domingo, 11 de julio de 2021

FILIPENSES.

 


Filipenses 2:9–10.

Por eso Dios «lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra»

Una de las cuatro epístolas cortas escrita por el apóstol Pablo desde la prisión. Las otras tres son Efesios, Colosenses y Filemón. Pablo fundó la iglesia en Filipos (Hechos 16:12–40). Durante toda su vida, los filipenses ocuparon un lugar especial en el corazón de Pablo. Su carta la escribe con amor, y en toda ella se respira un aire de gozo. Cuando Pablo vino por primera vez a Filipos, lo echaron en la cárcel. Bien avanzada la noche, azotado y encerrado, cantaba a Dios (Hechos 16:25). Diez años después fue de nuevo a prisión y allí sentía el gozo del cristiano en medio del sufrimiento: «Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense!» (Filipenses 4:4).

ESTRUCTURA DE LA EPÍSTOLA

La epístola se dirige a «todos los santos del Cristo Jesús» (Filipenses 1:1; 4:21), pero menciona expresamente a los obispos y diáconos (inspectores y ayudantes), y se compone de tres partes casi separadas: informaciones, exhortaciones y saludos (Filipenses 1:1–2.30; 4.4–7, 21–23), un grito de alarma con lágrimas (Filipenses 3:1b–21), y un acuse de recibo de las donaciones (Filipenses 4:10–20).

Pablo comienza hablando de su intercesión por todos, agradece la participación activa de los filipenses en la evangelización y pide que el amor siga inspirando los pensamientos y la acción (Filipenses 1:3–11). Informa sobre su proceso y su esperanza de ser liberado, como respuesta a la oración de los filipenses. Pero está dispuesto también a morir por el Cristo en beneficio de la obra misionera (Filipenses 1:12–26). Exhorta a una conducta digna del evangelio predicado, aun en medio de sufrimientos (Filipenses 1:27–30), y a la unidad en humildad de acuerdo con el ejemplo del Cristo, quien fue exaltado por su humillación hasta la muerte de cruz (Filipenses 2:1–11). Es su anhelo que los filipenses sean «luminares en el mundo» (Filipenses 2:12–18).

Acto seguido, el apóstol informa sobre sus ayudantes: Epafrodito y Timoteo. Habla de ambos con ardiente afecto y fina delicadeza (Filipenses 2:19–30).

En Filipenses 4:2s Pablo pide a varias personas que sean de un mismo sentir en el Señor. La unidad y la paz entre los filipenses (Filipenses 1:27; 4:7, 9) peligraban por el deseo que algunos tenían de ser perfectos para «conocer así el poder de la resurrección». La reacción del apóstol es tan fuerte como en el caso de los gálatas (Filipenses 3:1–11). Advierte del riesgo de poner la confianza en esfuerzos religiosos, a la manera del fariseísmo, y presenta el ejemplo de su propia conversión, la cual produjo el deseo de «ser hallado en el Cristo». Esto se logra, no por llevar una vida legalista, sino al ser aceptado por Dios mediante la fe en el Cristo. Señala el alcance futuro del cristiano (Filipenses 3:12–21) y concluye pidiendo unidad entre todos los que son maduros en la fe. Advierte que la fe en la resurrección no debe excluir la cruz, y señala que los privilegios actuales de los creyentes garantizan el porvenir (Filipenses 4:1–9). La pretensión de la perfección divide la iglesia en imperfectos y perfectos, orgullosos y tímidos; Pablo en cambio, piensa siempre en «todos» Filipenses (Filipenses 3:15; 1.1).

Refiriéndose finalmente a las donaciones de los filipenses, Pablo disimula su extrañeza por no haber recibido ayuda durante algún tiempo. Alude a su propia disciplina en el Cristo, agradece la ayuda y es su oración que los filipenses sean recompensados por Dios (Filipenses 4:10–20).

En Salmos 2.5–11 se halla un pasaje especialmente notable: un cántico al Siervo que es a la vez el Señor. Este salmo, que exalta al crucificado, quizás lo cantaron los filipenses.

