina que fue en Roma. Pablo hace
referencia a «todo el pretorio» (Filipenses
1:13) e incluso envía saludos de «los de
la casa de César» (Filipenses 4:22). Estas referencias sugieren a Roma, así
como la descripción de sus prisiones en Filipenses 1:12–18. Esta descripción es
similar a la de Clemente sobre el encarcelamiento de Pablo en Roma escrito a
finales del primer siglo. Además, Pablo considera la posibilidad de su muerte (Filipenses
1:23). Esta probabilidad fue más hacia el final de su vida en Roma que a
principio. La epístola, por tanto, podría fecharse con más probabilidad
alrededor del 60 d.C.
APORTE
A LA TEOLOGÍA
En
esta epístola el apóstol describe el «progreso
del evangelio» (Filipenses 1:12), exhorta a la iglesia (Filipenses 1:27) y
narra la situación de su vida de fe (Filipenses 3:12, 14). Pablo siente «gozo en el Señor» (Filipenses 1:14, 18;
2:2; 3:1; 4:4; etc.) porque «el que
comenzó entre [los filipenses] la buena obra [de la comunión en la
evangelización], la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
Exhorta a acabar con las «murmuraciones y
contiendas» en la iglesia (Filipenses 2:3, 14) y exalta la unidad gozosa en
el Cristo (Filipenses 1:7, 8, 27, etc.), ya sea que él esté presente o ausente
(Filipenses 1:27).
El
enfoque de Pablo en Filipenses es la vida centrada en el Cristo, adornada por
el gozo de pertenecer a la familia de Dios. Pablo lo ha entregado todo al
Cristo, y puede decir con la frente en alto que es siervo (esclavo) del Cristo
(Filipenses 1:1), que para él el vivir es el Cristo (Filipenses 1:21) y que lo
ha perdido todo, y lo tiene por basura, para ganar al Cristo Filipenses (Filipenses
3:7–8). Su única pasión es glorificar al Señor (Filipenses 3:8–9). Su anhelo es
que lo que siente lo sientan también los cristianos filipenses. Ora que abunden
en el amor del Cristo (Filipenses 1:9), que tengan el mismo sentir del Cristo (Filipenses
2:5–11) y que conozcan bien lo que pasó el Cristo: sufrimiento, muerte y
resurrección (Filipenses 3:10–11). El cristiano, como es la experiencia de
Pablo, puede siempre declarar por la fe: «Todo lo puedo en el Cristo que me
fortalece (Filipenses 4:13).
La
relación con el Cristo, sin embargo, no debe ser teórica. Debe ser real y debe
manifestarse en hechos concretos en nuestra vida. Ante la oposición al
cristianismo, el cristiano debe mantenerse firme, en un mismo espíritu (Filipenses
1:27). Las diferencias entre los cristianos se eliminan cuando estos son de un
mismo sentir en el Señor (Filipenses 4:2). Pablo exhorta a los creyentes a
seguir adelante hasta alcanzar aquello para lo cual nos tomó el Señor (Filipenses
3:14–15), a pensar solo en las cosas que agradan a Dios (Filipenses 4:8). Uno
es como el Cristo cuando ve la vida desde la perspectiva del Cristo y actúa con
los demás como Jesucristo hubiera actuado.
OTROS
PUNTOS IMPORTANTES
En
ninguna otra parte se presenta el sentir de Jesucristo como en Filipenses 2:1–11.
Los cristianos debemos imitarlo en todo, sobre todo en su amor (Filipenses 2:2).
Debemos imitarlo en su humildad, demostrada al no tener a menos dejar su gloria
para venir a este mundo (Filipenses 2:6–7). En la mayor demostración de amor de
la historia del universo el Señor se humilló y marchó a la muerte por salvarnos
(Filipenses 2:8). Por eso Dios «lo exaltó
hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la
tierra, y debajo de la tierra» (Filipenses 2:9–10)
UN
POCO DE HISTORIA.
Filipos
(en latín Philippi, en griego Φίλιπποι, Phílippï) fue una ciudad de Macedonia
oriental fundada por Filipo II de Macedonia, que le dio su nombre (antes se
llamaba Crénides, en latín Crenides, es decir, lugar de las fuentes, por las
diversas fuentes del río Angites). Cerca había minas de oro, especialmente las
de Asyla. Estaba cercana al río Gangas o Gangites.
ORÍGENES.
Filipos
es una fundación del rey de Macedonia, Filipo II, en el lugar de la colonia
tasia de Crénides (Κρηνἱδες), en el valle del
monte Orbelos (nombre antiguo del monte Lekani), en el borde norte de la
marisma que ocupaba en la antigüedad toda la llanura que lo separaba del monte
Pangeo al sur.
El
objetivo de esta fundación era tanto controlar las minas de oro vecinas como
establecer una guarnición en un punto de paso estratégico: el sitio controlaba
la ruta entre Anfípolis y Neápolis, un segmento de la gran carretera real que
atravesaba de este a oeste Macedonia y que será más tarde reconstruida por los
romanos bajo el nombre de Vía Egnatia.
Después
de la conquista macedonia de Anfípolis, Pidna y Potidea, Filipo II dotó a la
nueva ciudad de importantes fortificaciones para defenderla de las tribus
tracias, que cortaban en parte el paso entre las marismas y el Orbelos, y envió
allí colonos. Hizo emprender el saneamiento de las marismas, de lo que da
testimonio el escritor Teofrasto. Filipos conservó una verdadera autonomía
dentro del Reino macedonio: una ciudad con sus propias instituciones políticas
(ekklesía del demo). El descubrimiento de nuevas minas de oro cerca de la
ciudad, en Asyla, contribuyó al enriquecimiento del reino de Filipo II, que
obtenía unos 1000 talentos al año y estableció allí un taller monetario. La
integración definitiva de la ciudad en el reino macedonio tendría lugar bajo
Filipo V.
La
ciudad fue a pesar de todo de tamaño modesto (¿2.000 habitantes?): cuando los
romanos destruyeron definitivamente el reino argéada de Macedonia en 167 a. C.
y lo dividieron en cuatro Estados distintos (merides), fue Anfípolis y no
Filipos la designada como capital del Estado de Macedonia oriental.
No
se conoce nada o casi nada de la ciudad en esta época, excepto el recinto, el
teatro, los cimientos de una casa bajo el foro romano, un pequeño templo y
sobre todo un heroón (templo consagrado a un héroe). Este monumento recubre la
tumba de un tal Exekestos, quizás situada en el ágora y ligada al culto de
κτίστης (ktístès) (héroe fundador) de la ciudad.
https://es.wikipedia.org/wiki/Filipos_(ciudad)
No hay comentarios:
Publicar un comentario