HECHOS CAPITULO 7.
8Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes
prodigios y señales entre el pueblo. 9Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de
los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia,
disputando con Esteban. 10Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu
con que hablaba. 11Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar
palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. 12Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los
escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio. 13Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no
cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; 14pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret
destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés. 15Entonces todos los que estaban sentados en el
concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Defensa y
muerte de Esteban
1El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así? 2Y él dijo:
Varones
hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham,
estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, 3y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a
la tierra que yo te mostraré. 4Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en
Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual
vosotros habitáis ahora. 5Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un
pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después
de él, cuando él aún no tenía hijo. 6Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería
extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los
maltratarían, por cuatrocientos años. 7Mas yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual
serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este lugar. 8Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 9Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, 10y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia
y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso por gobernador
sobre Egipto y sobre toda su casa. 11Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de
Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos.
12Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a
nuestros padres la primera vez. 13Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a Faraón el linaje de José. 14Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco
personas. 15Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él, y también nuestros padres; 16los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el
sepulcro que a precio de dinero compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
17Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, que
Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, 18hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía
a José. 19Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros
padres, a fin de que expusiesen a la muerte a sus niños, para que no se
propagasen. 20En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado
tres meses en casa de su padre. 21Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le
recogió y le crió como a hijo suyo. 22Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los
egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras.
23Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino
al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e
hiriendo al egipcio, vengó al oprimido.
25Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios
les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así. 26Y al día siguiente, se presentó a unos de ellos que
reñían, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os
maltratáis el uno al otro? 27Entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó,
diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? 28¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al egipcio? 29Al oír esta palabra, Moisés huyó, y vivió como
extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
30Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el
desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. 31Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y
acercándose para observar, vino a él la voz del Señor: 32Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. 33Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies,
porque el lugar en que estás es tierra santa. 34Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que
está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora,
pues, ven, te enviaré a Egipto.
35A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién
te ha puesto por gobernante y juez?, a éste lo envió Dios como gobernante y
libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza. 36Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en
tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años. 37Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor
vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis. 38Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en
el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida
que darnos; 39al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y
en sus corazones se volvieron a Egipto, 40cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan
delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto,
no sabemos qué le haya acontecido. 41Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio
al ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron. 42Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto
al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas:
¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios
En el desierto por cuarenta años, casa de Israel?
43 Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc,
Y la estrella de vuestro dios Renfán,
Figuras que os hicisteis para adorarlas.
Os transportaré, pues, más allá de Babilonia.
44Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio
en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese
conforme al modelo que había visto. 45El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo
introdujeron con Josué al tomar posesión de la tierra de los gentiles, a los
cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David. 46Este halló gracia delante de Dios, y pidió proveer
tabernáculo para el Dios de Jacob. 47Mas Salomón le edificó casa; 48si bien el Altísimo no habita en templos hechos de
mano, como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de mis pies.
¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor;
¿O cuál es el lugar de mi reposo?
50 ¿No hizo mi mano todas estas cosas?
51¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de
oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así
también vosotros. 52¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los
que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis
sido entregadores y matadores; 53vosotros que recibisteis la ley por disposición de
ángeles, y no la guardasteis.
54Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y
crujían los dientes contra él. 55Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los
ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de
Dios, 56y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está
a la diestra de Dios. 57Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los
oídos, y arremetieron a una contra él. 58Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los
testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. 59Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía:
Señor Jesús, recibe mi espíritu. 60Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les
tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió…
El largo discurso de Esteban es algo más que
una simple refutación de los cargos en su contra. En lugar de defenderse, éste
pronunció un alegato contra sus acusadores. En vez de manifestar un verdadero
celo por el templo y la Ley en su oposición al evangelio, los judíos estaban
desplegando el mismo espíritu rebelde e incrédulo que caracterizó a sus
antepasados que se resistieron a los propósitos de Dios. En una cuidadosa
revisión de la historia de Israel Esteban llega a la conclusión que la
presencia de Dios no está limitada a un lugar geográfico o a un pueblo
particular.
El pacto de
circuncisión buscaba reflejar el compromiso personal de obediencia al pacto de
Dios, pero los judíos hacían pocas distinciones entre el ritual y la realidad.
Los doce patriarcas son los hijos de Jacob, quienes se convirtieron en los
padres de las 12 tribus de Israel.
El tabernáculo del testimonio: A las tablas de piedra de los Diez Mandamientos se
las denominaba «el Testigo» o «el Testimonio», y estaban depositadas dentro del
arca del pacto en el tabernáculo de Moisés.
Esteban no se
oponía al templo en sí mismo, sino al institucionalismo sin vida que había
llegado a representar.}
Las
apasionadas afirmaciones de Esteban lo condujeron a una muerte violenta. Incircuncisos de corazón y oídos
describe a aquellos que se sentían seguros porque habían sido circuncidados. El
ritualismo no nos coloca en una buena posición ante Dios. Un cambio de corazón
a través del nuevo nacimiento y de un andar en los caminos de la fe son las
señales reales de una verdadera relación con Dios.
Hijo del Hombre: Véase la introducción a Mateo: Cristo revelado.
Jesús, quien está sentado a la derecha del Padre (Col 3.1; Heb 1.3, 13; 10;
12), estaba ahí para testificar contra los acusadores de Esteban y para
recibirlo en el reino de los cielos.
Saulo, quien
llegaría a ser el apóstol Pablo, era de Tarso, una localidad situada en
Sicilia. Puede que haya asistido a la sinagoga donde predicó Esteban (6.9).
La plegaria
de Esteban constituye una reminiscencia de la que pronunció Jesús cuando la
crucifixión (Lc 23.34).
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