Cuando una persona viene con
sinceridad a Jesucristo, esta relación transformará dramáticamente su vida. El
cambio se vera de inmediato en algunas personas y en otras demorará un poco
más. Para aquellos cuya vida estuvo caracterizada por evidentes malos hábitos y
una vida inmoral, el cambio en su estilo de vida mostrará a los demás que algo
profundo ha ocurrido en su interior. Para otros, quienes no se han involucrado
en pecados muy evidentes, el cambio puede no ser tan notable, pero es igualmente
significativo. Recuerda, todos nosotros estuvimos separados de Dios por el
pecado, el cual fue perdonado en la cruz de Jesús.
Nuestra conversión debe
mostrarse tanto en fruto como en obras. Este concepto de “PRODUCIR FRUTOS” se usa a menudo en las Escrituras para describir
los resultados de la entrega de una PERSONA a Cristo, si no producimos fruto, esto
demuestra que no hemos aceptado realmente a Cristo como Señor y Salvador.
Producir frutos no es una
opción. Es el resultado natural de una persona que entra en unión con Dios. A
veces hay confusión en este asunto de LLEVAR
FRUTO u obras. Mira lo que la Biblia dice acerca de este asunto.
1. Nuestra vida debe mostrar que
Dios está trabajando en nuestro corazón. Dios desea que demostremos nuestro crecimiento
espiritual a través de acciones externas (Romanos. 7:4)
4Ahora pues, hermanos míos, también ustedes están muertos a la ley
mediante el cuerpo de Cristo, para que sean de otro, de aquel que resucitó de
entre los muertos, para que produzcan fruto para Dios.
Mientras vivamos de este lado
del cielo, estaremos siempre luchando entre el deseo de obedecer a Dios y el
deseo de seguir nuestro instinto pecaminoso. Hasta el apóstol Pablo sabía lo
que era luchar contra el pecado. En los versículos que acompañan a este texto,
él describe seis claves para ganar esta batalla y vivir una vida que no solo
agrada a Dios, sino que muestra que Dios está trabajando en nuestro corazón.
a. Admite el poder del pecado en
tu vida (Romanos.7:14)
reconoce que tienes una “naturaleza pecaminosa” dentro de ti; una
vulnerabilidad a las tentaciones del pecado. Si fallamos en percibir nuestra
debilidad potencial, seremos más vulnerables para ceder a ella. La Biblia nos
advierte contra tal actitud, diciendo: “si
ustedes piensan que están firmes tengan cuidado de no caer” (1 Corintios.
10:12).
b. Reconoce que no tienes poder
para cambiar tú propio ser (Romanos.7:18). Tu naturaleza pecaminosa es la
fuente del problema. Nunca vas a “dominar” el pecado ni vivir una vida
agradable a Dios por tus propias fuerzas. Separado de Dios no puedes hacer
nada.
c. No soportes más tu condición y
clama por ayuda (Romanos.7:24). No
puedes controlar el mal que hay en ti simplemente por determinación. Cuando
llegues a lo más bajo de tu ser, pide la ayuda de Dios en tus luchas.
d. Acepta tu libertad
(Romanos.7:25). Toma
la mano de ayuda que Jesús te está ofreciendo.
e. Acepta el perdón de Dios y que
eres libre de condenación (Romanos.78:1-2). A causa de tu unión especial
con Cristo, Dios te perdona y no te condena si reconoces tus fallas, luchas y
promesas no cumplidas.
f. Corta las acciones instintivas
de tu naturaleza pecaminosa (Romanos.8:3-8). La única manera de no cometer
acciones pecaminosas instintivas es dejar de vivir dominado por esa naturaleza
pecaminosa y empezar a vivir por el poder del Espíritu Santo. ¿Cómo puedo
hacerlo? El versículo 6 indica que debes ceder el control de tu mente al
Espíritu. Cuando lo haces eres controlado por el Espíritu Santo y piensas en
las cosas que agradan al Espíritu (Romanos.8:5).
Siempre corres el
riesgo de pecado, pero Dios te ha dado el poder para vencer el pecado a través
del Espíritu Santo. La clave para tener este poder es OBEDECER al ESPÍRITU
SANTO.
2. Debemos vivir nuestra fe. La fe sin obras está incompleta
(Santiago. 2:14-17)
14Hemanos míos, ¿qué
provecho hay si alguno dice: “Yo tengo fe”, pero no tienes obras? ¿Podrá acaso
su fe salvarlo? 15Si un hermano o hermana
estuvieran desnudos y carente del sustento diario, 16y alguno de ustedes les
dijera: “Vayan en paz, caliéntense y sáciense”, pero no les dan lo que
necesitan para el cuerpo, ¿qué provecho hay? 17De la misma manera, también
la fe sola, sin obras, es muerta.
