1
Juan 1:1-5.
El
Verbo hecho carne
1. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2. Este existía en el principio con Dios. 3. Por medio de Él fueron hechas todas las cosas, y nada de lo que ha sido hecho se hizo sin Él. 4. La vida estaba en Él, y la vida era la luz de los hombres. 5. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
(En griego, logos, que significa, palabra,
mensaje, etc.). Como revelador y salvador divino, y habiéndose manifestado
en muchas formas en el pasado, Dios el Padre ha pronunciado su Palabra final y
definitiva en Jesucristo su Hijo (Hebreos 1:1s). Toda la revelación del Antiguo
Testamento apuntaba hacia esta palabra (Juan 5:39) y halló en ella su
cumplimiento (Colosenses 1:25ss). Sin embargo, esta palabra no comienza a oírse
solamente con las obras y palabras de Jesús; Él mismo habló misteriosamente de
su preexistencia (Juan 8:58; 17:5; cf. Filipenses 2:6) y de su acción en el
mundo antes de nacer. Más tarde los autores del Nuevo Testamento llegan a esta
convicción, tras un fiel estudio del Antiguo Testamento (Hechos 8:35; 17:2s,
11). Así que inclusive la mención de la palabra o de la Sabiduría divinas
delata la acción del Verbo preexistente. Por el Hijo, resplandor de la gloria
de Dios (2 Corintios 4:4; Colosenses 1:15; Hebreos 1:3), se creó el mundo (Hebreos
1:2; cf. Salmos 33:6ss) y en Él subsiste el universo (Colosenses 1:17). Aun en
los detalles de la historia de Israel (1 Corintios 10:1–4) o en la visión de un
profeta (Isaías 6.1–13) el Cristo estaba activo.
Cuando
Juan el evangelista escribe su prólogo a fines del primer siglo, resume esta
convicción al usar el título «Verbo»
para describir al Hijo (Juan 1:1s, 14; cf. 1 Juan 1:1ss y Apocalipsis 19:13).
Lo llama «Dios» (sin artículo en el
griego), tanto en 1:1 como en 1:18 (los mejores textos rezan «el único Dios que está en el Seno del Padre»),
y subraya su papel en la creación (1:3, 10). Insiste en que la paradoja de la Encarnación del Verbo, quien trajo por
su entrada a nuestra condición humana la gracia y la verdad (1:14, 16s), constituye
una «exégesis» del Padre (1:18). Aun
frente a este gesto de gracia, los hombres se muestran hostiles y rechazan la
Luz (1:4s, 9s), y en esto el pueblo mismo del Verbo es un ejemplo (1:11). Pero
excepcionalmente hay personas que reciben al Verbo, creyendo en su poder
regenerador (1:12). Así que el drama que comenzó cuando Dios habló por primera
vez a los hombres se cristaliza en el Verbo encarnado; quienes lo rechazan ya
son condenados (Juan 3:16–21).
Se
discute por qué Juan escogió el término Verbo como título cristológico (Mesías). Quizás fuera porque «la palabra» describía comúnmente las
buenas nuevas que predicaban los apóstoles (Hechos 8:25; Evangelio) en una
extensión del ministerio de Jesús. Pero, ¿pensaba Juan también en los conceptos
helenísticos del logos: el principio que establece el orden en el universo, la
mente de Dios que lo controla todo o el intermediario (creado) entre Dios y sus
criaturas? Más consecuente con el pensamiento juanino sería pensar que fue un
ambiente semítico el que produjo el término. Verosímilmente se han sugerido una
o más de las siguientes fuentes: el uso veterotestamentario de «la palabra de Yahweh», la
personificación de la sabiduría (Proverbios 1:20–33; 8:1–9. 18), la
especulación judía sobre la Ley y el uso en los Tárgumes de memra (en arameo,
palabra).
