LIBRO
DE ISAÍAS
Arameo.,
Ketava d΄Eshaya. Se traduce Libro del Profeta Isaías. Eshaya significa Yah ha
salvado. Su autor es el profeta Isaías, y su fecha de redacción se sitúa en el
siglo VIII a.C.
ESPERANZA
EXPLICACIÓN: Dios promete
consuelo, liberación y restauración en su reino venidero. El Mesías gobernará
sobre sus seguidores fieles en la era que ha de venir. La esperanza es posible
porque Cristo volverá.
IMPORTANCIA: Podemos cobrar
ánimo ya que existe compasión por los que se arrepienten. No importa cuán
sombría sea nuestra situación actual ni cuán malvado sea el mundo, debemos
continuar siendo el pueblo fiel de Dios que espera su venida.
CASTIGO
EXPLICACIÓN: Debido a que Dios
es santo, demanda que su pueblo trate a los demás con justicia. Prometió
castigar a Israel, Judá y a otras naciones por su inmoralidad, incredulidad e
idolatría. La verdadera fe degeneró en una soberbia nacional y en rituales
religiosos vacíos.
IMPORTANCIA: Solo debemos
confiar en Dios y cumplir sus mandamientos. No podemos abandonar la justicia ni
volvernos egoístas. Si endurecemos nuestro corazón en contra de su mensaje, su
castigo caerá sobre nosotros.
SALVACIÓN
EXPLICACIÓN: Debido a que el
castigo divino está en camino, necesitamos un Salvador. Ningún hombre ni nación
puede salvarse sin la ayuda de Dios. Isaías profetiza y describe el sacrificio
perfecto de Cristo por nuestros pecados. Todos los que confíen en Dios pueden
ser libres de sus pecados y restaurados para Él.
IMPORTANCIA: Cristo murió para
salvarnos de nuestro pecado. Necesitamos su ayuda. Está dispuesto a salvar a
todos los que se aparten del pecado y acudan a Él. La salvación solo proviene
de Dios. Ninguna cantidad de buenas obras puede ganarla.
MESÍAS
EXPLICACIÓN: Dios enviará al
Mesías para salvar a su pueblo. Establecerá su propio reino como fiel Príncipe
de Paz que gobierna con justicia. Vendrá como Señor soberano, pero lo hará como
Siervo que muere para limpiar los pecados.
IMPORTANCIA: Debemos depositar
nuestra confianza en el Mesías, no en nosotros mismos ni en ninguna nación ni
poder. No existe esperanza alguna a menos que creamos en Él. Confíe plenamente
en Cristo y permítale gobernar su vida como Señor soberano.
SANTIDAD
EXPLICACIÓN: Dios es exaltado
hasta lo sumo por encima de todas sus criaturas. Su perfección moral se levanta
en contraste con la gente y las naciones malvadas. Dios es perfecto y sin
pecado en todos sus motivos y acciones, así que tiene el control perfecto de su
poder, juicio, amor y misericordia. Su naturaleza santa es nuestro patrón de
moralidad.
IMPORTANCIA: Como Dios no tiene
pecados, puede ayudarnos con nuestro pecado. Es bueno que lo veamos como el
único que tiene el poder supremo y la perfección moral. Nunca debemos tratarlo
como alguien común. Él es el único digno de nuestra devoción y alabanza. Él
siempre es veraz y justo.
ISAÍAS FUE UN HOMBRE CON UNA
MISIÓN.
El Señor le mostro una pincelada de su
glorioso trono y le dio un motivo a su vida. Como profeta, habló la palabra de
Dios. En la mayoría de los casos, éstas eran palabras de confrontación,
exhortación y advertencia, palabras que lo hicieron extremadamente impopular.
Pero, aun cuando tuvo que enfrentar la adversidad, Isaías continuó diciendo la
verdad. El Señor lo llamó para que le advirtiera al pueblo sobre el precipitado
desmoronamiento que se les venía encima. El libro de Isaías contiene proféticas
palabras de advertencia; pero también, promesas y esperanzas. Cierto día vendrá
el Mesías, quién nos salvará, nos confortará y bendecirá a su pueblo.
