LIBRO DE
ECLESIASTÉS
Arameo., Ketava
d΄Kujlat, que se traduce Libro del Predicador. El termino Eclesiastés procede
del griego y significa el que se sienta en una asamblea a hablar. La evidencia
interna mencionada en el libro, da pie para atribuir la autoría de este libro
al rey Salomón (Ec. 1:1,16; 2:8). Su fecha de redacción se sitúa en el siglo X
a.C.
VACÍO
EXPLICACIÓN:
Salomón muestra cuán vacío es ir en pos de los placeres que esta vida nos
ofrece, en lugar de una relación con el Dios eterno. La búsqueda de placer,
riqueza y éxito a la larga nos desilusiona. No hay nada en este mundo que pueda
llenar la vacuidad y satisfacer los anhelos más profundos de nuestros corazones
descontentos.
IMPORTANCIA:
La cura para una vida vacía es hacer de Dios el centro de nuestra vida. Su amor
también puede llenar el vacío humano. Tema a Dios a lo largo de su vida y llene
su vida con el servicio a Dios y a los demás en vez de llenarla con placeres
egoístas.
TRABAJO
EXPLICACIÓN:
Salomón trató de debilitar la confianza de la gente en sus propios esfuerzos,
capacidades y sabiduría, y dirigirla hacia la fe en Dios como la única base
firme para la vida. Sin Dios, no existe recompensa duradera o beneficio alguno
en el trabajo arduo.
IMPORTANCIA:
El trabajo que se realiza con una actitud incorrecta nos deja vacíos. El
trabajo que se acepta como un designio de Dios puede verse como un regalo.
Examine lo que usted espera de sus propios esfuerzos. Dios le da habilidades y
oportunidades de trabajo para que pueda hacer buen uso de su tiempo.
SABIDURÍA
EXPLICACIÓN:
La sabiduría humana no contiene todas las respuestas. El conocimiento y la
educación tienen sus propios límites. Para comprender la vida, necesitamos la
sabiduría que solo se puede encontrar en la palabra que Dios nos ha dado: la
Biblia.
IMPORTANCIA:
Cuando nos demos cuenta de que Dios evaluará todo lo que hagamos, aprenderemos
a vivir sabiamente, recordando que Él está presente cada día, y aprendiendo a
obedecer los principios de Dios para la vida. A fin de obtener la sabiduría de
Dios, primero debemos llegar a conocerlo y a honrarlo.
BÚSQUEDA
EXPLICACIÓN:
Salomón buscó la satisfacción casi como si fuera un experimento científico. A
través de este proceso descubrió que la vida sin Dios era una búsqueda larga y
estéril de diversión, significado y satisfacción. La verdadera felicidad no
radica en nuestro poder para acumular o alcanzar algo porque siempre queremos
más de lo que tenemos. Hay circunstancias que están más allá de nuestro control
que pueden arrebatar nuestras posesiones o logros.
IMPORTANCIA:
La gente sigue todavía en la búsqueda. Y aun así mientras más trate de obtener,
más se da cuenta de lo poco que realmente tiene. Ningún placer o felicidad es
posible sin Dios. Sin Él, buscar la satisfacción es una pérdida de tiempo. Por
encima de todo debemos luchar por conocer y amar a Dios. Él nos da sabiduría,
conocimiento y gozo.
MUERTE
EXPLICACIÓN:
La certeza de la muerte hace que todos los logros meramente humanos sean
fútiles. Dios tiene un plan para el destino humano que va más allá de la vida y
de la muerte. La realidad del envejecimiento y de la muerte nos recuerda el fin
que ha de llegar cuando Dios juzgue la vida de cada persona.
IMPORTANCIA:
Debido a que la vida es corta, necesitamos una sabiduría mucho mayor de lo que
este mundo nos puede ofrecer. Necesitamos las palabras de Dios. Si lo
escuchamos, su sabiduría nos salva de la amargura de la fútil experiencia
humana y nos da una esperanza que va más allá de la muerte.
ECLESIASTÉS
(Nombre
del origen gr.; el nombre heb. es Cohelet; ambos significan “predicador”). Libro del AT que en el canon
hebreo era el cuarto libros de los cinco rollos. Se usaba en la liturgia de la
fiesta de los tabernáculos, y forma parte de la literatura hebrea de
“Sabiduría”.
Aunque
la descripción del “predicador” parece indicar que fue Salomón (1:1; cp. 1 R.
