1.
Que Cristo esté por encima de
todo. Para ser
un verdadero seguidor de Cristo, necesitas estar dedicado a él y no dejar que
nada se interponga en el camino de tu devoción (Filipenses.3:4-11)
4Aunque también tengo confianza
respecto a la carne, porque si alguno considera que puede confiar en la carne,
yo más que él:
5Circuncidado al octavo día, del
linaje de Israel, de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a
la ley, fariseo;
6En cuanto a celo, perseguidor de
la iglesia; y en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible.
7Sin embargo, estas cosas que eran
ventaja para mí, las he considerado sin valor por causa del Cristo,
8Y también yo considero todas
estas cosas como pérdida en virtud del inigualable valor de conocer a mi Señor
Jesucristo, por quien lo he perdido todo, y todo lo he tenido por basura para
ganar a Cristo,
9Para ser encontrado en Él, no
teniendo mi propia justicia que es por la ley, sino la que es mediante la fe
del Cristo, esto es, la justicia que proviene de Dios
10Para que por ella entienda a
Jesús y el poder de su resurrección, y sea participe de sus padecimientos, para
llegar a ser semejante en su muerte,
11Por si acaso puedo alcanzarla
resurrección de entre los muertos.
Como afirman los versículos
4-6, el apóstol Pablo fue un ejemplo de lo que es ser un buen judío.
Había nacido como miembro del
pueblo elegido de Dios y siempre guardo las leyes de Dios sin desviarse de
ella. Pero cuando Pablo se encontró con Jesús en el camino a Damasco (Hechos
9:1-19),
2.
Equilibra el servicio cristiano
con la adoración. No
adquieras el hábito de “servir” tanto al Señor que descuidas adorarlo y dedicar
tiempo para conocerlo mejor (Lc. 10:38-42).
38Aconteció que cuando iban con
ellos de camino, entro Él en cierta aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió
en su casa.
39Y ella tenía una hermana que se
llamaba Mariam, que vino y se sentó a los pies de nuestro Señor, y prestaba atención
a sus palabras.
40Pero Marta, que se afanaba con
las muchas ocupaciones, vino a decirle: Señor mío, ¿no te importa que mi
hermana me haya dejado servir sola? Dile que me ayude.
41Entonces le contesto Jesús,
diciendo: Marta, Marta, estás afanada y ansiosa por muchas cosas,
42pero una sola cosa es necesaria,
y Mariam ha preferido la mejor parte, la cual no le será quitada.
Es
fácil perder de vista a Jesús en medio de toda nuestra actividad por él. Esta
historia muestra la necesidad de mantener un equilibrio entre nuestra obra y
nuestra adoración. Aquí vemos dos personalidades por Marta y Mariam.
Marta: la
hacedora.
Marta era del tipo de persona que desea que todos los quehaceres estén hechos.
En lo profundo de su corazón, ella probablemente deseaba agradar al Señor, pero
cometió el error común de ofrecer obras por adoración. Ella recibió a Jesús en
su casa, pero lo desatendió por el trabajo. Jesús deseaba su atención, pero
ella le ofreció un frenesí de actividades. Como resultado, se sintió cansada y
agotada. Igual que Marta, nosotros podemos ocuparnos demasiado en la obra, y no
tomar tiempo para sentarnos a sus pies, y recibir los recursos espirituales que
están disponibles para nosotros.
Mariam: la
hacedora.
Tenía una vida equilibrada. Ella reconocía que hay un tiempo para adorar, un
tiempo para hacer y un tiempo para orar. Sabía que hay un tiempo para dejar
todo a un lado y conversar con el más honorable huésped. Mientras Marta, fundamentalmente,
deseaba “tener los platos limpios”, Mariam deseaba aprovechar este maravilloso
momento de sentarse a los pies del
creador del universo.
Pocas
cosas hay tan dañinas a la vida cristiana como tratar de hacer la obra para
Cristo, sin tomar tiempo para estar en comunión con él. En su carta al joven
Timoteo, el apóstol Pablo escribe: “El
agricultor que se esfuerza en su trabajo
debería ser el primero en gozar del fruto de su labor” (Timoteo. 2:6).
En otras palabras, tú no puedes alimentar eficazmente a ortos hasta que tú
mismo hayas sido alimentado.
Lo
que hacemos con Cristo es más importante que lo que hacemos para Cristo.
Aquellos que saben tener un equilibrio entre el trabajo y la adoración serán
más efectivos en su servicio para el Señor, y evitarán descuidar su relación
personal con él.
3.
No malgastes tiempo en la
búsqueda de cosas que no perduran. Tu
tiempo en la tierra es corto. Pídele ayuda a Dios para invertir tu tiempo en
cosas que tienen valor (2Timoteo. 4:5-8).
5Pero
tú se diligente en todas las cosas y soporta las adversidades; has labor de
evangelista; cumple tu ministerio.
6Porque
yo ya estoy a punto de ser derramado como libación, y el tiempo de mi partida
ha llegado.
7He
peleado la buena batalla, he terminado mi carrera, he preservado mi fe.
8Y
desde ahora me está reservada la corona de la justicia con la cual me
recompensará en aquel día mi Señor, porque Él es Juez justo; y no sólo a mí,
sino también a los que aman su manifestación.
4.
Emplea tiempo en alimentar tu
alma. Dios
ofrece bendecirte si eliges pasar más tiempo con él en lugar de dedicar tu
tiempo a la búsqueda de satisfacciones temporales (1Pedro.2:1-3).
1Por
tanto, desechen toda maldad, todo engaño e hipocresía, envidia y difamación.
2y
sean como niños recién nacidos que desean la palabra cual leche pura y
espiritual, para que se fortalezcan mediante ella para salvación.
3Si es que han
probado y han visto que Yahweh es bueno.
5.
Mantén vivo tu celo espiritual,
esfuérzate en
mantener ese “fuego” ardiente en tu corazón, que brille siempre mientras sirves
al Señor (Romanos.12:11)
11Sean
diligentes, y no perezosos; sean entusiastas en espíritu, sirviendo a su Señor.
Este versículo no sólo nos
anima a mantener vivo nuestro celo por el Señor, sino que nos ordena hacerlo. Otro
significado de la frase “sirvan al Señor con entusiasmo”, es tener co9razon que
arde por Dios. La importancia de esto se ve en el libro de apocalipsis. Allí Jesús
advierte a la iglesia de Laodicea que esas personas estaban en peligro de ser
arrojadas de su boca, debido a que eran tibias (Ap.3:15-16). En esencia, habían
perdido el fuego de su celo espiritual y eran una ofensa para Cristo. Jesús les
dijo que se arrepintieran, porque si no, él las rechazaría.
¿Qué podemos hacer para
conservar vivo nuestro celo por el Señor? Debemos mantener nuestro fuego
espiritual bien alimentado, pasando tiempo con el pueblo de Dios, en oración y
compañerismo. Debemos sustentar este fuego con el constante alimento de la
palabra de Dios. Como lo experimentaron dos discípulos que estaban desanimados,
el oír las palabras de Jesús pueden reanimar el celo de una persona por Dios: “entonces
se dijeron el uno al otro: ¿no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el
camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas.24:32).
¿Cómo está tu temperatura
espiritual? ¿Sientes pasión por el Señor al cual sirves? ¿Aprovechas al máximo cualquier
oportunidad que se te presenta de hablar a otros de Cristo? Si estás encendido
con el Espíritu, sirviendo al Señor con celo y entusiasmo, tu vida hará una
diferencia.
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