Nombre de Dios.
Éxodo 3: 14-15.
Dijo Dios a Moisés:
AJYAH ASHAR JEYAH. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: “AJYAH me envió a
ustedes”. Otra vez dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel:
“Yahweh, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios
de Jacob me envió a ustedes”. Este es mi nombre eterno por todas las
generaciones.
La Biblia no trata de probar la existencia de Dios ni especular sobre su naturaleza. Da por sentado que Yahweh es el Dios verdadero; es el Dios vivo y Rey eterno (Jeremías 10:10). El insensato que se niega a Dios (Salmos 14:1; 53:2) no es un ateo; si negación es de orden ético: vive como si Dios no existiera ni juzgase a los hombres. Los milagros y actos poderosos de Dios no se aducen para demostrar su existencia, sino para afirmar la confianza o estimular la alabanza (Salmos 8:19; 19:1-7; Isaías 40:25-31). Dios se da a conocer en la creación y en la historia: es por ello el Dios Vivo (Josué 3:10; Salmos 19:1; Oseas 1:10; Romanos 1:19; 1 Timoteo 3:15; Hebreos 9:14; 10:31). Consiguientemente, el hombre se allega a Dios prestando oído a su Palabra y obedeciendo a su voluntad, y no mediante la especulación (Jeremías 22:15; Juan 7:17).
LOS NOMBRES DE YAHWEH.
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. Diferentes nombres subrayan el carácter
personal de Dios. Ello no significa, sin embargo, que se considere el nombre
verdadero, simplemente como a un hombre poderoso, como los dioses paganos (1 Samuel 15:29; Isaías 40:28). Se subraya la
diferencia entre Dios y el hombre (Números 23:19;
Ezequiel 28:2; Oseas 11:9) aunque la Biblia no rehúye hablar de Dios con
términos antropomórficos, Dios ha creado al hombre a su imagen y es lógico que
los términos tomados de la expresión humana sean los más adaptados para hablar
de Él, reconociendo sin embargo la distancia que los separa.
El nombre Él, Eloim
(traducido en nuestras versiones a veces por “Dios” y a veces por “Señor”) vienen de la raíz que
significa “poder” y se refiere a todo
lo divino. A veces se combina con otras palabras (Génesis
28:18; 33:20). Se usa la palabra “Elohim”
para referirse al Dios de Israel, no por sabios politeístas, como pretenden
algunos, ni en directa referencia a la trinidad, como dicen otros, sino para
intensificar o reforzar la idea expresada: La plenitud de Dios.
Jehová (Yahweh) representa el nombre propio de Dios tal
como se le ha revelado a Israel en los actos poderosos d liberación (YAHWEH). Adonaí,
traducido en nuestra versión habitualmente por “Señor” es también un plural, que da
la idea de soberanía, poder pleno, y se combina a veces en expresiones como “Señor de señores”
o “Señor de toda
la tierra”. Otros términos (“Jehová (Yahweh) de los ejércitos”
usado 279 veces en el Antiguo Testamento; “Jehová
(Yahweh) Dios eterno”, (Génesis
21:33; “el Altísimo” Jueces 6:24; Jeremías 23:6) representan combinaciones
de las designaciones mencionadas, que conmemoran manifestaciones o señales
particulares del Dios de Israel.
EN EL NUEVO TESTAMENTO. Al eliminarse en el judaísmo el
uso ordinario de Jehová, aparecen muchas designaciones abstractas o indirectas:
“El Nombre”,
“el Eterno”,
“el Inmortal”,
“el Todopoderoso”,
“el Altísimo”. El Nuevo Testamento
toma las traducciones griegas de estos nombres, que frecuentemente son
referidos también al Señor Jesucristo. Dios y Señor (Kyrios) son, sin embargo, los más utilizados y hemos de ver en
ellos la traducción de “Jehová Dios” y de “el Señor Dios” del Antiguo
Testamento. La paternidad de Dios se enseña en el Antiguo Testamento con
respecto al pueblo de Israel y algunos de sus líderes. En el Nuevo Testamento
se caracteriza a Dios como Padre de nuestro Señor Jesucristo y a los creyentes,
que han recibido el Espíritu de adopción, como hijos de Dios.
LAS CARACTERISTICAS DE DIOS. Dios es poderoso y ejerce su
dominio como Señor (Adonai) de su pueblo y del universo entero (Éxodo 15:3; Salmos 24:8; Jeremías 32:18), a diferencia de los
dioses falsos (Jeremías 10:11). Su poder se ha manifestado
eminentemente en la resurrección de Jesucristo (1
Corintios 6:14; Efesios 1:20). Dios es santo (Isaías
6:3; 40:25; Habacuc 3:3; 1 Pedro 1:16; Apocalipsis 4:8), lo que
significa que está separado y por encima de todo lo que es ordinario, creado y débil,
tanto física como moralmente (Génesis 18:27; Job 42:6;
Salmos 8:5); su santidad es muestra de su justicia (Isaías 5:6; Ezequiel 28:22), pero también en la
fidelidad de su amor (Oseas 11:9) y en la
liberación de su pueblo (Isaías 41:14; 43:3).
El amor de Dios está presente en el Antiguo Testamento referido
principalmente a Israel (Isaías 43:4; 54:5-8; Jeremías
31:3; Oseas 3:1; 11:1), pero en el Nuevo Testamento es elevado a una
afirmación universal (Juan 3:16) y centrado en
la obra de Jesucristo (Romanos 5:8; 8:32; 1 Juan 4:9).
A tal punto se revela el amor de Dios por todos los hombres (Tito 3:4), que es posible describir a Dios mismo en función
del amor (1 Juan 4:8); un amor, sin embargo, que
debe entenderse a la luz de la revelación divina y no como la divinidad de
cualquier forma de amor.
No han faltado quienes hayan creído ver en la Biblia una variedad
de concepciones de Dios, desde un politeísmo primitivo hasta una concepción espiritual
y ética. Aunque la compresión de Dios gana en claridad de una sección a otra,
hay una notable unidad a través de toda la Escritura en la afirmación de un
Dios único, espiritual, todopoderoso, santo, personal y ético en sus relaciones
con los hombres; un Dios juez y redentor. La doctrina de la trinidad no se
afirma explícitamente en la Biblia, pero desde el comienzo ésta afirma la
plenitud y riqueza del ser de Dios, y el Nuevo Testamento amplía las
declaraciones sobre la eternidad del Verbo, la preexistencia del Hijo y la
divinidad y eternidad del Espíritu.
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