3:12 y Ec. 1:16), el nombre de este rey no aparece en la obra. Se ha encontrado
en Ec. cierta influencia fenicia, lo que podría indicar que se escribió en
tiempos de Salomón. No obstante, ciertos rasgos lingüísticos hacen creer que
fue escrito por un autor postexílico que baso su tesis en la experiencia de
Salomón.
Influidos
por cierta diversidad de estilo y de vocabulario, algunos opinan que el libro
es producto de varios autores, pero es más probable que sea de uno solo. El tema
no es muy evidente. El autor busca el significado de su existencia y examina la
vida “debajo del sol”, desde todo punto de vista, para ver donde se encuentra la
felicidad.
Pese
al estado imperfecto de la revelación en aquel tiempo y la consiguiente incapacidad
del autor para comprender la plenitud el concepto de la vida de ultratumba, él
reconoce que el significado de su existencia va más allá de la vida terrenal. No
es del todo negativo (2:24; 3:12,13; 9:7). La clave que busca se halla en
12:13,14: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos…”. Hay tanta vanidad porque “Dios
hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (7:29).
E.
puede considerarse como una apología dirigida a los hombres cuya visión no
llega más allá de lo que está “debajo del sol”. El autor les demuestra la
vanidad de la filosofía que abrazan, y subrayan la futilidad del materialismo y
de una vida sin Dios. Visto así, E. resulta ser una viva crítica del secularismo,
y pretende combatir la tendencia a relegar la religión a la categoría de simple
instrumento de secularismo. Si el hombre concibe el mundo como un fin en sí, la
vida se vuelve vanidad; pero si lo considera como un medio por el cual Dios se
nos revela y nos muestra su sabiduría y justicia, entonces la vida tiene
significado (2:24; 5:18-20).
ESTE LIBRO DE ECLESIASTÉS ES
UNO DE LOS LIBROS MÁS MALENTENDIDOS DE LA BIBLIA.
Los
cristianos han tendido a ignorar su mensaje o a considerarlo como el testimonio
de un hombre cuya vida se aparta de Dios. Esto resulta lamentable ya que el
libro plantea preguntas relevantes e inquisitivas acerca del sentido de la vida
y declara la absoluta futilidad de una existencia sin Dios. Al igual que todas
las Escrituras, el libro de Eclesiastés beneficia y edifica al pueblo de Dios.
Las
descripciones negativas como «cínico», «fatalista» o «existencialista» no hacen
justicia al libro de Eclesiastés. Hay abundante evidencia de una alegría
vigorosa a lo largo de sus páginas. «Por tanto, alabé yo la alegría» (8.15), es
un tema recurrente que penetra el libro; en efecto, las palabras hebreas que se
traducen «alegría», «alegre», «contento», «feliz», «gustoso» y «regocijado»
aparecen diecisiete veces en Eclesiastés. El estado de ánimo que subyace en el
libro es el gozo: encontrar placer en la vida a pesar de los problemas que a
menudo la embargan. Aquellos que temen y adoran a Dios deben experimentar este
gozo; deben regocijarse en los dones que Dios les ha dado.
Probablemente
Salomón escribió este libro hacia el final de su vida, luego de arrepentirse
por su idolatría y por haber ido tras esposas extranjeras. De este modo, el
libro de Eclesiastés es tanto un monumento al retorno de Salomón al Dios vivo,
como una guía para otros a través de las dificultades y peligros de la vida.
En
efecto, es posible que Salomón escribiera este libro de sabiduría como un
manual para otras naciones. Eso explicaría por qué no escribió acerca de la Ley
y porqué usó el título divino Elohim, que significa: «Dios exaltado», en lugar
del nombre Yahvé, que se relaciona con el pacto (Éx 3.14, 15). Salomón recibió
a muchos dignatarios de otras naciones, incluyendo a la reina de Sabá. Es
posible que las preguntas de la reina relativas al sentido fundamental de la
vida lo hubieran motivado a escribir este libro para instruir a los gentiles
acerca del Dios vivo y de la necesidad de adorarlo sólo a Él. Algunos siglos
antes Moisés hizo el mismo tipo de llamado a las naciones paganas (Dt 4.6-8).
Las naciones que habían oído sobre el éxito de Israel necesitaban saber acerca
del Dios vivo y exaltado que había bendecido a Israel con riqueza y sabiduría.
