domingo, 9 de febrero de 2020

EZEQUIEL



El profeta Ezequiel tuvo el ingrato trabajo de proclamar los mensajes de Dios por las multitudinarias y hostiles calles de Babilonia. Al mismo tiempo que Jeremías advertía a los ciudadanos de Jerusalén sobre la venidera destrucción de la ciudad santa, Ezequiel predicaba el mismo mensaje a los cautivos en Babilonia. Aunque estos deportados estaban a cientos de kilómetros lejos de la tierra prometida y del Templo, Dios no los abandonaría en medio de las tinieblas. En cambio, envió a Ezequiel a advertir, exhortar y consolar a los abatidos cautivos.

A diferencia de la mayoría de los libros proféticos, Ezequiel presta atención considerable a la cronología y las fechas exactas por todo su libro. Ningún otro profeta proporciona tantas fechas. (Es posible encontrar en Ezequiel fechas precisas sobre muchos sucesos gracias a las fechas arqueológicas y las investigaciones más recientes en los sistemas de calendarios del antiguo Oriente Medio.

La clave para fechar el comienzo de la información cronológica y otras fechas específicas de Ezequiel es la referencia en Ez 1.2 al «quinto año de la deportación del rey Joaquín». En 2 R 24.12, esta deportación va paralela con «el octavo año» del reinado de Nabucodonosor o 597 a.C. Ezequiel comenzó a profetizar en 593 a.C. llamando la atención al cautiverio babilónico de Judá y terminó en 571 a.C. con un mensaje sobre el juicio venidero de Dios sobre Egipto por mano del mismo monarca babilónico. Ezequiel profetizó durante cuatro períodos diferentes: 593-588 a.C. (1.1-25.17); 587-585 a.C. (26.1-29.16; 30.20-39.29); 573 a.C. (40.1-48.35); y 571 a.C. (29.17-30.19). En total, Ezequiel profetizó de 593 a 571 a.C., un período de veintidós años rodeando la culminante caída de Jerusalén en 586 a.C.

Durante la vida y el ministerio de Ezequiel, Israel (el reino del norte) estuvo corrompido en sentido político y espiritual. Su idolatría lo llevó al cautiverio asirio en 722 a.C. En ese tiempo, la gobernación de Judá (el reino del sur) fue justa; pero al final también cayó en la idolatría de las naciones vecinas, aunque experimentó breves restablecimientos. El pueblo rehusó escuchar los recordatorios de los profetas sobre las maldiciones y bendiciones prometidas por Dios en el pacto con Moisés. Ezequiel profetizó que vendrían catástrofes y cautiverio para Judá y Jerusalén. Aunque también llevaba un mensaje de Dios relativo a la consiguiente restauración y renovación, basado en la fidelidad de Dios a las promesas de todos los pactos hechos con su pueblo desde el pacto abrahámico.

Al hablar a sus compatriotas cautivos en Babilonia, Ezequiel experimentó y utilizó visiones (caps. 1-3; 8-11; 37; 40-48). Estas visiones son similares en estructura a las «visiones en sueños» conocidas de la literatura mesopotámica de los siglos séptimo y sexto a.C. Estos textos tienen dos secciones importantes: (1) Una introducción a la escena y la situación general, incluyendo el tiempo, lugar, circunstancias y las personas involucradas; y (2) una descripción de la visión. En los capítulos 37 y 40-48, Ezequiel utiliza tal formato para introducir visiones apocalípticas, revelaciones que describen simbólicamente el fin de los tiempos. Viviendo en Babilonia, Ezequiel y sus oyentes estaban familiarizados con este tipo de literatura.

En otras partes, Ezequiel emplea temas e ilustraciones de la literatura y vida religiosa de las sociedades cuyos juicios él predijo. Típicamente, las naciones bajo el juicio de Dios eran las que habían maltratado a Israel o que lo llevaron a la adoración de ídolos. Los cautivos y aquellos israelitas que aún vivían en Judá conocían el comportamiento religioso y las creencias de sus vecinos y no se confundirían con el lenguaje del profeta. Además de las visiones y los temas religiosos, Ezequiel usa varias técnicas literarias para comunicar los mensajes de Dios a los cautivos: prosa y poesía, parábolas y proverbios, lamentaciones y endechas, alegorías y juegos de palabras.