Tal
vez no necesitabas cambiar tu estilo de vida
antes de recibir a Cristo, pero ahora que lo has recibido, tu vida debe mostrar
cambios. Si esto no ocurre, se podría dudar si Cristo ha llegado realmente a tu
vida. El modo en que vivas refleja lo que crees. Como dijo Juan el Bautista: «Demuestren con su forma de vivir que se han arrepentido
de sus pecados y han vuelto a Dios» (Lucas. 3:8).
Santiago,
en los versículos 15 y 16 nos da otra razón importante para respaldar nuestra
fe con acciones: se nos hará más fácil compartir nuestra fe con otros. Cuando
la gente ve que tenemos genuino interés en ellos como personas, estarán mucho
más dispuestos a escucharnos.
¿Puede
la gente ver a Jesús en la forma en que vives? Si no es así, ha llegado el
momento que pongas a Jesús como el «piloto» de tu vida.
3. Dios nos ha salvado con un
propósito. Cuando
Dios nos dio su salvación, dispuso que está nos conduzca a buenas obras (Efesios.
2:10)
10porque somos creación
suya, creados por medio de Jesucristo para buenas obras, las cuales Dios preparó
de antemano para que anduviéramos en ellas.
Cuando
no eras cristiano, nada te motivaba a vivir con rectitud. Quizás trataste de
hallar propósito y significado a la vida, pero no lo lograste. Como creyente,
sin embargo, tú eres «la obra maestra de Dios», la cual demuestra que su
Espíritu está trabajando en tu vida para hacerte más parecido a Cristo y darte
un propósito para vivir.
Este
versículo describe parte del propósito que Dios tiene para tu vida como su
hijo: hacer buenas obras ayudando a otros. La asombrosa y maravillosa verdad
acerca del propósito de Dios para tu vida, es que mucho tiempo antes que
existieras, él tenía planes para que hicieras buenas obras. Él ha programado
los días y los sucesos de tu vida para que compartas su amor con otros de
manera concreta (Salmos. 139:16; Jeremías. 29:11).
La
próxima vez que veas angustiado a tu prójimo o escuches que un amigo está
batallando con un problema o notes que un compañero de trabajo esta afligido o
veas a un desconocido que necesita que le tiendas la mano, aprovecha esa
oportunidad que Dios ha preparado en tu camino. Deja que «tus buenas acciones
brillen» (Mateo. 5:16) porque tú eres su hijo.
4. Nuestro andar debe armonizar
con nuestro hablar.
Dios no tiene tanto interés en lo que decimos creer sino en cómo vivimos lo que
creemos (Mateo. 7:21)
21No todo el que me diga:
“Señor mío, Señor mío”, entrará en el reino del Cielo, sino el que haga la
voluntad de mi Padre que está en el Cielo.
En
este versículo, Jesús va al corazón de lo que cree cada persona. «Señor» no es
suficiente para entrar al cielo. Esto se debe a que una persona puede
pronunciar la palabra, pero no valorizarla. Lo que vale es la vida cambiada:
una vida de obediencia a la voluntad de Dios.
Con
respecto a la vida cristiana se ha dicho: «Lo importante no es lo alto que
puedas saltar, sino lo derecho que caminas después de tocar el suelo». Uno puede
ser capaz de decir todas las «palabras correctas», pero si la fe no altera el
modo en que se vive, ella no significa nada, más bien condena. La verdad es que
uno no tiene una relación genuina con Dios.
En
la pared de una catedral de Alemania están grabadas estas palabras que
escudriñan el alma:
Así
habla Cristo nuestro Señor a cada uno de nosotros:
«Tú me llamas
Maestro, y no me obedeces;
Me llamas luz, y n o
me vez;
Me llamas camino, y
no andas por mí;
Me llamas vida, y no
me vives;
Me llamas sabio, y no
me sigues;
Me llamas hermoso, y
no me amas,
Me llamas rico, y no
me pides nada;
Me llamas eterno, y no
me buscas;
Si yo te condeno, no
me culpes».
Cuanto más aprendamos de lo que
Dios ha hecho por nosotros, más desearemos saber cómo vivir para él. Nuestros motivos
saldrán de un corazón puro, no de una ambición egoísta. Dios anda buscando
creyentes genuinos, cuyo andar armoniza con su vivir. ¿Puedes ser tu contado
como uno de ellos?.
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