A
veces es mejor leer el final de un libro para comprender mejor la orientación
que lleva. Esto es indudablemente cierto en Eclesiastés. El libro debe
interpretarse a la luz de su conclusión. «Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (12.13). Temer a Dios
significa reverenciarle, adorarle y servirle: Dejar el mal atrás y alabar con
reverencia al Dios vivo. Esta fue la actitud de Abraham (Gn 22.12), Job (Job
1.1, 8, 9; 2.3) y de las parteras egipcias (Éx 1.17, 21). Esto no supone pavor
sino el apropiado respeto y obediencia hacia nuestro Creador. ¿Por qué debemos
respetar y obedecer a Dios? El libro del Eclesiastés responde a esta pregunta
en su último versículo (12.14): Dios juzgará a cada uno, tanto al justo como al
malvado. La vida no puede vivirse con abandono, como si Dios no viera o
recordara los actos del pasado. Porque en el día final, Él llamará a todo
hombre y mujer para rendir cuentas de sus acciones. La exhortación a temer a Dios
y la expectativa del juicio divino son los dos grandes temas que cierran el
libro y proveen un marco interpretativo para el resto del mismo (12.13, 14).
El
viaje de Salomón hacia su conclusión de «temer a Dios» se basa en la búsqueda
humana de un sentido para la vida. En 3.11 Salomón expresa elocuentemente el
dilema de la humanidad. Dios ha puesto eternidad en nuestro corazón. Una
búsqueda de verdadero sentido en esta vida a través del dinero o la fama, por
ejemplo, nos dejará con las manos vacías, ya que nuestra alma anhela algo
perdurable. Nuestra frustración emerge de un hambre de comunión con nuestro
eterno Creador, el único que puede dar sentido a nuestra vida. En Eclesiastés,
Salomón nos lleva en un recorrido por toda la vida y concluye que todo en ella
es vanidad. Los placeres y las riquezas sólo conducen al aburrimiento y la
desesperación. Solo una relación con aquel que nos creó y que continúa
preocupándose por nosotros nos dará una verdadera satisfacción. Los problemas y
la incertidumbre seguirán invadiéndonos, pero aun en esos momentos podemos
encontrar alegría en una segura confianza en nuestro Padre.
El
escritor dice que era «hijo de David, rey en Jerusalén» (1.1, 12, 16), palabras
que han llevado a muchos a asumir que el autor fue Salomón. La evidencia en el
libro mismo apunta a Salomón. (1) el autor ha «crecido en sabiduría sobre todos
los que fueron antes» que él (1.16; 1 R 3.12); (2) reúne para sí mismo «plata y
oro, y tesoros preciados de reyes» (2.8; 1 R 10.11-23); (3) dice «compré siervos
y siervas» en grandes cantidades (2.7; 1 R 9.20-23); (4) se embarcó en amplios
proyectos constructivos (2.4-6; 1 R 9.1-19); (5) desarrolló una gran
comprensión de las plantas, las aves y los fenómenos de la naturaleza (2.4-7; 1
R 4.33); (6) declaró: «no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y
nunca peque» (7.20; 1 R 8.46); e (7) «hizo escuchar, e hizo escudriñar, y
compuso muchos proverbios» (12.9; 1 R 4.32).
No
obstante, algunos eruditos argumentan que Salomón no es el autor. Apuntan a dos
pasajes para construir su caso: 1.12 y 1.16. El tiempo pasado del verbo en
1.12. «Yo … fui rey sobre Israel en Jerusalén», puede llevar al lector a pensar
que el autor ya no era rey cuando escribió su obra. Pero el verbo puede denotar
un estado de acción que comienza en el pasado y continúa en el presente. Así,
1.12 podría traducirse por: «Yo he sido (y soy) rey. Asimismo, la frase en 1.16
sugiere que hubo muchos reyes en Jerusalén antes de Salomón. Dado que David fue
el primer rey hebreo en Jerusalén, prosigue el argumento, el escritor debió
vivir muchas generaciones después del tiempo de David. Con todo, debiéramos
recordar que la historia de Jerusalén puede rastrearse hasta los primeros
asentamientos cananeos. Podría muy bien incluirse entre los reyes de Jerusalén
a Melquisedec (Gn 14.18), Adonisedec (Jos 10.1) y Abdi-Khepa (mencionado en las
Cartas de Amarna), por nombrar sólo algunos. Por consiguiente, puede afirmarse
razonablemente que Salomón es el autor de este maravilloso aunque atípico libro.
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