AUTOR Y FECHA

Existe un poco de duda sobre si Pablo escribió la Epístola a los Filipenses. Sin embargo, toda la epístola lleva el sello de su lenguaje y estilo; el escenario es la prisión de Pablo; y los destinatarios están en correspondencia con lo que sabemos de la iglesia en Filipos.

Durante su segundo viaje misionero, en 49 d.C., Pablo sintió el llamado de Dios a visitar Macedonia (Hechos 16:6–10). En Filipos fundó la primera congregación cristiana en tierra europea (Hechos 16:11–40). A partir de ese momento se desarrollaría una relación de ayuda mutua entre los filipenses y Pablo que duraría para siempre (Filipenses 1:5; 4:15). Durante su tercer viaje misionero, Pablo volvió a visitar la iglesia (Hechos 20:1, 6).

Cuando escribió Filipenses, Pablo estaba en una prisión (Filipenses 1:7, 13s, 30) mientras esperaba la decisión de su juicio (Filipenses 1:5). La fecha de la carta depende de identificar la prisión en que se encontraba Pablo en ese momento. Los lugares más probables son: Roma (61–63) y Éfeso (55–56), pero cada hipótesis tropieza con dificultades.

Los filipenses habían demostrado un interés permanente en la obra y persona de Pablo. Lo sostenían en sus viajes con donaciones y le habían provisto de un ayudante, • Epafrodito. Pablo, por su parte, deseaba informarles de sus experiencias. Para ello, aprovechó un viaje de Timoteo y Epafrodito. Este último había enfermado y la iglesia sentía gran pesar por él (Filipenses 2:25–30). Para calmar esta inquietud, Pablo lo envió con esta epístola, en la cual también prometió una próxima visita personal (Filipenses 2:24).

MARCO HISTÓRICO

El lugar de la prisión de Pablo se ha debatido durante mucho tiempo. Muchos creen que fue en Éfeso o Cesarea, pero la mayoría opina que fue en Roma. Pablo hace referencia a «todo el pretorio» (Filipenses 1:13) e incluso envía saludos de «los de la casa de César» (Filipenses 4:22). Estas referencias sugieren a Roma, así como la descripción de sus prisiones en Filipenses 1:12–18. Esta descripción es similar a la de Clemente sobre el encarcelamiento de Pablo en Roma escrito a finales del primer siglo. Además, Pablo considera la posibilidad de su muerte (Filipenses 1:23). Esta probabilidad fue más hacia el final de su vida en Roma que a principio. La epístola, por tanto, podría fecharse con más probabilidad alrededor del 60 d.C.

APORTE A LA TEOLOGÍA

En esta epístola el apóstol describe el «progreso del evangelio» (Filipenses 1:12), exhorta a la iglesia (Filipenses 1:27) y narra la situación de su vida de fe (Filipenses 3:12, 14). Pablo siente «gozo en el Señor» (Filipenses 1:14, 18; 2:2; 3:1; 4:4; etc.) porque «el que comenzó entre [los filipenses] la buena obra [de la comunión en la evangelización], la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6). Exhorta a acabar con las «murmuraciones y contiendas» en la iglesia (Filipenses 2:3, 14) y exalta la unidad gozosa en el Cristo (Filipenses 1:7, 8, 27, etc.), ya sea que él esté presente o ausente (Filipenses 1:27).

El enfoque de Pablo en Filipenses es la vida centrada en el Cristo, adornada por el gozo de pertenecer a la familia de Dios. Pablo lo ha entregado todo al Cristo, y puede decir con la frente en alto que es siervo (esclavo) del Cristo (Filipenses 1:1), que para él el vivir es el Cristo (Filipenses 1:21) y que lo ha perdido todo, y lo tiene por basura, para ganar al Cristo Filipenses (Filipenses 3:7–8). Su única pasión es glorificar al Señor (Filipenses 3:8–9). Su anhelo es que lo que siente lo sientan también los cristianos filipenses. Ora que abunden en el amor del Cristo (Filipenses 1:9), que tengan el mismo sentir del Cristo (Filipenses 2:5–11) y que conozcan bien lo que pasó el Cristo: sufrimiento, muerte y resurrección (Filipenses 3:10–11). El cristiano, como es la experiencia de Pablo, puede siempre declarar por la fe: «Todo lo puedo en el Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13).

