Como
una de las mayores recopilaciones de canticos, oraciones y poemas, el Libro de
los Salmos expresa las pasiones más profundas de la humanidad. En estas páginas
podemos escuchar el desesperado grito del salmista en medio de su
desesperación, como también su eufórica plegaria a su Proveedor y Consolador.
Podemos escucharlo al volcar su alma en confesión pero también al rebosar de
alegría. Los Salmos nos llevan a través de los valles y las cimas de la
experiencia humana, pero al final nos guían a nuestro amado Creador.
Como
el Pentateuco, los cinco libros de Moisés, el Libro de los Salmos está
configurado en cinco secciones: Libro
I (Sal 1-41), Libro II
(Sal 42-72), Libro III (Sal
73-89), Libro IV (Sal 90-106),
y Libro V (Sal 107-150). Cada
libro concluye con una doxología, una afirmación de alabanza a Dios que se
encuentra en el último versículo o en los dos últimos versos del salmo final.
En el caso del Libro V, todo el último poema, el Salmo 150, es la doxología de
conclusión. No está clara la razón de esta disposición del Libro de los Salmos.
Probablemente tenía algo que ver con el uso de estos en la alabanza a Dios en
el Templo. Los Libros I y II comprenden principalmente los salmos davídicos, el
Libro III incluye los salmos de Asaf (Sal 73-83) y los salmos de los hijos de
Coré (Sal 84-88). Los Libros IV y V incluyen salmos anónimos, junto con algunos
de David y otros autores.
Muchos
de los salmos se pueden identificar como pertenecientes a ciertos tipos, de
acuerdo a su nombre.
Los
salmos reales ponen énfasis en Dios como Rey, usando a menudo las palabras «el
Señor reina». Estos salmos hablan de su reinado como Creador, como Salvador de
Israel y como el que vendrá. Los salmos reales a menudo señalan la futura
venida del Rey Salvador, del Señor Jesús.
Los
salmos de Sion se centran en Jerusalén, usando el cariñoso nombre de Sion.
Estos salmos ensalzan a la ciudad como la elección de Dios para instalar su
santo Templo, el lugar del culto verdadero de su nombre.
Los
salmos penitenciales son poemas en los cuales el poeta confiesa un pecado al
Señor, pide y recibe perdón y luego alaba al Señor por la renovada relación que
el perdón de Dios concede.
Los
salmos de sabiduría se centran en algunos de los temas que se encuentran en el
Libro de los Proverbios. Estos salmos presentan agudos contrastes entre el bien
y el mal, piden la bendición y maldición de Dios, y a menudo se enfocan en la
vida justa.
Los
salmos de la Torá son una subcategoría de los salmos de sabiduría. Son poemas
que se centran en la belleza, verdad y suficiencia de la Ley de Dios. Otras dos
subcategorías de los salmos de sabiduría son los salmos de creación y los
salmos de historia. En los salmos de creación, el poeta llama al creyente para
que alabe a Dios como Creador del universo y Salvador de su pueblo. En los
salmos de historia, el poeta hace un recuento de la historia de Israel y pide
un renovado compromiso a Dios, aun enfrentado a la historia de la rebelión.
Algunos
de los salmos más perturbadores son aquellos que contienen plegarias pidiendo a
Dios que maldiga a los malvados. Se piensa que algunas veces estos salmos de
imprecación entran en conflicto con los sentimientos del evangelio, pero de
hecho, reflejan con exactitud el aborrecimiento de Dios por la maldad.
En
contraste con los salmos de imprecación, están los alegres y proféticos salmos
de Pascua que llegaron a ser parte de las celebraciones de Pascua en el
judaísmo. Estos salmos son una notable celebración de los grandes actos de Dios
al liberar a su pueblo de Egipto, el tema de la celebración de la Pascua. Ellos
señalan la celebración que habría de llegar a través del Salvador Jesús.
Un
último grupo de salmos está concentrado al final del libro. Son los salmos de
Hallel, que reciben este nombre por la principal palabra hebrea de alabanza,
hallel. Como su nombre lo sugiere, estos salmos alaban a Dios por su carácter y
obras de salvación.
Con
el objeto de apreciar a los Salmos en toda su dimensión, se deben tener
presente ciertas características.
Primero,
los Salmos fueron escritos para ser cantados. Eran cánticos para la alabanza
pública en el Templo de Israel antiguo. No son sólo poemas sino piezas líricas
para la música del mundo antiguo. Como tales, contienen formas musicales
peculiares de la música y el culto durante esa época.