Ezequiel ministró en Babilonia, Tel-Aviv cerca del río Quebar. Está en la parte sur oriental del moderna Irak, al noroeste del golfo Pérsico. Los babilonios establecieron a los judíos cautivos en esta región para colonizarlos. El ministerio de Ezequiel se dirigió principalmente a los judíos deportados de Judá por los babilonios y a cualquier otro israelita que siguiera cautivo debido a las deportaciones previas por los asirios. Aún sus mensajes tenían gran importancia práctica e instructiva para los hebreos que quedaban en Israel y para las naciones paganas de los alrededores cuyo futuro Ezequiel previó. Aunque fue transportado a Jerusalén por una visión (caps. 8 y 11), aquellas revelaciones siempre fueron para su beneficio y para aquellos a quien él les habló en el cautiverio.

Los oráculos de Ezequiel relativos a la calamidad nacional, incluían advertencias de enfermedades, muerte, destrucción, y deportaciones. Aunque, debido a las promesas incondicionales de Dios y mediante el arrepentimiento del pueblo, las bendiciones materiales y espirituales de Dios volverían al pueblo. El propósito de Ezequiel era recordar al pueblo de Dios su infidelidad espiritual (cap. 16) y la fidelidad de Dios a sus propias promesas. Ezequiel mostró al pueblo cómo el juicio era el resultado natural de la ira de un Dios santo contra el pecado. También era el medio de un Dios amoroso para disciplinar a su pueblo: corregir sus creencias, redirigir su conducta, y restablecer el compañerismo íntimo entre él y el pueblo. Así Ezequiel predicó a los cautivos el juicio inminente de Dios y la necesidad de arrepentirse en sentido nacional e individual.

El libro de Ezequiel recalca el último objetivo de la compasión y el castigo de Dios: «conocerán que yo soy Yahweh». Esta frase enfatiza que el propósito de las acciones de Dios siempre será causar la renovación espiritual de todo el pueblo. Ezequiel enseña la responsabilidad del pecado individual y en conjunto ante Dios (caps. 18 y 23). Aunque los temas sobre idolatría, injusticia social, inmoralidad pública y privada, el juicio inminente y las bendiciones futuras de restauración y redención no son privativos de Ezequiel, sus profecías relacionan estos temas con la centralidad del Templo y la influencia del sistema de sacrificios en la vida de Israel. Las desobediencias pasadas y las corrupciones de los sacerdotes y el pueblo habían llevado a la dispersión de este y lo llevaría a más juicios (caps. 4-32). La conducta del pueblo estaba conectada intrínsecamente con su forma de acercarse a Dios en adoración. El culto poco sincero lo llevó a una conducta inmoral y a juicio; la adoración apropiada del Dios vivo lo dirigió a un comportamiento moral y bendiciones. Aunque al final, Ezequiel concluye con las consoladoras noticias que llegará el día en que el gobierno de Dios y su justicia práctica volverán con un nuevo templo y ciudad y una nación y tierra renovadas (caps. 33-48).

Ezequiel recibió e informó las revelaciones del Dios vivo mientras estuvo cautivo en Babilonia durante 593-571 a.C. Todo lo que se conoce de este solitario profeta viene de su profecía escrita, y no existe más información convincente para aceptar otro autor que no sea el que se nombra en el libro: Ezequiel hijo de Buzi (un sacerdote) que fue llevado cautivo con Joaquín y otros judíos en 597 a.C.

Como venía de una familia sacerdotal, Ezequiel era sacerdote y también profeta. Por lo tanto, estaba muy bien familiarizado con las leyes y rituales levíticos así como con el Templo y sus regulaciones, lo que se hace evidente cuando escribe sobre su visión apocalíptica del futuro templo mesiánico. Además, poseía un conocimiento detallado del pacto de Moisés, incluyendo las exigencias éticas, morales y espirituales de la revelación de Dios y los resultados inevitables de obedecer o desobedecer la ley de Dios. Aunque su auditorio de cautivos estaba alejado del Templo, el sacerdocio, y sus fiestas y ceremonias relacionadas, el profeta Ezequiel no les informó sólo esos detalles, sino también la importancia de obedecer la ley de Dios y de buscarlo a Él.

El libro de Ezequiel muestra que era casado (Ez 24.15-18) y tenía una casa (Ez 3.24; 8.1). En resumen, disfrutó de una gran cantidad de libertad en el cautiverio. Los babilonios no habían capturado a los judíos para hacerlos esclavos en su país; al contrario, querían desplazar a la población de Israel, especialmente su gobernación y nobleza, y establecer sus propios ciudadanos y otros extranjeros en la tierra. Por su personalidad y habilidades, parece que Ezequiel era bastante elocuente, inteligente y persuasivo. Era una persona que podía aguantar gran oposición por obedecer los mandatos de Dios en su vida.

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