El libro de Isaías está lleno
de profecías. El entender la literatura hebrea de profecías, implica el
reconocimiento y la interpretación del paralelismo. Los hebreos usan el
paralelismo en la poesía y en las profecías como una técnica literaria que hace
resaltar el pensamiento del autor. Como muestra de lo anterior, veamos este
ejemplo: «El buey conoce a su dueño/ y el asno, el pesebre de su señor/ Israel
no entiende/ mi pueblo no tiene conocimiento» (1.3). En la primera parte de
este versículo, tanto el buey como el asno conocen instintivamente las cosas de
las cuales dependen, es decir, el dueño (el proveedor) así como el pesebre de
su amo (las provisiones). La segunda parte de este versículo contrasta la
intuición de los animales con el comportamiento de los israelitas. Israel no
conoce «a su dueño», y aunque ellos son el «pueblo» de Dios, «no tiene
conocimiento» de las provisiones que nos entrega Dios. De este modo, la segunda
parte de este versículo crea una analogía en paralelo con la primera.
La poesía profética usa ideas
muy adornadas que apuntan hacia significados más profundos. A diferencia de la
prosa, que señala realidades históricas de manera más directa, la poesía
conduce a los lectores y a los oyentes a realidades espirituales con el uso de
un lenguaje evocativo; de este modo, en 14.15, la idea de «montes y collados»
representa toda clase de obstáculos, tanto físicos como espirituales, del
retorno del cautiverio a Jerusalén. La promesa de que el Señor «secará estos
obstáculos» significa que eliminará los impedimentos en el retorno a Jerusalén,
tal como secó el Mar Rojo para los israelitas hace mucho tiempo atrás.
Igualmente, en 41.18, se dice que el Señor «abrirá ríos» y «en el desierto
estanques de agua», lo que significa que él les proveerá de la misma manera que
les dio agua de una roca (Éx 17.1-6).
Otra faceta importante en el
entendimiento de la literatura profética radica en reconocer que tanto las
profecías en sí como su composición carecen a menudo de perspectiva cronológica
o se cumplen de muchas maneras. Por ejemplo, la misma profecía puede hablar de
las dos venidas de Jesús (63.1, 2). De la misma manera, una profecía hablaría
del nacimiento de Jesús de la virgen, así como del nacimiento del hijo de
Isaías durante la invasión de Peka. Es más, un presagio sobre Ciro, el
emperador persa del siglo sexto a.C. (41.1-29) puede ponerse junto a la
profecía sobre Jesús (42.1-9). Finalmente, las interpretaciones de Jesús y los
autores del Nuevo Testamento proporcionan una guía para las interpretaciones de
las profecías del Antiguo Testamento.
Como profeta, Isaías se
pronunció sobre tres épocas históricas. En los capítulos 1-39 condenó a los
israelitas del octavo siglo a.C., dando su juicio sobre la conducta inmoral y
sus estilos de vidas llenos de idolatrías. Este juicio rápidamente se hizo
realidad, durante el ministerio de Isaías, Tiglat-Pileser III (745-727 a.C.) se
propuso extender el régimen asirio hacia el oeste, y al hacerlo así, ejerció
gran presión sobre Israel y Judá. En el año 722 a.C., otro rey asirio, Sargón
II, conquistó el reino del norte. Sólo quedó libre la nación de Judá. Pero
Isaías predijo que incluso Judá caería en manos asirias en el año 586 a.C., tal
como ocurrió después.
En los capítulos 40-55, Isaías
reconfortó a las futuras generaciones de los fatigados cautivos; judíos que
pensaban que Dios se había olvidado de ellos (40.27). En una brillante serie de
profecías, Isaías señaló que la captura de Israel no se debía a que los reyes
babilonios fueran superiores, sino al castigo mediante la vara del Dios de
Israel (42.23-25). Él predijo el retorno de los deportados, los alentó
(52.1-10) a huir de Babilonia (48.20, 21) y a confiar en el Todopoderoso
(41.14-20).
Finalmente en la tercera
sección (capítulos 56-66), Isaías exhortó a los judíos que retornaron a la
tierra. Este fue el período antes de que se reconstruyera el Templo (58.12;
61.4; 64.10) o quizás cuando se estaba reconstruyendo (66.1). Isaías instó a
los judíos a alejar la codicia (56.9-11), la auto indulgencia (56.12), la
idolatría (57.3-10), el cinismo (57.11-13) y la rectitud hipócrita (58.1-5).