Segundo,
los poemas de los Salmos fueron escritos a lo largo de un período de miles de
años, desde los tiempos de Moisés en el siglo XV a.C. hasta la época de Ezra en
el siglo V a.C. Aunque David es el principal autor asociado a la composición
del libro, muchos otros autores de diversos períodos de tiempo contribuyeron
con salmos a lo que llegaría a ser el Libro de los Salmos.
Tercero,
los Salmos fueron recopilados y organizados durante un largo período de tiempo.
Este proceso involucró algunos agregados editoriales a los poemas, algunos
cortes y ampliaciones, como también algunos reordenamientos y la
reestructuración de diversos salmos. El Espíritu Santo, que en primer lugar
había inspirado estos poemas, supervisó este proceso para reestructurarlos para
el culto en el Templo.
Cuarto,
los Salmos fueron escritos en el lenguaje del espíritu humano, las expresiones
del alma. Los Salmos no son una prosa fría ni razonada, sino obras
profundamente emotivas que usan lenguaje desgarrador, expresiones dramáticas y
lenguaje figurativo.
Quinto,
los Salmos y la escritura de salmos eran parte de la vida ordinaria de los
israelitas. Las Escrituras registran numerosas veces en que los israelitas
respondieron espontáneamente al Señor con un salmo de alabanza. Moisés entonó
un salmo de alabanza a Dios (Éx 15); Débora y Ana hicieron lo mismo (Jue 5; 1 S
2); y David bendijo al Señor con un salmo (1 Cr 29). Los israelitas expresaban
su devoción y agradecían al Señor con un salmo. Esta tradición continuó durante
el período del N.T., ya que en Lucas 1 María respondió el mensaje del ángel con
un salmo (Ap 5). Esta tradición israelita de escribir salmos fue confirmada por
el descubrimiento de una cantidad de salmos originales entre los papiros del
Mar Muerto hallados en 1947.
Sexto,
los salmos individuales fueron escritos con diferentes propósitos. Algunos
comenzaban como obras de devoción privada, mientras otros fueron destinados
desde el principio para ser usados en el culto público. En última instancia,
todos los Salmos llegaron a ser el tesoro de todo el pueblo en el culto en el
Templo; sin importar el tema que trataran, siempre conducían al pueblo a la
adoración del Dios vivo.
Finalmente,
hay que recordar que los Salmos fueron escritos en el lenguaje de respuesta.
Cada salmo registra en un poderoso lenguaje poético la respuesta de una persona
a Dios. Desde un llanto desesperado a un grito eufórico de alegría, cada
salmista responde a Dios en medio de una situación especial. Aunque los Salmos
llegaron a ser una parte de la vida del culto de la comunidad, también se
mantuvieron como un vehículo para la expresión individual. Aún hoy, los Salmos
se usan tanto en el culto público como en los momentos de devoción de los
cristianos.
El
sobrescrito, la nota o palabras de introducción que se encuentran en el primer
versículo en la mayoría de los salmos, muchas veces atribuye el salmo que le
sigue al rey David, el «suave salmista de Israel» (2 S 23.1). Probablemente
estas notas no eran parte de los salmos cuando fueron compuestos originalmente,
sino que fueron agregados por los editores para ayudar a la interpretación de
los poemas. Sin embargo, no existe razón para desecharlas. Los libros
históricos de la Biblia hablan de los considerables logros de David como
músico, cantante y compositor de poemas (1 S 16.19-23; 18.10; 2 S 1.17-27;
23.1-7; 1 Cr 29.10-15). Aún más, uno de los salmos de David está registrado en
(2 S 22) y reaparece sólo con ligeras variantes como Salmo 18. Partes de la
combinación que David presentó a Asaf en (1 Cr 16.8-36) están tomadas de (Sal
105.1-15; Sal 96 y Sal 106.1, 47, 48). Así, la conexión entre el rey David y
los Salmos está bien documentada.
Por
supuesto, David no es el único autor de los Salmos. Otros incluyen
contemporáneos de David a quien él puso a cargo del culto en Jerusalén: Etán,
Hemán y Asaf. Salomón siguió los pasos de su padre al escribir tanto salmos
como proverbios. Algunos de los primeros salmos fueron escritos por Moisés,
cinco siglos antes de la época de David. Una familia de sacerdotes, la familia
de Coré, continuó escribiendo salmos durante siglos. También hubo mujeres que
escribieron salmos, como Débora (Jue 5) y Ana (1 S 2). Sin embargo, los autores
de muchos de los salmos aún se desconocen. Algunos de estos salmos anónimos se
pueden atribuir a David, pero no todos. Se siguieron escribiendo salmos durante
la época de Ezra. Se sabe además que durante ese tiempo se compiló el Libro de
los Salmos.
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