VERBO
Logos,
palabra. Se emplea como título del Hijo de Dios, traduciéndose «Verbo» (Juan 1:1, tres veces, 14; 1 Juan
1:1; Apocalipsis 19:13); en tr también en 1 Juan 5:7, en el controvertido
pasaje de «los testigos celestiales».
Véase PALABRA, Nº 1, etc.
«Tanto
jrema como logos se traducen ‹palabra› y ‹palabras›. Jrema es el dicho, lo que
se expresa (ero, eireka, ‹hablar›); es más individual que logos, siendo su
relación con Él como una parte a un todo. Logos incluye los pensamientos así
como lo que se expresa. Comparar el uso de los términos franceses mot y parole.
»Estos
dos términos han sido distinguidos de la siguiente manera: logos es la palabra
más profunda, más plena e inclusiva; es la revelación de lo que está en Dios,
en su naturaleza y carácter su amor, sus caminos–en resumen, todo lo que Él
comunica jrema es la comunicación misma. Logos (de lego, ‹hablar›) es aquello
que es conocido en la mente y conocido por expresarlo. No se puede pensar sin
tener un pensamiento, y logos se emplea para denotar aquello, y su expresión;
es el tema y la forma del pensamiento y de la expresión, así como la expresión
de ello. Es una palabra tan inclusiva que es muy difícil de abarcar. Jrema es
la expresión proposicional mediante la que se comunica el pensamiento.
»Si
esta distinción se tiene en cuenta, se comprenderán mejor los siguientes
pasajes. Para logos, Mateo 13:19; (donde el original dice ‹palabra›, en
singular, no ‹palabras›; cf. Mateo 26:44); Lucas 1:2; Hechos 4:31; 6:4; Romanos
9:6; Hebreos 4:12; 6:1; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23. Y se comprenderá lo
característico que es el término logos de los escritos de Juan: 1:1,14; 5:24,
38; 8:31, 37, 43; y en los vv. 51,52 y 55 (donde es lo mismo, ‹palabra›); 10:35;
14.23, 24; 15:3, 20; 17:6, 14,17; 1 Juan 1:1.
»Sin
embargo, el apóstol también emplea jrema: Juan 3:34; 6:63,68; 8:47; 12:47-48;
14:10; 17:8. Cf. también Mateo 4:4; Efesios 6:17 (no el libro, meramente, sino
el texto); Mateo 26:75; Lucas 5:5; Romanos 10:8,17; Hebreos 1:3; 6:5; 11:3; 1 Pedro
1:25. Ello será suficiente para ilustrar el empleo de la palabra, que tiene más
el sentido de expresiones individuales, de comunicaciones divinas.
»Lalia
(de lalero, ‹hablar, emitir un sonido›) es, como sustantivo, de empleo mucho
más limitado, como también de significado, y de hecho solo se halla en Mateo
26:73; Juan 4:42 (cf. logos, v. 41); y 8:43. Pero el constante empleo del verbo
para el hecho de la pronunciación del lenguaje humano (Mateo 9:33; Hechos 2:4;
18:9), y en expresiones como ‹habló, diciendo› (cf. Hebreos 2:2) da una
suficiente definición de su sentido. Juan 8:43 yuxtapone logos y lalia de tal
manera que se ilustran sus respectivos significados: logos es el tema de
aquellos discursos, la palabra misma; lalia la forma y expresión externas que
asume su palabra. Ellos no comprendían lo que Él decía (lalia) porque no
asimilaban su pensamiento (logos); como bien se ha dicho: ‹En las cosas divinas
uno no aprende las definiciones de las palabras y después las cosas; se
aprenden las cosas, y luego el significado de las palabras es evidente›» (de
New Concise Bible Dictionary: «Word, Words», pp. 857-858).
VERBOSIDAD
Como viento
impetuoso, Job 8:2.
Jactancia mala y
buena, Jeremías 9:23–24.
Lenguas astutas
silenciadas, Lucas 20:20–26.
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