LIBRO DE JOEL
Aram., Ketava
d′Yoel Nebya. Se traduce Libro del Profeta Joel. Yoel es El (Dios). La autoría
de este libro se atribuye al profeta Joel. Existen discrepancias en cuanto a su
fecha de redacción, pero la mayoría de los eruditos coinciden en que fue
escrito entre finales del siglo VIII y principios del IX a.C.
PERDÓN
EXPLICACIÓN:
Dios está dispuesto a perdonar y restaurar a todos los que se acerquen a Él y
se aparten del pecado. Dios ama a su pueblo y quiere restaurarlo brindándole
una relación adecuada con Él.
IMPORTANCIA:
Dios nos perdona cuando nos arrepentimos del pecado. No es muy tarde para
recibir el perdón de Dios. El deseo más grande de Dios es que usted se vuelva a
Él.
PROMESA
DEL ESPÍRITU SANTO
EXPLICACIÓN:
Joel predice el momento en que Dios derramará su Espíritu Santo sobre todas las
personas. Será el comienzo de una adoración renovada para los que creen en Él,
pero también será el comienzo del juicio de todos los que lo rechazan.
IMPORTANCIA:
Dios está al timón. La justicia y la restauración están en sus manos. El
Espíritu Santo confirma el amor de Dios por nosotros de la misma forma como lo
hizo con los primeros cristianos (Hechos 2). Debemos ser fieles a Dios, y
colocar nuestras vidas bajo la dirección y el poder de su Espíritu Santo.
CASTIGO
EXPLICACIÓN:
Al igual que un ejército destructor de langostas, el castigo de Dios por el
pecado es abrumador, terrible e inevitable. Cuando llegue, no habrá comida, ni
agua, ni protección, ni escape. El día para rendir cuentas a Dios por la forma
en que hemos vivido se acerca rápidamente.
IMPORTANCIA:
Dios es el único al que le rendiremos cuentas, no a la naturaleza, ni a la
economía, ni a un invasor extranjero. No podemos ignorar ni ofender a Dios para
siempre. Debemos poner atención a su mensaje ahora, o más tarde nos
enfrentaremos a su ira.
JOEL
(“Jehová es Dios”). Nombre de once o
doce personajes del AT (1Cr. 4:35; 5:4,8,12; 6:36; 1S. 8:2; cp. 1Cr. 6:28-33;
7:3; 11:38; 1Cr. 15:7,11; cp. 1Cr. 23:8; 27:20; 2Cr. 29:12; Esd. 10:43). Entre
éstos se destaca el autor del libro profético que llevaba ese nombre, de quien
nada sabemos sino que fue hijo de Petuel (1:1) y que tal vez su ciudad natal
fuese Jerusalén. El libro de J. se divide en dos partes bien definidas. La
primera (1:1-2:27) describe una plaga de langostas e interpreta su significado.
J. describe con realismo la manga que avanza primero sobre el campo (1:2-12) y
luego contra la ciudad (2:1-11) destruyéndolo todo, hasta que no queda ni con
qué hacer las ofrendas rituales (1:8-10). J. interpreta esta señal como un
llamado al arrepentimiento (1:13,14) en vista del “día de Jehová” que se
aproxima (1:15; 2:12-17) y que será
terrible (2:16-20). Si el pueblo se arrepiente, ayuna y ora, Dios no desoirá su
clamor, “se arrepentirá” (es decir, no persistirá en destruir) y hará volver la
prosperidad (2:18-25).
La segunda parte (2:28-3:21) es una
visión del porvenir, que describe: (1) un derramamiento intenso del Espíritu
sobre todo el pueblo (2:28-32; cp. 3 en el TM) y (2) la destrucción de los
enemigos de Israel que es descrita en colores apocalípticos, y la restauración
del pueblo de Dios 3:1-21; caps. 4 en el
TM. En vista de que la primera parte parece describir un hecho histórico
concreto y la segunda es una profecía del fin, algunos críticos han concluido
que se trata de dos porciones, correspondientes a distintos autores y épocas.
El libro es difícil de fechar porque
refleja algunas condiciones que corresponden a épocas preexílicas, y otras
propias de un período postexílico. La tradición lo consideraba como la más
antigua obra profética escrita que se había conservado, y lo ubicaba
probablemente durante la infancia de Joás, en el siglo IX a.C. algunos críticos
modernos lo consideran provenientes del siglo IV a.C. y otro de VI a.C. la
mayor parte coincide en que la plaga descrita en los primeros capítulos debe
considerarse como un hecho histórico, sin prejuicio de ver en ella un símbolo
del “día de Jehová”.
Los valores de este pequeño libro son
notables en distintos sentidos. La precisión de las descripciones y lo vívido
de las figuras, la cualidad poética y la habilidad artística del autor al
ilustrar con el fenómeno natural de la langosta los hechos sobrenaturales del
“día de Jehová”, han llamado profundamente la atención de los estudios. Pero su
importancia principal es la de ser precursor de la literatura apocalíptica. Los
hechos históricos son proyectados sobre una pantalla final: las langostas son
un tipo de los poderes que oprimen al pueblo de Dios, la restauración de los
campos arrasados es de tipo de la recuperación de la original armonía de la
creación y de su perfección en el reino venidero (3:17-18; cp. Jn. 4:14; Ap.
22:1,2). El futuro traerá la reivindicación del pueblo de Dios y la destrucción
de sus enemigos (3:9-17; cp. Ap. 14:4-20). Considerados aisladamente, estos
pasajes pueden seguir un estrecho nacionalismo, pero en la totalidad de la
revelación, atestiguan el triunfo final de la justicia divina y la derrota de
las fuerzas del mal: esta es la confianza que sostiene la fe.
Pero es la promesa del derramamiento
del Espíritu la porción más apreciada de J. El “día de Jehová” no se
caracteriza simplemente por hechos espectaculares, sino por la efusión del
Espíritu de Dios sobre todo el pueblo.
El NT se apropia esta promesa: la
iglesia primitiva ve con razón en Pentecostés el cumplimiento de la promesa dada a J. (2:28,29,32; cp. Hch.
2:16-21,32,33). El Espíritu es, a su vez, la señal y confirmación de esa otra
promesa que J. vio: el día del Señor, día de juicio y restauración, que la
iglesia heredera del AT espera.
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