Pero también predijo que la comunidad se dividiría entre los verdaderos y los
falsos adoradores (capítulos 65; 66). Aún debía venir la restauración completa
de Israel (49.8-26). El Mesías prometido aparecería en el futuro (61.1-3).
Luego, los gentiles se unirían al remanente piadoso de Israel para convertirse
en siervos del Señor (56.3; 65.1, 15, 16) en una nueva nación (65.1; 66.8). El
triunfo final del bien sobre el mal tendrá que esperar al nuevo cielo y a la
nueva tierra (65.15-19).
Acerca de la autoría de este
libro, tradicionalmente se consideraba que Isaías, el hijo de Amoz, era el
autor de todo este libro que lleva su nombre (1.1). Sin embargo, y debido a la
crítica histórica que surgió a fines del siglo diecinueve, se puso en tela de
juicio al autor del libro de Isaías. Como en este libro se distinguen tres
períodos históricos distintos, algunos entendidos concluyen que fueron tres los
autores del libro.
Puesto que los capítulos 1-19
indican el momento en que Israel enfrentaba las invasiones asirias durante la
segunda mitad del siglo octavo a.C., muchos estudiosos concuerdan en que estos
capítulos los escribió Isaías, el hijo de Amoz, también llamado proto Isaías
(primer Isaías). No obstante, los capítulos 40-55 hablan de los desalentados
cautiverios en Babilonia que ocurrieron en la primera mitad del siglo sexto
a.C., dos siglos después de que viviera el profeta. Por esta razón, algunos
suponen que un autor anónimo denominado como Deutero-Isaías (o «Segundo
Isaías»), escribió esta sección. El resto del libro, los capítulos 55-66,
indican las controversias que rodearon a la comunidad después del cautiverio en
la segunda mitad del siglo sexto a.C. Por lo tanto, se le ha atribuido este
trabajo al mismo Deutero-Isaías o a otro autor anónimo designado como
Trito-Isaías (o «Tercer Isaías»).
La base para ese elaborado
análisis, radica en la presunción de que este profeta hebreo sólo se pudo
dirigir a sus contemporáneos y no a generaciones distantes. De acuerdo a estas
críticas, la predicción de un hecho futuro, tal como el profético nombramiento
de Ciro, doscientos años antes de que llegara al poder (44.58; 45.1), es
simplemente imposible.
Contrario a lo que creen
algunos entendidos, un profeta por lo general puede pedirle a una generación
que participe en los acontecimientos futuros de otra generación. Por ejemplo,
Moisés habló de esta manera cuando se dirigió a la nueva generación de
israelitas en Moab como si ellos hubiesen participado de los acontecimientos
del monte Sinaí (Dt 5.3); aunque ninguno, salvo Josué y Caleb, estuvo realmente
allí (Dt 1.35-38). Isaías, quien comenzó su prediga en el año 740 a.C. y
finalizó alrededor del 681 a.C., también empleó esta técnica. Él ordenó a los
israelitas «salir de Babilonia» (48.20), muchas generaciones antes de que
ocurriera el cautiverio en el año 586 a.C. y el retorno en el año 538 a.C. Esta
es una milagrosa profecía que habla sobre el retorno israelita desde el cautiverio
en Babilonia; una profecía que mantendría la fe y la esperanza de los
deportados, tales como Esdras y Nehemías.
El contenido del libro de
Isaías propone a un sólo autor, el profeta Isaías. Al contrario de otros libros
que tienen múltiples autores, tal como el libro de los Salmos o el de los
Proverbios, ninguna nota editorial en Isaías nos indica un cambio de autor
(2.1; 13.1). Es más, existen muchas similitudes lingüísticas a lo largo de todo
el libro, tales como el uso de títulos inusuales para Dios, «El Santo de
Israel» o «Jehová de los ejércitos». Las variaciones en el estilo entre los
capítulos 1-39 y los capítulos 40-66 puede ser producto de las diversas
materias que se tratan, un cambio en la perspectiva, y quizás la propia madurez
del profeta. El Nuevo Testamento confirma la teoría de que Isaías es el autor
de todo el libro. A modo de ejemplo, el apóstol Juan atribuyó las profecías de
53.1 así como las de 6.9, 10 al profeta Isaías (Juan 12.38-41). De este modo,
no existe una razón convincente para no otorgarle la autoría del libro completo
al profeta Isaías.
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