La relación con el Cristo, sin embargo, no debe ser teórica. Debe ser real y debe manifestarse en hechos concretos en nuestra vida. Ante la oposición al cristianismo, el cristiano debe mantenerse firme, en un mismo espíritu (Filipenses 1:27). Las diferencias entre los cristianos se eliminan cuando estos son de un mismo sentir en el Señor (Filipenses 4:2). Pablo exhorta a los creyentes a seguir adelante hasta alcanzar aquello para lo cual nos tomó el Señor (Filipenses 3:14–15), a pensar solo en las cosas que agradan a Dios (Filipenses 4:8). Uno es como el Cristo cuando ve la vida desde la perspectiva del Cristo y actúa con los demás como Jesucristo hubiera actuado.

OTROS PUNTOS IMPORTANTES

En ninguna otra parte se presenta el sentir de Jesucristo como en Filipenses 2:1–11. Los cristianos debemos imitarlo en todo, sobre todo en su amor (Filipenses 2:2). Debemos imitarlo en su humildad, demostrada al no tener a menos dejar su gloria para venir a este mundo (Filipenses 2:6–7). En la mayor demostración de amor de la historia del universo el Señor se humilló y marchó a la muerte por salvarnos (Filipenses 2:8). Por eso Dios «lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra» (Filipenses 2:9–10)

UN POCO DE HISTORIA.

Filipos (en latín Philippi, en griego Φίλιπποι, Phílippï) fue una ciudad de Macedonia oriental fundada por Filipo II de Macedonia, que le dio su nombre (antes se llamaba Crénides, en latín Crenides, es decir, lugar de las fuentes, por las diversas fuentes del río Angites). Cerca había minas de oro, especialmente las de Asyla. Estaba cercana al río Gangas o Gangites.

ORÍGENES.

Filipos es una fundación del rey de Macedonia, Filipo II, en el lugar de la colonia tasia de Crénides (Κρηνδες), en el valle del monte Orbelos (nombre antiguo del monte Lekani), en el borde norte de la marisma que ocupaba en la antigüedad toda la llanura que lo separaba del monte Pangeo al sur.

El objetivo de esta fundación era tanto controlar las minas de oro vecinas como establecer una guarnición en un punto de paso estratégico: el sitio controlaba la ruta entre Anfípolis y Neápolis, un segmento de la gran carretera real que atravesaba de este a oeste Macedonia y que será más tarde reconstruida por los romanos bajo el nombre de Vía Egnatia.

Después de la conquista macedonia de Anfípolis, Pidna y Potidea, Filipo II dotó a la nueva ciudad de importantes fortificaciones para defenderla de las tribus tracias, que cortaban en parte el paso entre las marismas y el Orbelos, y envió allí colonos. Hizo emprender el saneamiento de las marismas, de lo que da testimonio el escritor Teofrasto. Filipos conservó una verdadera autonomía dentro del Reino macedonio: una ciudad con sus propias instituciones políticas (ekklesía del demo). El descubrimiento de nuevas minas de oro cerca de la ciudad, en Asyla, contribuyó al enriquecimiento del reino de Filipo II, que obtenía unos 1000 talentos al año y estableció allí un taller monetario. La integración definitiva de la ciudad en el reino macedonio tendría lugar bajo Filipo V.

La ciudad fue a pesar de todo de tamaño modesto (¿2.000 habitantes?): cuando los romanos destruyeron definitivamente el reino argéada de Macedonia en 167 a. C. y lo dividieron en cuatro Estados distintos (merides), fue Anfípolis y no Filipos la designada como capital del Estado de Macedonia oriental.

No se conoce nada o casi nada de la ciudad en esta época, excepto el recinto, el teatro, los cimientos de una casa bajo el foro romano, un pequeño templo y sobre todo un heroón (templo consagrado a un héroe). Este monumento recubre la tumba de un tal Exekestos, quizás situada en el ágora y ligada al culto de κτίστης (ktístès) (héroe fundador) de la ciudad.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Filipos_(ciudad)

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